Inconsecuencia e Irresponsabilidad de “WikiLeaks” y la Insensatez del Oportunismo Anti-estadounidense
Abstract
La irrupción de los WikiLeaks el pasado domingo, revelando cientos de miles de mensajes e informes entre el Departamento de Estado de Estados Unidos y sus representantes en el mundo ha sido ampliamente bienvenida por la opinión pública mundial como una buena oportunidad para quitar el velo a los maquiavélicos manejos de la política exterior de la hyperpuissance del norte. Como lo pone El País de Madrid: “Se trata de una colección de más de 250.000 mensajes del Departamento de Estado…en los que se descubren episodios inéditos ocurridos en los puntos más conflictivos del mundo, así…como datos de gran relevancia que desnudan por completo la política exterior norteamericana, sacan a la luz sus mecanismos y sus fuentes, dejan en evidencia sus debilidades y obsesiones, y en conjunto facilitan la comprensión por parte de los ciudadanos de las circunstancias en las que se desarrolla el lado oscuro de las relaciones internacionales.”
Ahora bien, tal percepción sobre las filtraciones no es el fruto de la incuestionable agudeza del mensaje de El País de Madrid, sino del hecho de que poca gente entiende cómo funciona la política internacional y menos gente aún (particularmente por estos lares) puede analizar la política exterior de Estados Unidos sin un amateur tinte ideológico anti-norteamericano. Prefiero dejar en claro al comienzo de esta columna que los WikiLeaks a) no revelan prácticamente nada sobre la política exterior estadounidense y b) van en detrimento de una correcta política entre estados.
Empecemos por lo básico. ¿Cuál es el objetivo de WikiLeaks? Según el sitio oficial: “The documents will give people around the world an unprecedented insight into US Government foreign activities… This document release reveals the contradictions between the US’s public persona and what it says behind closed doors – and shows that if citizens in a democracy want their governments to reflect their wishes, they should ask to see what’s going on behind the scenes.” Al parecer, el fin detrás de tanto alboroto es la transparencia por la transparencia. No hay un foco en ningún asunto en particular: ni en la corrupción, ni en la prevención de los conflictos internacionales, ni en el aumento de la seguridad nacional estadounidense (áreas que incluso se podrían ver perjudicadas a partir de este evento), etc.; es el fetiche de la transparencia per se.
El problema aquí es que la política internacional es el mundo de los límites de lo posible. Un escenario siempre imperfecto donde los líderes políticos no pueden -ni deben- actuar siempre a la manera de un santo. Por ejemplo, ¿Habría sido moral que en la Crisis de los Misiles de Cuba, la información con que contaba el gobierno estadounidense y las opciones de toma de decisión que se manejaban hubiesen sido inmediatamente puestas a consideración de los ciudadanos, ya que la posibilidad de un conflicto amenazaba sus vidas? Quizás desde el punto de vista de la moral individual sí. Pero de ninguna manera desde la responsabilidad moralque tenía el Presidente Kennedy hacia quienes lo habían escogido. La confidencialidad diplomática entre Kennedy y Khrushchev y la posibilidad de actuar sin las presiones de la opinión pública fueron factores centrales en la prevención de una guerra nuclear. O más claro aún: ¿Habría sido justo revelar un plan para bombardear Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, por el solo hecho de que el plan era secreto?
No es que la política internacional sea el reino de la inmoralidad, o siquiera de la amoralidad, sino que es un espacio donde la cautela y la confidencialidad deben tener un lugar. Un ámbito donde los líderes deben tomar, como decía Weber, la mejor decisión moral que las circunstancias permitan. Transparencia, opinión de masas y política exterior no son siempre un buen coctel.
Tampoco es menor el potencial para la confusión generalizada que impone WikiLeaks. Cualquiera que haya estudiado mínimamente la política internacional y su historia puede entender que una catarata de mensajes personales, chismes, rumores, infinidad de informes sobre líderes mundiales, inter alia, poco pueden decir de cómo se lleva adelante la política exterior de Estados Unidos. La burda idea de que un mensaje informando que Muammar al-Gaddafi viaja por doquier con una voluptuosa enfermera ucraniana revela algo sobre la toma de decisiones en Estados Unidos es abiertamente inocente. Un analista de las relaciones internacionales que imagine que en una masa incoherente de mensajes va a encontrar las variables subyacentes que definen la conducta estadounidense tiene dos opciones: o deja esta carrera ante el peligro de perder la cordura o se dedica a inventar las siempre sencillas, omnicomprensivas, y totalmente inútiles conspiraciones globales.
Pero más allá de la irrelevancia en términos analíticos, la revelación de tales documentos podría tener algunas consecuencias nocivas de largo plazo en las relaciones entre estados. No porque revelen planes macabros de Estados Unidos que harán temblar al resto de las naciones (ya llegaremos al punto sobre lo que sí dicen de Estados Unidos las filtraciones), sino porque van en contra de su propio cometido: la transparencia. Como ya han señalado otros comentadores la aparición de los documentos puede entorpecer la buena comunicación entre los estados –uno de los bienes más preciados y escasos en la política internacional. ¿Qué representante de un gobierno estaría dispuesto a hablar francamente con un diplomático estadounidense si sabe que puede terminar “escrachado” en la tapa del New York Times? ¿Quién estaría dispuesto a revelar datos de los regímenes autoritarios más terribles y sus dictadores bajo la posible amenaza de ser descubiertos públicamente?
No es complicado entrever la paradoja de auto convencidos progresistas queclaman a viva voz que “habría que felicitar a WikiLeaks y a su coordinador que está haciendo su trabajo escondido” cuando una de las consecuencias bien podría ser que cada vez se sepa menos sobre lugares en los que los DD.HH. sí son violados terriblemente.
También es evidente que los documentos atentan contra el correcto manejo de la política exterior desde algunos de los estados que aparecen involucrados. El ejemplo de los informes sobre Cristina Fernández, de quien parecería ser que el Departamento de Estado habría pedido evaluaciones sobre su estado psicológico, es iluminador. Ante tal publicidad del asunto la manera en que reaccione la Administración Fernández seguramente estará fuertemente influenciada por la política doméstica argentina –esencialmente por cómo queda la figura de Cristina frente al “atropello” norteamericano. Pero lo cierto es que Argentina no puede manejar sus relaciones bilaterales con Estados Unidos en base a lo que piensa un diplomático estadounidense sobre la salud mental de Cristina Fernández. Las relaciones con Estados Unidos deberían ser el output racional del más básico interés de la nación argentina de tener correctos vínculos diplomáticos con la mayor potencia del mundo.
Por otra parte, si una de las metas de Julian Assange (la cara visible de WikiLeaks) es que el Departamento de Estado vaya hacia una transparencia mayor en su toma de decisiones, el camino tomado es el equivocado. Al parecer, a partir de los atentados del 11 de Septiembre el Departamento de Estado habría descentralizado sus informes y mensajes para que más personal estuviera al tanto de lo que se hablaba en Foggy Bottom al mismo tiempo que se incentivaba la comunicación entre diferentes sectores de la institución, de manera de no repetir los errores de una inteligencia desfragmentada -uno de los principales responsable de los atentados. Post-WikiLeaks el patrón seguramente sea que cualquier líder racional escoja la opción de incrementar la cerrazón y obscuridad en la política exterior estadounidense –i.e. menos transparencia- (sin hablar del daño que esto generaría al buen funcionamiento de un Departamento de Estado que ha sido una de las piezas clave en evitar otro atentado como el sufrido en 2001).
Por último, el argumento que destruye las esperanzas del progresismo anti-estadounidense de haber encontrado a “los terribles yankees con las manos en la masa” es que prácticamente todo lo que allí aparece es aburridamente previsible y de público conocimiento. Repásense algunos de los “espeluznantes e inesperados” descubrimientos de WikiLeaks como lo ven sus divulgadores:
- “Queda en evidencia…la sospecha norteamericana de que la política rusa está en manos de Vladimir Putin, a quien se juzga como un político de corte autoritario.” Inimaginable…
- “Del primer ministro italiano se detallan sus ‘fiestas salvajes’ y se expone la desconfianza profunda que despierta en Washington.” ¿Quién habría pensado esto de Silvio?
- “Los cables prueban…el enorme juego que se desarrolla en torno a China, cuyo predominio en Asia se da casi por aceptado.” Iluminador…
- “Los esfuerzos por cortejar a países de América Latina para aislar al venezolano Hugo Chávez.” Sorprendente…nunca antes en la historia un estado se había acercado a otros para hacer frente a un gobierno con quien mantiene una hostilidad abierta.
- “Se estima que Rusia y sus servicios de inteligencia están usando jefes de la mafia para llevar adelante operaciones criminales.”(1) Increíble…ni que alguna vez hubieran aparecido en todos los periódicos del mundo noticias de asesinatos a sangre fría que implicaban a los servicios de inteligencia rusos.
Quien que se vea sorprendido o piense que ha descubierto la verdadera naturaleza del poder estadounidense detrás de estos documentos está muy lejos de entender las más básicas formas en las que opera la política internacional. La filtración de los documentos debería asombrar únicamente a quienes se arrojan entusiastamente a las irracionales fiestas anti-estadounidenses, ya que el único patrón apreciable es la inexistencia de grandes conspiraciones y la comprobación de que en Estados Unidos, la política exterior no es más que “politics as usual”. No obstante, más importante que dejar las cosas en claro con la opinión pública despistada es entender que los WikiLeaks no aportan en nada a la estabilidad y la paz internacional. Nuevamente, la transparencia y la opinión de masas no siempre van de la mano de una política exterior cautelosa y moderada; la filtración debería ser vista con preocupación por aquellos que se abocan a estudiar la política mundial de manera sensata y desideologizada.
(1) Traducción del autor.
*Profesor del Depto. de Estudios Internacionales, Universidad ORT
M.A. en Estudios Internacionales, Universidad Torcuato Di Tella
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