Una mirada teórica sobre los avances de la extrema derecha en los sistemas políticos europeos en los últimos años. (Cuarta Parte)

Authors

  • Sebastián Bidegain

Abstract

Tras una necesaria mirada histórico-filosófica del surgimiento y evolución de la extrema derecha europea en los últimos dos siglos, nos concentraremos en su realidad actual. Daremos una mirada general sobre los aspectos políticos más preponderantes del discurso y de la visión que tiene para con Europa y su entorno.     
En el artículo anterior habíamos concluido que a partir de que el Frente Nacional Francés de Jean-Marie Le Pen ganara importancia en las elecciones al parlamento europeo de 1984, la extrema derecha inició una nueva etapa de desarrollo, adquiriendo considerable fuerza, hasta nuestros días. 

En la actualidad, en toda Europa, existe cerca de 21 partidos que funcionan bajo consignas de extrema derecha. De entre los casos más exitosos pueden mencionarse, claro está, el actual Frente Nacional de Marine Le Pen, partido ejemplo por su tesón a la hora de proponer políticas anti- inmigratorias; el Partido Radical Serbio, que cuenta con la simpatía de casi el 30% del electorado, el partido de los Verdaderos Finlandeses, que tras las elecciones parlamentarias de este año, se ha consagrado como la tercera fuerza representativa en las cámaras del país; y el Partido de la Independencia del Reino Unido, que cuenta con 12 de las 73 bancas británicas en el Parlamento Europeo.

La relevancia que hoy tiene la extrema derecha en el mundo político de Europa no es superlativa, aunque van ganando en importancia en su incidencia sobre la toma de decisiones de los distintos gobiernos en determinadas cuestiones, como es el caso de la inmigración. Dos ejemplos claros, continuando con el caso de Francia, ilustran este asunto: la expulsión de gitanos acusados de alterar el orden público, en el 2010; y hace poco, el cierre temporal de la frontera con Italia para evitar el ingreso de un tren con pasaje inmigrante. Son medidas que demuestran la permeabilidad del gobierno de Sarkozy, en un intento de competir en el mismo terreno del Frente Nacional. 

En Dinamarca el Partido del Pueblo, que representa a la mayoría liberal conservadora en el parlamento, ha utilizado un informe económico que fuera solicitado por el gobierno para propaganda anti-inmigratoria. Según su interpretación de dicho informe, el país se ahorraría unos 2.100 millones de euros al año al implementar restricciones a la inmigración. Dicho dato, cabe agregar, fue negado luego por los autores del informe.

Lo más alarmante de la extrema derecha en el entretejido formado por el aspecto político y el social es el alcance que los partidos puedan llegar a tener en términos de grupos civiles agresivos o, incluso, milicias armadas. 

Un notorio y por demás preocupante caso ocurrió en Hungría, a finales de marzo de este año, con grupos de milicianos del Jobbik, el partido de extrema derecha húngara, que accediera al parlamento con un 16,8% de los votos en el 2010. Se instaló y patrulló, durante semanas, ciertos poblados del norte del país con el fin de controlar la delincuencia gitana en ciertos guetos. Lo más llamativo del caso fue el alojamiento y alimentación que los militantes obtuvieron de los lugareños y, más grave, la condescendencia del poder ejecutivo húngaro.

Como puede notarse claramente, el discurso de “nosotros y ellos” que tomara cuerpo hacia fines del siglo XVIII persiste, se adapta y filtra en las políticas de inmigración. “Los llamamientos a limitar la inmigración "no occidental" se extienden por Europa como la pólvora”, refiere el diario digital “Presseurop”. 

La idea detrás de esa presión anti- inmigratoria es, por un lado, la incompatibilidad cultural y la no adaptación, todo lo cual viene dado por las bases mismas de la doctrina, que ya hemos visto en oportunidad de los artículos anteriores. En segundo lugar, demuestra cómo los inmigrantes son el chivo expiatorio ante el problema del desempleo. Al respecto, la extrema derecha insiste, en aras del  nacionalismo, que la competencia laboral que significan los inmigrantes, en especial los no occidentales, debería terminarse. Esto deja entrever, a su vez, primero, con respecto al detalle de “no occidental”, la base racialista1 y racista que aún persiste en el discurso. Y en segundo lugar, apunta directamente a una clara crítica a la globalización.   

El proceso de globalización que se profundizó a principios de los noventa es señalado como el principal responsable por el aumento de la población inmigrante, así como del colonialismo cultural estadounidense, la integración político-económica de Europa y el choque de civilizaciones. Todo lo cual, según la extrema derecha, lacera tanto la economía como la cultura y la nacionalidad. La participación en este proceso, siguiendo el razonamiento, habría dejado vulnerable a cada nación ante los avatares de la crisis económica actual y las amenazas del mundo no occidental, especialmente el islámico. Sobre este punto cabe resaltar que la mayoría de los europeos que sienten aversión hacia el islam no lo sienten por causas raciales, sino en defensa de los valores progresistas que éste rechazaría, como el laicismo y la igualdad entre hombres y mujeres. Conociendo esto, la extrema derecha muestra una vez más su capacidad de adaptación, y brega en contra de la inmigración islámica en pro de esos valores “puramente occidentales”.  

Pero el discurso va más allá de la sola xenofobia. El aspecto económico constituye otro de los puntales base y por tanto merece ser destacado. Para generalizar, dejando un poco de lado las peculiaridades, puede decirse que la extrema derecha tiene en cada país, como cita el diario digital “Los Andes”, un argumento similar: “la Unión Europea ha crecido en exceso, la moneda común es el origen de todos los males financieros, los socios en peligro no deben ser rescatados…”

El fuerte rechazo del euro como moneda europea es un común denominador en los discursos de todos los partidos de extrema derecha. La incidencia en la economía comunitaria de la mala gestión griega y los inconvenientes económicos de Irlanda, España y Portugal, por mencionar los casos quizás más notorios, dan impulso a propuestas de abandono de la moneda común. Aunque, tal vez, en este aspecto, la extrema derecha pueda funcionar como la voz que dice “lo que todos piensan y nadie se atreve a decir”. 

En lo que respecta a la comunidad en sí la idea no parece ser del todo clara. Lo cierto es no se ha planteado una desagregación europea. Es posible que aquí el nacionalismo haya encontrado un límite. Como algo casi jocoso de narrar, bajo la voz de "Patriotas de todos los países europeos, uníos", el líder del Partido Liberal Austríaco, Heinz-Christian Strache, ha conminado a todos los simpatizantes de la doctrina a unirse en la lucha por la creación de una "Europa federal de patrias". Ésta es una iniciativa que por su “eslogan” retoma con cierta ironía uno anterior que no viene para nada al caso. Pero sobre todo, señala que se pretendería una ralentización del proceso de globalización y a su vez, mantener el prestigio internacional económico europeo. Lo único que queda claro es que la unión serviría, en esta perspectiva extremista, de muralla al islam y de contrapeso a la centralización de Bruselas.    

Todo el discurso político, la visión y la acción, que en definitiva son el claro reflejo y síntesis de toda la base ideológica de la doctrina, es una amenaza en potencia, tanto a la integración económica, como al respeto de la diversidad en Europa y los derechos humanos. Los gobiernos del viejo continente pueden verse tentados por un extremismo de derecha que avanza en popularidad y de esta forma por tanto, atentarían contra sus valores e instituciones democráticos.

Es que justamente la avanzada de la extrema derecha es más un fenómeno político-social que un éxito meramente partidista. Los partidos de extrema derecha europeos se caracterizan por ser catch all, populistas, y atractivos a toda clase de personas, sin importar la edad o la inclinación política previa. De hecho, no puede entenderse la popularidad de la que goza actualmente la extrema derecha sino es a la luz de la sensación de vulnerabilidad que experimentan las clases trabajadoras y los jóvenes desempleados, y su inseguridad acerca de la capacidad real de los gobiernos de enfrentar con eficiencia esos desafíos. 

Parte de la clave del actual éxito de la extrema derecha se basa en señalar las principales fallas del sistema democrático y de los actuales partidos de gobierno, enmarcados en “ese contexto de nefasta globalización”. La aparente falta de respuesta a las inquietudes sociales por parte de los gobiernos deja un vacío que llenan los partidos de extrema derecha, que funcionan como un contrapeso que apunta a los responsables políticos y ofrecen además soluciones concretas.  

Por todo lo que antecede resulta razonable pensar que la extrema derecha deba su relevancia política a la sumatoria de todos los aspectos socio-económicos que afectan hoy la sensación de seguridad en la coyuntura europea. Ante todo, no debería caerse en el negativismo y darle a estos partidos mayor relevancia de la que en verdad tienen. Lo que sí debe causar preocupación es la militancia, los grupos radicales de civiles y los casos como el de Hungría. Pero incluso ante estos casos, es de esperar que las instituciones de justicia de la democracia actúen sancionando a los extremistas.

(1). Recordemos que el racialismo es una doctrina iniciada en el siglo XVIII. Su objeto de estudio es la diferencia entre los grupos humanos (razas) y cómo esas diferencias se traducen en los aspectos intelectuales, sociales y económicos. Fue sustento de pensamientos y conductas racistas.


*Estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales.
FACS - ORT

 

 

Published

2011-07-07

Issue

Section

Política internacional