“THE UNTALENTED MR. HOLLANDE” O LA PERDICIÓN DE LA IZQUIERDA FRANCESA
Abstract
En 1999, en una adaptación de la novela homónima de Patricia Highsmith, Matt Damon interpretaba, en “The Talented Mr. Ripley”, a un sociópata en busca de fama, reconocimiento y fortuna (los verdaderos cinéfilos reconocerán que la primera adaptación de la novela fue la francesa “Plein Soleil” en 1960). Tras una serie de incidentes, Ripley logra asumir la identidad del joven y frívolo dandy Dickie (muerte de éste mediante), embarcándose en un periplo de duplicidad, embustes y crimen.
Análogamente, en 2014 muchos franceses sin duda se preguntan quién es el personaje misterioso que se hace pasar por el Presidente de la República. ¿Quién es ese hombre que, tras la victoria de 2012, intenta personificar la imagen del “primer ciudadano” de Francia? No puedo más que notar ciertos paralelismos entre la ficción novelesca y los acontecimientos previos a la campaña electoral de 2012. Si me tomo el atrevimiento de comparar a Mr. Hollande con Mr. Ripley, entonces el rol del envidiado y seductor (por no decir libertino) Dickie no puede más que corresponder a Mr. Strauss-Khan. Como ya dije en otro artículo, si Mr. Hollande es hoy presidente, se debe más a la libido incontrolable e imperdonable de un alto jerarca internacional que a sus talentos propios. Ciertamente me responderán Uds. que no será la primera vez que un “accidente” político catapulta el inicio de una gran carrera hasta ahí destinada al olvido en los limbos del Palais Bourbon (puedo imaginar peores castigos…). Pero ahí donde la novela de Highsmith o la adaptación Hollywoodense se resumían a algunas horas de angustia psicológica, la presidencia de Mr. Hollande se asemeja, para la mayoría de los franceses, a cinco años en las inhóspitas regiones del Tártaro, con la excepción que el único pecado cometido ha sido el de otorgarle la confianza a un hombre que resultó indigno de ella.
Es difícil realizar un decálogo de los dos primeros años de la presidencia de Mr. Hollande, tantos son los fracasos y escasos los éxitos. Es indudable que uno de los puntos altos de su presidencia ha sido la intervención militar francesa en Mali y en República Centroafricana, ambas amparadas en Resoluciones de las N.U. y que contribuyeron a evitar mayores violencias sectarias y trataron de garantizar la estabilidad política de esos países. Su discurso en Ouistreham, en Baja-Normandía, en ocasión de las conmemoraciones de los 70 años del Desembarco fue igualmente un momento alto de su presidencia, resaltando emotivamente cómo el nacionalismo exacerbado, la codicia, el sectarismo y el fanatismo condenan irremediablemente a los pueblos a la barbarie, a la guerra y al exterminio. En épocas de “enfriamiento global”, de proteccionismo económico o de fanatismo sectario, hay que ser o muy cínico o muy Realista para desoír las advertencias del pasado. Me dirán Uds. sin embargo que una buena pluma no hace forzosamente un buen presidente; ¡no podría estar más de acuerdo!
La presidencia de Mr. Hollande se desmorona aún más rápido que su cota de popularidad en los sondeos de opinión, el último en fecha otorgándole tan sólo 13% de opinión favorable, record histórico para cualquier presidente desde la existencia de estas encuestas (hoy en día, para Mr. Hollande cualquier nuevo sondeo representa un nuevo record histórico de impopularidad…). Soy el primero en reconocer que es necesario poner límites a la tiranía de los sondeos, que la política no puede ser gobernada, dictada ni dependiente de las encuestadoras, que los hombres políticos no son candidatos de programas de telerealidad (aunque algunos se comporten como tal…), que las encuestas no son la expresión del pueblo soberano ni pueden sustituir al marco institucional de elección y refrendación de los candidatos y sus programas políticos. ¡Si caemos en la histeria de los sondeos y reclamamos la dimisión de tal o la disolución de tal tras cada nueva encuesta, tratamos la política con la misma nimiedad, irrespeto y desconocimiento que aquellos que resumen todo debate de ideas o toda interacción social a un “I like” en Facebook! Aún así…13%!!
Desde su elección, Mr. Hollande ha perdido al ala izquierda de su partido, a toda la izquierda de la izquierda, a los verdes, a los empresarios, a los sindicatos, a los obreros, a las clases menos favorecidas, a su primer Primer Ministro J. M. Ayrault (pronto perderá seguramente a su segundo Primer Ministro M. Valls). Ha perdido la confianza de la UE, no ha perdido la confianza de Alemania y Merkel sencillamente porque nunca la tuvo. Ha perdido a su compañera Valérie Trierweiler (y libro de confesiones explosivas mediante, ésta se ha encargado de ridiculizarlo y humillarlo frente al mundo entero). Ha recuperado los kilos que había perdido y ha perdido el pelo que había recuperado. Ha perdido la autoridad sobre varios de sus ex ministros (Cécile Duflot, Benoît Hamon, Arnaud Montebourg) que consideraron que ser Ministro de Estado les otorgaba el derecho de criticar y vilipendiar abierta y públicamente la línea política marcada por el Jefe de Estado. Ha perdido la oportunidad de ser digno y presidencial cuando debió serlo (“Moi Président”, promesa de campaña que prometía la ejemplaridad en sus acciones y en su vida privada, en clara alusión a Nicolas Sarkozy). Ha perdido el debate dialéctico al declararse Socialdemócrata, irritando a la mayor parte de la izquierda francesa (bastante reaccionaria es cierto), sin siquiera ganar el respaldo de los empresarios ni el apoyo del centro político. En definitiva ha perdido, luego de la victoria del 2012 y de los resultados más que cuestionables de más de una década de la derecha en el poder, la posibilidad de cimentar los valores de la izquierda y permitir la continuidad de su fuerza política durante por lo menos 5 años más.
Francia está en crisis. Una crisis política, sin duda, pero sobre todo una crisis económica, una crisis productiva y una crisis de ideas que no hacen más que alimentar la desconfianza hacia el sistema político en su conjunto, favoreciendo, como siempre, a los partidos anti-sistémicos. El desempleo aumenta ininterrumpidamente desde hace dos años, alcanzando el record histórico de 3 millones y medio de desempleados (cuando el presidente se había comprometido públicamente, y en repetidas ocasiones, a “invertir la curva del desempleo“). El déficit fiscal, contrariamente a la promesa de austeridad hecha a Bruselas, se agranda año tras año, las previsiones para 2014 son de 4,4% del PIB, y 4.3% en 2015, bien lejos del 3% demandado por Bruselas (y por Francia cuando se trataba de marcarle el camino a los malos alumnos de la Integración Europea…). Al mismo tiempo, los franceses descubren como ciertos ministros de Estado (Cahuzac, Thévenoud), encargados de las finanzas o de la represión fiscal, se olvidaban de pagar sus impuestos, el alquiler de su vivienda o, peor aún, poseían cuentas secretas en Suiza. Ciertamente estamos muy lejos de los escándalos de corrupción de nuestras latitudes que, increíblemente, generan escasa reacción en nuestros responsables políticos y en las ciudadanías átonas y amorfas de nuestros países, pero tampoco podemos decir que estos “pequeños” escándalos dentro del partido socialista francés contribuyan a vehicular la imagen de la “République exemplaire”.
En poco más de dos años, Hollande va ya por su tercer Gobierno. Luego de retirarle la confianza a Jean Marc Ayrault tras 21 meses de gobierno, apeló a la única figura fuerte y popular con que contaba el socialismo, el entonces ministro del interior Manuel Valls (resistido sin embargo por toda el ala izquierda de su partido y vilipendiado por la “izquierda de la izquierda”). El primer “Gouvernement Valls” duró tan sólo 5 meses y explotó en vuelo tras las declaraciones del entonces ministro de economía Arnaud Montebourg, criticando la línea económica del Gobierno. El segundo Gobierno Valls, que apenas lleva un mes, ya se encuentra tambaleante.
Cabe recordar que el primer Gobierno Valls recibió la confianza del parlamento, pero en aquel momento 11 diputados de la mayoría socialista se abstuvieron de votar la confianza (el francés es un sistema político híbrido, con un presidente electo por sufragio universal y un primer ministro electo dentro de la mayoría parlamentaria y ratificado por ésta. Si el presidente no puede ser depuesto por las cámaras, él si puede remover al Gobierno o, en un caso extremo, demandar la disolución de la Asamblea).
En el segundo voto de confianza que se llevó a cabo el 16 de setiembre de 2014, 32 diputados socialistas se abstuvieron (denominados “les frondeurs”) y en total 53 fueron las abstenciones. Esto produjo que, por primera vez desde abril del 62, un Gobierno no tenga mayoría absoluta en el parlamento, contando sólo con una mayoría relativa. En aquel entonces, el desenlace fue que poco tiempo después de no conseguir la mayoría absoluta y tras una moción de censura al Gobierno, el Presidente Pompidou decretó la disolución de la Asamblea Nacional. Peligroso recordatorio para los socialistas, en particular si consideramos que la situación económica se augura aún más sombría. Muchos diputados socialistas que esta semana votaron la confianza a regañadientes han advertido que el tiempo del respaldo incuestionado se ha acabado. Si algunas de las abstenciones se transforman en votos contra el Gobierno, entonces existirá riesgo de disolución.
Manuel Valls debe preguntarse por estas horas si Mr. Hollande es un genio político, un calculador despiadado o sencillamente un hombre a la deriva. Mr. Hollande ha conseguido, en tan sólo seis meses, desacreditar a la única figura dentro de su partido que representaba una posibilidad de éxito frente a la derecha. De una popularidad cercana al 60% cuando era Ministro del Interior, la aprobación favorable de los franceses de M. Valls ha caído hasta el 30% esta semana. Fuese o no la estrategia de Mr. Hollande desacreditar a la única figura (en aquel entonces) capaz de pelearle la interna presidencial dentro del partido socialista, M. Valls debe estar considerando que hay regalos envenenados que conviene nunca aceptar. La hipótesis de un presidente cínico y calculador al punto de zabordar las chances de su propio partido (y -me gustaría ser cándido y pensar- del triunfo de sus convicciones ideológicas…), torpedeando a su rival interno con la difusa ilusión de representarse en 2017 para sufrir una derrota asegurada, puede parecer de ficción novelesca, pero yo no descartaría aún los derechos del libro.
Mr. Hollande sabe que, salvo milagro, no puede ganar las elecciones del 2017. Y si no lo sabe cabe preguntarse para qué sirven los asesores presidenciales. Todas las encuestas dan, con Hollande como candidato, al partido socialista en tercera posición y por lo tanto fuera del ballotage. Incluso si lograra pasar a segunda vuelta, perdería con total certeza frente al candidato de la derecha. Lo que sería realmente un cataclismo es que, si se encontrara enfrentado en esa segunda vuelta al F.N. de Marine Le Pen, habría chances de que el partido de extrema derecha gane las elecciones presidenciales.
Mr. Hollande tiene sólo una decisión posible por delante para salvaguardar las chances de su partido -si eso acaso le interesa-, pero sobre todo si desea mandar un mensaje fuerte a la ciudadanía demostrando que el Homo Politicus no es únicamente un carrerista pragmático y egoísta preocupado exclusivamente por su supervivencia política. Mr. Hollande debe anunciar lo antes posible, e inequívocamente, que no se presentará, bajo ninguna circunstancia, a su reelección en 2017. Esto le permitiría dedicarse exclusivamente a su quinquenio y disociar sus opciones de política pública de sus cálculos politiqueros. Los franceses le reconocerían al menos eso.
Por su actuación en The Talented Mr Ripley, Matt Damon fue nominado a un Golden Globe (paso por alto sus nominaciones a los MTV y a los People Choice Awards…). De seguir por este camino y al finalizar su quinquenio, dudo que The Untalented Mr. Hollande reciba siquiera una invitación para dos al Festival del Cassoulet de Castelnaudary…
Germán Clulow es Licenciado en Estudios Internacionales por la Universidad ORT - Uruguay, Master en Ciencia Política por la Université de Genève - Suiza, y Master en Estudios de Desarrollo por el Instituto de Altos Estudios Internacionales y de Desarrollo (IHEID-The Graduate Institute) Ginebra, Suiza
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