Encrucijadas Pacíficas
Abstract
La firma del tratado de cooperación entre Perú, Chile, Colombia y México marca un hito importante en la creatividad del regionalismo sudamericano y reafirma la existencia de un bloque de países con orientaciones similares en materia macroeconómica pero también del punto de vista geopolítico.
El bloque del Pacifico, cuyas ambiciones son bastante más reducidas que las del Mercosur, procedió a anclar su proyecto a un mundo en el cual Asia se ha convertido ya, a todas luces, en el eje central. A la diferencia del Mercosur, que permanece profundamente enraizado en la cultura Atlántica y que pudo oficiar de puente entre el continente europeo y América Latina durante los últimos 20 años, el eje del Pacifico ha apostado por una integración de su proceso productivo con la evolución de los mercados de Asia Pacifico. Más allá de las importantes diferencias socio-económicas pero también políticas que distinguen a países como Perú, Colombia, México y Chile entre ellos, pero también frente a otros estados emergentes asiáticos, esta asociación se inscribe en un proyecto de construcción dinámico, indefinido pero también impreciso.
Convengamos que este eje andino difícilmente podría instrumentalizar un pasado glorioso más allá del océano, como el de la América Atlántica, que fue la cuna del intercambio comercial de masa, de imperios en trashumancia, de navegadores aguerridos y de exilios económicos y culturales significativos.
Los países del eje pacifico fueron en cierta medida condenados a ver esas transformaciones desde una posición de espectadores forzados, traicionados por su geografía, que los colocaba allende la cordillera y que los fue progresivamente desplazando a las márgenes de la historia moderna del continente. La inmensidad del Océano Pacifico, la ausencia de vínculos comerciales y culturales con los países de Asia y de Oceanía –hasta un pasado reciente al menos- llevó a que este conjunto de países debiesen de valerse por sí solos y creasen sociedades autorreferentes.
A pesar de que gran parte del siglo XX permitió a este conjunto de naciones transitar por avenidas institucionales y sociopolíticas comparables a las de sus vecinos atlánticos, no dejó de acarrear un conjunto importante de frustraciones especificas relacionadas con la incapacidad de acceder al desarrollo, la persistencia endémica de desigualdades sociales y, sobre todo, una débil inserción al continente y al mundo.
La violencia de los procesos políticos en este área (violencia de Estado, pero también violencia entre clases sociales) llevó a lo que fueron quizás los episodios más oscuros de la historia sudamericana reciente, entre los cuales figuran la larga dictadura de Pinochet en Chile -17 años-, la guerra civil en Perú durante los años 1990, el conflicto entre Ecuador y Perú en 1996 y la persistente guerra al narcotráfico en Colombia, que hasta el día de hoy no encuentra solución definitiva.
La globalización de los 1990, con su lote de reformas de mercado y de democratización alteró en parte este cuadro y permitió que estas sociedades condenadas al aislamiento geográfico pudiesen conectarse con el resto del mundo a través de la puerta quizá más inesperada.
El peso creciente de Asia en esta parte del continente a través del Fórum Económico de Asia Pacifico (FEAP) y la APEC pusieron en evidencia un cambio del eje geoestratégico del nuevo milenio y abrieron la posibilidad para que los países de la región pensasen fuera de los esquemas establecidos, lo que habían sido relaciones paternalistas con los Estados Unidos y Europa.
Quizá el interés más grande que tenía este esquema de integración era su modestia: lejos de las ambiciones industriales del MERCOSUR –y su laboriosa política automotriz - esta red de acuerdos estaba mayoritariamente destinada a facilitar el intercambio comercial, cualquiera que este fuese y a través de la mayor cantidad de canales disponibles.
La apuesta por los servicios y las inversiones directas extranjeras encontraba su aspiración en el modelo de desarrollo de Asia del Sureste que había encontrado su origen en un desarrollo industrial endógeno, pero también en un proceso de desarrollo económico orientado al extranjero a través de los ejes aquí descritos.
El modelo de integración del área pacifico ha procedido al día de hoy por un canal similar, que llevó a una rápida expansión de las inversiones extranjeras colombianas y chilenas a lo largo de la región andina, lo que favoreció a su vez la integración de servicios indispensables al desarrollo regional.
El rápido desarrollo del sector de la aviación civil es quizá un ejemplo vibrante de esta integración por el mercado, con la expansión de Avianca-Taca y Lan Chile y su proyecto de fusión con la brasileña TAM. Este proceso ha permitido el nexo entre capitales y ciudades secundarias y creado un efecto multiplicador en el sector aeronáutico, pero también portuario, con la multiplicación de operaciones de inversión en los puertos del Callao Iquique y Valparaíso.
Otro ejemplo no menos importante ha sido la reciente fusión de las bolsas de valores de Lima con la de Santiago y la de Bogotá, lo que ha permitido, con la adición reciente de México, crear el mercado bursátil más importante de América Latina en términos de cobertura geográfica y de capitalización. Esta iniciativa debería permitir a los países de la región multiplicar a niveles insospechados el nivel de inversión extranjera, teniendo en cuenta el atractivo de los mercados locales y las tasas de crecimiento de los últimos años. La importancia de este proceso es aún más relevante si se tiene en cuenta la orientación resueltamente favorable al libre mercado que ha marcado a este conjunto de países en los últimos veinte años.
¿Puede ser que este sea el camino para un nuevo modelo de integración para el siglo XXI, a diferencia de las experiencias pasadas en la región?
Nada es seguro a la fecha, en la medida en que la interdependencia entre la esfera política y económica exige que exista una adecuación entre este desarrollo por el mercado y una convergencia de visiones del desarrollo futuro a nivel político. Y es quizá este el eslabón más débil de esta nueva alianza, en la medida en que las visiones de desarrollo a mediano plazo no están sustentadas en todos los países por coaliciones de actores sociales y políticos estables, como acaba de demostrar el ascenso irresistible de candidatos antisistema en Perú. Asimismo, tanto en países como Ecuador y Chile, la calle desafía a los concesos de la elites políticas y administrativas, y augura vientos de cambio que todavía no han sido plasmados en fuerzas de oposición.
La apuesta de esta integración del área Pacifico solo podrá prosperar en la medida en que esta dinámica de cambio llegue al conjunto de los países miembros, lo que plantea a la alianza la obligación de solucionar a través una prosperidad más justa, los problemas endémicos de desigualdad que azotan a los países de la región.
*Doctor en Ciencia Política del Instituto de Estudios Políticos de Paris.
Master en Política Comparada en Sciences-Po Paris y
Master en Estudios Post-soviéticos del Programa IMARS (European University of Saint-Petersbourg/Berkeley).
Actualmente es maestro de conferencias de la
Universidad Americana-IES Paris y Sciences-Po Paris
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