Libre comercio entre Colombia y Estados Unidos
Resumen
Colombia, una de las economías que continúa sobresaliendo en la región latinoamericana por el manejo de sus variables macroeconómicas, avanza en sus deseos de inserción global a través de la reciente puesta en marcha de un tratado de libre comercio con Canadá y de la negociación de cada vez más acuerdos de integración económica y comercial con los que considera aliados en esa materia. Tal como se ha dejado evidenciado en múltiples trabajos académicos y periodísticos, el actual presidente Santos ha mantenido la tendencia que en materia económica dejó su antecesor Uribe y se decanta por fortalecer el diálogo económico regional bilateral y multilateral.
Durante las últimas semanas se ha hablado mucho del citado tema a causa de la ratificación que en el senado estadounidense se hizo del tratado de libre comercio entre Colombia y el país del Norte. Como dato anecdótico, se trataba ya de un documento que empezaba a sentirse en el olvido, pues la firma del acuerdo se hizo desde 2006, cuando las relaciones bilaterales eran lideradas por Álvaro Uribe Vélez y George W. Bush, respectivamente, y durante 5 años se forzó a Colombia a moldear, diseñar y cambiar sus políticas públicas para acceder a la complacencia del legislativo norteamericano, y votar a favor del acuerdo.
Lo cierto es que se logró la ratificación y empezaron con ella las preguntas frente a lo que podrá suceder con la implementación y aplicación de las bases del arreglo negociado hace un lustro. Incluyendo allí afectaciones de diferente índole, se ha hecho más fuerte hablar de los efectos oscuros que de las bondades del pacto comercial.
Un primer gran impacto negativo al respecto se dio cuando el ministro de agricultura colombiano, el señor Juan Camilo Restrepo, salió a los medios –de manera un tanto apresurada- a señalar que Colombia no estaba preparada para enfrentar una relación directa, de rebajas arancelarias, con el gigante del norte. Su intervención, desarrollada en medio del festejo originado una vez se supo que el congreso estadounidense había ratificado el tratado, golpeó el optimismo notablemente generalizado en múltiples sectores. Sin embargo, tuvo un sustento que ahora es bueno analizar.
Las negociaciones relacionadas con el libre comercio entre Estados Unidos y Colombia culminaron con muy buenas oportunidades para subsectores agrícolas como los de las frutas tropicales, las hortalizas, las cucurbitáceas (melón, patilla, ahuyama, calabaza y pepino) y las flores. En ellos se han evidenciado importantes oportunidades. Los floricultores colombianos están de plácemes, puesto que la preferencia arancelaria que los respaldaba (el ATPDEA) ya no se va a necesitar más. El TLC les asigna un arancel cero para ingresar a USA y ya no habrá vencimientos a dicha asignación.
Sin embargo, otros subsectores como los de granos y cereales, sumados a la ganadería, tendrán que asumir la implementación del acuerdo a manera de reto, pues el tema de los subsidios millonarios recibidos por sus contrapartes norteamericanas y la calidad en los esquemas de producción del mismo país, ponen en desventaja la producción colombiana y plantea la necesidad de una reinvención de los procesos y la aplicación de novedosas tecnologías y equipos que, por fortuna, podrán importar desde Estados Unidos con un arancel cero en la mayoría de los casos. El tratado además contempla una desgravación automática del 73% en las materias primas que se pueden importar desde los Estados Unidos para procesar manufactura en Colombia y exportarla luego, con valor agregado, a cualquier destino.
Ahora bien, para que la economía colombiana se sintonice correctamente en el libre comercio bilateral con la potencia económica más grande del planeta, urge que los pequeños productores, al igual que las pequeñas y medianas empresas, entiendan lo necesario que resulta hacerse innovador y asociativo. Es el camino acertado para no dejarse vencer por las oleadas productivas que ingresarán en los años por venir.
Esto que se acaba de desarrollar conecta, entonces, con un aspecto negativo más. Entre la firma y la ratificación del acuerdo comercial entre Washington y Bogotá pasaron cinco años que no fueron aprovechados por el gobierno colombiano, los empresarios ni los industriales –en general- para poner al país, a sus sectores o al aparato productivo en la realidad del siglo XXI. Sólo ahora que se ha ratificado, entonces, cada uno de ellos sabe que es momento de cambiar para evitar el desastre que puede presentarse si no se adecuan las circunstancias para el ingreso de toda la producción estadounidense.
Afortunadamente también, los procesos de desgravación para la producción norteamericana que ingresará a Colombia están estructurados en tiempos justos para que todo quien desee insertar su negocio a un nivel mínimo de competitividad lo pueda lograr. El agro colombiano, por ejemplo, cuenta con un periodo de gracia lo suficientemente amplio para modernizarse y actualizar sus estándares productivos. La producción de maíz, por ejemplo, ingresará en un plan de eliminación arancelaria a 12 años, mientras que los arroceros contarán con 19 para que se llegue al 0% en términos arancelarios.
Para obtener un nivel en el que los colombianos y los estadounidenses compitan en relativa igualdad de condiciones faltará mucho si el Estado colombiano no toma cartas en el asunto. Será prioridad una política estatal que fortalezca cada sector involucrado en el acuerdo y le facilite el camino hacia la competitividad y el liderazgo de cada sector.
Con una política estatal favorable a la competitividad y con el aprovechamiento del acceso a maquinaria de trabajo estadounidense sin el pago de aranceles, Colombia podrá aprovechar para avanzar a un ritmo superior del que hasta ahora ha propuesto. Aunque el país cafetero está creciendo a niveles mayores al 5% en una época en la que eso no resulta común, su proceso de adaptación a las dinámicas del comercio mundial debe ser superior al que posee. De lo contrario, se tendrá que limitar a sentir las afectaciones del libre comercio con las naciones desarrolladas, puesto que con el TLC ratificado con los Estados Unidos, ya es el tercero que alcanza con una economía industrializada.
Otro aspecto importante en relación con el desarrollo y puesta en marcha del TLC entre los dos países es la posibilidad que se abre para el fortalecimiento de las relaciones internacionales latinoamericanas. Esta tesis, soportada por la Asociación Nacional de Industriales (ANDI) de Colombia y por múltiples académicos, se explica desde una lógica conjunta del comercio entre Estados como Chile, Perú y México, que empezarán a entender en Colombia a un actor de mayor capacidad de maniobra y de más alta competitividad.
Se facilitarán también las posibilidades de inversión para empresas que buscan instalarse en América Latina con objeto final orientado hacia el tema de las exportaciones al mercado estadounidense, por lo que para la ANDI “el TLC le permite a Colombia igualar las condiciones de acceso que (hasta ahora) tenían países como México, Chile y Centroamérica que cuentan con tratados ya vigentes con Estados Unidos”. En términos prácticos, la integración regional se verá fortalecida con la puesta en marcha del tratado.
Lo real es que como en todo proceso de negociación de acuerdos o tratados de liberalización comercial, para este caso es preciso considerar que desde la perspectiva colombiana habrá beneficiados y perjudicados con la implementación del citado TLC; pero si los objetivos del gobierno nacional logran conjugarse con los del empresariado, los campesinos, pequeños productores y la sociedad en general, entonces, la huella negativa será manejable sin grandes contratiempos. Entre tanto, los beneficiados de ello, podrán impactar de manera positiva la economía y la sociedad nacional, facilitando el camino al desarrollo de una nación que avanza cada vez más a la pacificación de sus estructuras y a la consecución de altos niveles de equidad y seguridad.
*Profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad EAFIT.
Actualmente hace parte del grupo de investigación en Estudios Internacionales de la misma universidad y se dedica a temas de política exterior y relaciones internacionales latinoamericanas.
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