DANIEL ORTEGA: FRAUDE Y POPULISMO

Autores/as

  • Adolfo Castells Mendívil

Resumen

Decía el sacerdote y guerrillero sandinista Miguel d’Escoto, Ministro de RR.EE. (1979-1990): “Nicaragua es tierra de curas, poetas y guerrilleros”. Y a veces, caso de su compañero de gabinete, el Ministro de Cultura Ernesto Cardenal, las tres cosas. Daniel Ortega, no es cura, nada poeta, ex guerrillero con infinitas ansias de poder y muy pocos escrúpulos. 

Acaba de ser reelecto Presidente con un 62% de los sufragios. En el eje bolivariano comandado por Hugo Chávez, los fraudes populistas son mucho más sofisticados, ya que se cometen antes de las elecciones. Sin embargo en la Nicaragua de Ortega, también hubo durante los comicios.

De acuerdo a la opinión de todos los juristas independientes, la reelección de Ortega era inconstitucional. Por un doble motivo: el artículo 147 de la Constitución prohíbe que los Presidentes en ejercicio sean candidatos a la reelección y asimismo  inhibe a un Presidente que ha ocupado el cargo durante dos períodos a ejercer un tercero.

Ortega desde 1979, luego del triunfo de la Revolución Sandinista, a 1985, fue miembro de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (lo cual no lo inhabilita), pero de ese año 1985 hasta 1990 fue Presidente de la República, así como lo es ahora en el período 2006-2011. O sea en dos oportunidades.

Habiendo fracasado en su intento de reformar la Constitución para ser reelecto, ya que no conseguía los votos necesarios en la Asamblea Nacional, en una maniobra “chavística”, hizo que la muy oficialista Corte Suprema de Justicia diera lugar al recurso de amparo que interpuso.

Y los fundamentos son de Ripley. El órgano máximo del Poder Judicial interpretó que la reforma a la Carta Magna de 1995 prohibiendo la reelección continua, “violaba los derechos humanos y constitucionales de Ortega y de 109 alcaldes que se ampararon” y declara inaplicable el artículo 147 de la Constitución del país. ¡La prohibición constitucional es inconstitucional!

Llegamos así, con ese engendro tramposo, a los comicios del 6 de noviembre y la primera irregularidad es que fueran supervisados por un Consejo Supremo Electoral (CSE), por supuesto oficialista, cuyo período de funciones había expirado el 4/7/2011, y no se nombraron sustitutos para que pudiera permanecer el mismo.

Instituciones de observadores independientes (Ipade, Ética y Transparencia) denunciaron anomalías del CSE en la emisión de credenciales de votación, impidiendo así el sufragio de miles de ciudadanos.

También la oposición ha rechazado los resultados evidenciando quema de papeletas, irregularidades varias y recuento de votos sin la presencia de sus fiscales. Además de señalar que ninguna encuesta le daba al Presidente más del 48%. 

El principal rival de Ortega Fabio Gadea, candidato del Partido Liberal Independiente, al negarse a admitir el triunfo del sandinista pedófilo, denunció “un fraude de proporciones inéditas”.

Andrés Oppenheimer (Nuevo Herald, 10/11/2011) en un artículo titulado: “El “error” de la OEA en Nicaragua” ha dicho que lo más asombroso de la elección ha sido que la victoria de Ortega fuera “bendecida con entusiasmo por el Secretario General de la Organización de Estados Americanos, José Miguel Insulza”. Y cuenta que “Insulza fue citado en una declaración de la misión de observación electoral de la OEA diciendo que en Nicaragua ayer avanzó la democracia y la paz”.
 
“¿De veras? ¿Honestamente piensa eso?” le preguntó Oppenheimer a Insulza en una entrevista telefónica. Y el jerarca de la OEA le contestó que fue un error y lo había hecho sacar del comunicado porque era lo que él le había dicho a Ortega. Vale decir, el “error” fue que se diera a publicidad, pero que era el pensamiento de Insulza, no cabe duda, con lo cual es otra perla del más alto funcionario regional y su miedo reverencial a los populismos autoritarios.
    
Eso en contradicción con lo afirmado por los jefes de las misiones de observación de la OEA, Dante Caputo y de la Unión Europea, el eurodiputado socialista español Luis Yáñez, que denunciaron obstáculos a su labor por parte del CSE, no pudiendo supervisar la totalidad de las mesas electorales asignadas.
   
Ahora bien, sin perjuicio del fraude electoral (hubiese ganado igual por el fraude  previo, pero sin mayoría absoluta) hubo otros factores para forjar el triunfo de Ortega. En primer lugar, uno no menor: Hugo Chávez con sus cientos de millones de petrodólares y el Socialismo del Siglo XXI, creando con el nicaragüense una empresa privada, Albanisa, que tiene el monopolio de la importación de combustibles desde Venezuela y el monopolio de la exportación de alimentos desde Nicaragua a Venezuela. Eso le permite al sandinista operar, tener una caja de pago de favores y perpetuarse en el poder, como todos los “bolivarianos”. 
   
Asimismo, Daniel Ortega se presenta como un social-demócrata, que dejó a un lado —sinceramente o no— sus veleidades marxista-leninistas de otrora. Y enfrentó a una oposición totalmente fragmentada, contando con el sostén de las FF.AA. (llevó a un ex militar como Vicepresidente) y con el apoyo de la Iglesia Católica, en un país donde ello tiene su importancia. Quizás por eso, no le hizo mella la acusación de violación de su hijastra, que pese a que proscribió debió haber afectado su imagen.
   
Desde el 2006, dispuso de todos los recursos del Estado, repartió empleos públicos y materiales de construcción; hizo asistencialismo proselitista; protegió a matones y piqueteros; prohibió el registro de algunos candidatos, cuando no los intimidó; y compró o amenazó a los medios de comunicación. 
   
Entonces, fraude y populismo (¿pleonasmo?) parecen haber sido las armas para imponer la reelección de otro integrante del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de nuestra América), festejada por el más antiguo de los dictadores mundiales, Fidel Castro y su delfín Hugo Chávez.

Como para desconfiar del futuro…

*Escritor, Periodista, Analista Internacional, Ex Embajador.

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Publicado

2011-11-17

Número

Sección

Política internacional