PEDRO FIGARI, 150 AÑOS

Authors

  • Agustín Courtoisie

Abstract

CASI  EXCLUSIVAMENTE conocido como pintor, Pedro Figari (1861-1938) fue educador y filósofo mucho antes de colorear de modo genial sus cartones con fiestas de negros, patios de casas coloniales, grupos humanos ínfimos frente a unos cielos primordiales. Pero además supo defender inocentes de crímenes no cometidos (Figari, 2006), anticipó de modo increíble el pensamiento de autores como John Dewey, extremo bien documentado por Arturo Ardao (Ardao, 1968) y se puso al hombro la abolición de la pena de muerte en el Uruguay.(Anastasía, 1993)

Esta rápida evocación, antes de empezar a cerrar el año 2011, pretende rescatar la memoria de una de las tres grandes figuras del 900 en el Uruguay junto a José Enrique Rodó y Carlos Vaz Ferreira. Los 150 años del nacimiento de Figari son un anticipo de otra conmemoración obligada para la cultura del continente y especialmente la cultura latina en general que habrá de tener lugar en el 2012: los 100 años de la publicación de su obra filosófica máxima Arte, estética, ideal (1912) que conociera luego dos ediciones francesas, elogiosamente prologadas.

Una buena prueba de que los orientales no olvidan a Figari, por ejemplo, es la publicación de la estupenda obra de María Luisa Battegazzore y Nancy CarbajalPedro Figari: Tradición y utopía (2011) y la conferencia de las autoras “Pedro Figari: ese famoso desconocido”.(Battegazzore y Carbajal, 2011 b) Ese oportuno libro se une a los textos ya aludidos de Ardao, los de Luis Anastasía, el breve pero ineludible ensayo de Juan Fló “Pedro Figari: pensamiento y pintura” (Fló, 1995), la biografía de Julio María Sanguinetti El doctor Figari, y muchísimos otros trabajos que es imposible enumerar aquí siquiera en forma resumida.

En otro lugar daremos a conocer nuestras investigaciones sobre Figari el filósofo político, aquel que afirmaba: “Cuando la sociedad no sea ya un grupo de opresores y otro de oprimidos; así que cada cual pueda valorar los bienes de la convivencia libre, conscientes de que es la probidad la regla moral más fecunda en resultados, mucho más, por cierto, que los expedientes retorcidos, por hábiles que ellos sean, todos los coasociados solidarios, celosos del bien común como del propio, desempeñarán esa función delicada de policía social; pero para llegar a esto, que es, al fin, ideal realizable, será menester que la conciencia se afirme y que se la forje en el yunque de la rectitud, que es conocimiento; en el amor de la realidad, de la verdad, de la vida”.(Figari, 1960, Tomo III, pág. 193)

También en otra oportunidad hablaremos de Figari el educador, el que calificaba a las universidades del siguiente modo,  en una fórmula que el tiempo hizo cada vez más cierta: “Es tan cierto que predomina la ambición del diploma, que en nuestras propias universidades oficiales, hasta hace poco, por lo menos, se ha considerado una adversidad el que sean demasiado frecuentadas, lo cual sería un colmo de absurdos si la enseñanza tendiera al conocimiento, es decir, a dar una preparación racional. Si fueran lo que deben ser, centros destinados a suministrar la información, el conocimiento, la documentación requerida para, que el alumno pueda hacerse un productor competente y concienzudo, entonces se miraría como una promesa auspiciosa el que fueran muy frecuentados tales centros. Simples almácigas de proletarios profesionales, en cambio, se comprende que su frecuentación se la considere una amenaza”. (Figari, Tomo I, pág. 184-185)

Por el día de hoy  –y a cuenta de mayores abundamientos académicos en instancias que esperamos cercanas–, deseo referirme a las sorprendentes afinidades entre las concepciones de Pedro Figari, el educador centrado en la enseñanza artístico industrial, y la formidable experiencia de la Bauhaus. 

Los vínculos estrechos entre la perspectiva estética y educativa de Pedro Figari y la de Walter Gropius y sus colegas de la Bauhaus  –sin olvidar el carácter pionero del uruguayo–, han sido señalados con eficacia: “Ninguno de estos grandes creadores europeos, por supuesto, tenían la menor idea de que en un lejano país sudamericano, un maduro abogado había intentado crear una escuela bajo análogos principios, con idéntica intención renovadora, buscando a la vez superar el academicismo formalista del arte y el agrisamiento monótono de la producción industrial; del mismo modo, don Pedro no podía imaginar  que dos años después de clausurada su experiencia, en la lejana ciudad de Weimar, la Bauhaus abría un parecido camino, para revolucionar la arquitectura  y el diseño industrial, proyectando hasta hoy su  insoslayable influencia en el paisaje de nuestras ciudades y el ambiente de nuestras casas”. (Sanguinetti, 2002,  pág. 199)

Sin embargo, si bien se ha enfatizado con acierto que los proyectos educativos de Figari, además de toda su concepción filosófica del arte, guardan muchos puntos de contacto con los de la Bauhaus, y que en esas cuestiones el anticipo histórico corresponde al pensador y artista uruguayo, no se ha señalado en forma suficiente hasta ahora otros peculiares rasgos en común, como la irreverencia, el humor, la alegría vital, aproximadamente superpuestos en el tiempo. 

Es decir, por un lado, hay un espíritu burlón, iconoclasta, que recorre momentos de Arte, estética, ideal (1912) y buena parte de las páginas de El Arquitecto (1928) e Historia kiria (1930). Por la otra parte,  Jeannine Fiedler ha aludido a las“actitudes espirituales antiacadémicas” de la Bauhaus, desde su apertura en 1919 hasta su clausura en 1933 (Fiedler y Feierabend, 2006, pág. 10) y Martin Faas se ha referido a “una actitud lúdica ante lo esencial” (Opus cit., pág. 252). 

Por si fuera poco, mientras don Pedro Figari pintaba fiestas, los miembros de la Bauhaus las organizaban con entusiasmo (Opus cit., pág. 126 y 172).  Uno y otros disfrutaban del “gozo de la experimentación”  (Opus cit., pág. 10).

Culminemos, de modo provisorio, estos cotejos y aquellos recuerdos. Ellos han sido hilvanados con el mero próposito de invitar a la lectura de cualquiera de las obras de Pedro Figari. 

Un buen comienzo –para ponerse a tono con las celebraciones que las autoridades de gobierno y las instituciones vinculadas a la educación o la cultura deberían emprender el año entrante–, sería perder el miedo de leer, incluso de corrido, los tres tomos de Arte, estética, ideal (breves en realidad cada uno de ellos, por el impulso contagioso que los anima, y por la amenidad con que dibuja sus variopintos ejemplos de talante naturalista). Muchos quedarán sorprendidos: además del artista plástico, tampoco Figari, el filósofo, parece envejecer. La frescura de sus páginas demuestran más bien todo lo contrario.

* Profesor de Cultura y Sociedad Contemporánea
FACS – LI – Universidad ORT Uruguay

REFERENCIAS

ANASTASÍA, Luis Víctor (1993). Figari, lucha continua. Edición del Instituto Italiano de Cultura de Uruguay y la Academia Uruguaya de Letras. Montevideo. 

ARDAO, Arturo. (1968). Etapas de la inteligencia uruguaya. Departamento de Publicaciones de la Universidad de la República. Montevideo.

ARDAO, Arturo (1956).  La filosofía en el Uruguay en el Siglo XX. Fondo de Cultura Económica. México.

BATTEGAZZORE, Ma. Luisa & CARBAJAL, Nancy (2011 a). Pedro Figari: tradición y utopía. Edición Psicolibros Waslala y Ministerio de Educación y Cultura (Fondos Concursables). Montevideo.

BATTEGAZZORE, Ma. Luisa & CARBAJAL, Nancy (2011 b). “Pedro Figari, ese famoso desconocido”. Conferencia dictada el 4 de junio de 2011 en la antigua residencia del  filósofo Carlos Vaz Ferreira y Quinta del Barrio Atahualpa.  Disponible en: http://www.youtube.com/watch?v=u98nUJToTOs
http://www.youtube.com/watch?v=L6vbyMLCALA
http://www.youtube.com/watch?v=cWHoVq0dvCI

FIEDLER, Jeannine & FEIERABEND, Peter (2006).  BAUHAUS. Edición H.F.Ullman. Impreso en China.

FIGARI, Pedro (1960).  Arte, estética, ideal. Prólogo de Arturo Ardao. Ministerio de Instrucción Pública y Previsión Social. Biblioteca Artigas. Colección Clásicos Uruguayos. Volúmenes 31, 32, 33. Tomos I, II y III. Montevideo.

FIGARI, Pedro (1965).  Educación y arte. Prólogo de Arturo Ardao. Ministerio de Instrucción Pública y Previsión Social. Biblioteca Artigas. Colección Clásicos Uruguayos. Volumen 81. Montevideo.

FIGARI, Pedro (2006). El crimen de la calle Chaná. Vindicación del Alférez Enrique Almeida. Exposición de la defensa a cargo de Pedro Figari, Abogado. Edición facsimilar de homenaje del Ministerio de Relaciones Exteriores y del Consejo de Educación Técnico Profesional, UTU, a partir de la edición original de 1896 de la imprenta Atística y Librería de Dornaleche y Reyes. Montevideo.

FIGARI, Pedro (2011). El arquitecto. Prólogo de María Luisa Battegazzore y Nancy Carbajal. Ministerio de Relaciones Exteriores, Consejo de Educación Técnico Profesional, UTU. Montevideo.

FLÓ, Juan (1995). “Pedro Figari: pensamiento y pintura” en  Ensayos en homenaje al doctor Arturo Ardao, FHCE – UdelaR, Departamento de Publicaciones. Montevideo.

ORIBE, Emilio (1968). Poética y plástica. Prólogo de Alfonso Llambías de Azevedo. Ministerio de Cultura. Biblioteca Artigas. Colección Clásicos Uruguayos. Volúmenes 134 y 135. Tomo I y II. Montevideo.

SANGUINETTI, Julio María (2002). El Doctor Figari. Ed. Aguilar – Fundación BankBoston. Montevideo.

Published

2011-11-24

Issue

Section

Culturales