ARGENTINA: MÁS QUE UN TRIUNFO KIRCHNERISTA FUE UNA PALIZA A LA OPOSICIÓN

Autores/as

  • Adolfo Castells Mendívil

Resumen

En las primeras “primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias” de Argentina, arrasó con más del 50% de los votos, la actual Presidente Cristina Fernández de Kirchner. Lejos aparecen con un poco más del 12% Ricardo Alfonsín y Eduardo Duhalde; Hermes Binner con 10%; A. Rodríguez Saa con 8%; Elisa Carrió apenas sobrepasa el 3%; y Jorge Altamira es el único de los “chicos” que supera el 1,5% requerido para poder acceder a las nacionales.
  
Nadie, ni ella misma, ni las encuestas oficialistas ni las verdaderas, ni los referentes incondicionales como Aníbal Fernández o Luis D’Elía; nadie esperaba un triunfo tan amplio y rotundo.   
  
Porque la verdad es que en las últimas semanas una serie de avatares no fueron favorables a la Sra. de Kirchner. Y me refiero las Madres de Plaza de Mayo con el escándalo Schoklender; luego Macri con sus 20 puntos de ventaja en la primera vuelta;  siguiendo por la eliminación de los albicelestes de la Copa América, que impidió un triunfalismo oficialista en la cadena nacional; a los que se sumó el ADN negativo de los hijos de la señora Noble, otra derrota de Cristina Fernández quién había avalado las actuaciones de las “Abuelas” en ese caso.
    
Y a eso hay que sumarle los últimos traspiés del gobierno con el intentado abuso que se pretendía perpetrar —complicidad de Julio Grondona mediante— en el fútbol de ese país, al juntar las divisionales Primera y B en un “megatorneo” de 38 cuadros, para favorecer la recaudación del gobierno en los derechos de TV, que sólo abarcan la Primera División. Proyecto abortado desde el mismo gobierno por la casi unánime polvareda que levantó en la vecina orilla. Más la exitosa segunda vuelta de Macri, la derrota del candidato del “cristinismo” en Santa Fe, donde entró tercero; y las elecciones en Córdoba con el triunfo de un peronista —de la Sota— ajeno a la Presidente y que nunca se definió por la reelección de Fernández de Kirchner.
   
Todo ello no contó al momento de ir a las urnas el domingo 14 de agosto y hay varias razones para el triunfo aplastante de la Presidente, pero fundamentalmente se pueden resumir en dos complementarias que primaron sobre todas las otras: la bonanza económica y las culpas de la oposición.
   
LA BONANZA ECONÓMICA. Bill Clinton triunfó en las elecciones de 1992 contra George Bush padre que pretendía la reelección y que durante su período de gobierno vivió el fin de la Guerra Fría y el derrumbe del Muro de Berlín, además del éxito de la Guerra del Golfo, pero dejaba un país al borde la recesión. Sin embargo se decía que la política internacional hacía de Bush un imbatible. Y James Carville, principal estratega de Clinton, había pergeñado una frase cuando le decían lo difícil que era ganarle a Bush y que se convirtió en un eslogan de la campaña: “It's the economy, stupid”.
   
Y es finalmente lo que primó en Argentina, como suele ocurrir en muchos países del mundo. Y no importó al más del 50% que votó a la Presidente, lo que escribe Jorge Lanata (Perfil, 15/8/2011): "Ganaron junto a Schoklender, los aviones de Jaime, las licitaciones de De Vido, Fútbol para Todos, los alquileres de Zaffaroni, el escándalo del Inadi, las tierras fiscales de Calafate, los jueces venales, la caja de la Anses, los intelectuales alquilados y la inflación vendada”.

Por otro lado, la Sra. de Kirchner con un discurso más moderado que el de su finado esposo, le sacó partido a la adversidad de la viudez, no dejó de resaltar en todo momento las bondades del “modelo argentino” y de repartir asistencialismo con los fabulosos ingresos de la soja y otras materias primas; sin que la oposición siquiera tuviera un plan económico válido, aunque fuese un proyecto utópico. Más bien fue un tema que todos los opositores soslayaron.

LA OPOSICIÓN. Además de lo antes expresado, ninguno de los opositores se presentó como una alternativa de poder, con un candidato atractivo y con trayectoria, ninguno se mostró como un recambio, y quedó demostrado que las derrotas del gobierno en las pasadas elecciones de la Capital Federal, de Santa Fe y en algún otro lugar, se debieron a los líderes regionales que daban garantías de gobernabilidad.  

No supieron tampoco convencer a la gente que el cuestionamiento que se le hace al gobierno por su falta de respeto a la institucionalidad, no iba a significar si ellos ganaban, que la situación económica se deteriorara.

Una derrota como la del domingo, tendría que haber conllevado una severa autocrítica de los postulantes opositores y ello no ocurrió ni por asomo. Ricardo Alfonsín minimizó los resultados afirmando que era “una elección preliminar”; Eduardo Duhalde estaba esperando llegar segundo para —según dijo— festejar (qué iba a festejar, nadie sabe). Solamente Elisa Carrió que casi desaparece como figura de referencia, hizo su “mea culpa”, mientras Macri en lugar de movilizar a sus tropas para que votasen ya sea a Alfonsín o a Duhalde, se fue de viaje y no participó en los comicios primarios.

Finalmente, como lo señala Morales Solá (La Nación, 15/8/2011) la oposición confió “en una sociedad supuestamente fatigada de las formas del kirchnerismo y hasta de sus gastados íconos, de su reincidente autoritarismo, de sus distorsiones de la historia y del presente y de su módico afecto institucional. Todo eso puede ser cierto, pero la oposición no advirtió una extendida sensación social de estabilidad económica…”

EN SÍNTESIS, si las cosas siguen como hoy, Cristina Fernández ganará en la primera vuelta y para ello solo necesita el 40%. Le sobran 10%. Y las cosas van a seguir como hoy, puesto que la oposición no va a hacer en 60 días lo que no fue capaz de hacer en casi 10 años. Y si la Presidente repite el 50% no sería de extrañar que se planteara una reforma constitucional para permitirle otra reelección. Ese es el panorama en la vecina República.


*Escritor, Periodista, Analista Internacional, Ex Embajador.

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Publicado

2011-08-18

Número

Sección

Política internacional