¿HACIA DÓNDE VA TURQUÍA?
Abstract
La potencia regional tiene desde hace pocos días un nuevo presidente: Recep Tayyip Erdogan. El ex primer ministro, cargo que ocupó durante 11 años, intenta cambiar el sistema parlamentario a uno presidencialista para de esa forma llegar al centenario de la nación (2023) como máxima figura política. Sus desbordes autoritarios y la búsqueda de permanecer en el poder opacan la primera etapa de Erdogan, elogiada por propios y extraños.
El 10 de agosto, en una especie de plebiscito hacia su persona, Erdogan ganó con el 51.8% las primeras elecciones presidenciales por voto directo. El ex alcalde de Estambul y líder del Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP) venció a sus dos contrincantes en unos comicios que tuvieron un 74,4% de participación. Los principales partidos de oposición (CHP y MHP) acudieron a los comicios liderados por Ekmeleddin Ihsanoglu, un académico de 70 años, que logró atraer el voto de los islamistas más moderados, alcanzando un 38.4%. El tercer contendiente fue Selahattin Demirtas del Partido Democrático de los Pueblos y representante de los kurdos, que obtuvo el 9.7%.
Ya designado presidente Erdogan inicia el camino hacia 2023, su gran objetivo. Ganar las elecciones, al igual que lo ha venido haciendo desde hace más de diez años, fue el primer paso. El siguiente será reformar nuevamente las normas para poder ser reelecto.
Los primeros años de Erdogan en el poder
El modelo de Erdogan fue alabado debido a distintas razones. Sometió al Ejército (clave en la historia política turca), triplicó el PBI del país, amplió las oportunidades de consumo, desarrolló infraestructura y mejoró las condiciones para la ciudadanía de ingresos bajos y medios. En esta primera etapa, Erdogan fue apoyado por sectores liberales, debido a que dejó de lado el nacionalismo e inició las conversaciones de adhesión con la Unión Europea. Además durante sus inicios como primer ministro aumentó la presencia comercial diplomática en varias regiones. Surgía como una Turquía modernizadora y occidental.
La figura de Erdogan comenzó a dividir las aguas luego de las victorias de 2007 y 2011. Acusado de autoritario y de poseer una visión conservadora, el mandatario tuvo que soportar manifestaciones masivas en junio de 2013 y críticas internacionales por la violenta respuesta. El bloqueo de redes sociales y las presiones a la prensa fueron claves para un cambio en la concepción de su figura. El amplio espacio que le dio en el último tiempo al Islam también es objeto de crítica por parte de los sectores laicos.
Sin embargo en marzo el partido de Erdogan fue el vencedor de los comicios locales, a pesar del escándalo de corrupción que derivó en la dimisión de cuatro ministros. El mandatario acusó al movimiento de Fetula Gulen, autoexiliado en Estados Unidos, de hacer una campaña en su contra, desatando una purga contra policías, jueces y fiscales. En este sentido el politólogo español Eduard Soler identifica ciertas características de esta segunda etapa de Erdogan en el poder: un lenguaje insultante, la apelación a las conspiraciones, un enfriamiento de la política exterior y un freno al acercamiento con Europa.
La actualidad del nuevo presidente
En este contexto Erdogan vuelve a ganar una nueva elección y asume una jefatura de estado que hasta el momento tuvo carácter simbólico. El mandatario aspira a cambiar la Constitución tras las elecciones generales de 2015 (que renovará el Parlamento) con el objetivo de transformar el régimen parlamentario a uno presidencialista, adjudicándole al presidente funciones como la de disolver el Parlamento o nombrar ministros. También intentará asegurarse la capacidad para llegar al centenario de Turquía como jefe de Estado.
Para realizar las reformas, el AKP deberá contar con una mayoría parlamentaria. Por ello son claves los diputados kurdos y también el proceso de paz iniciado en este último tiempo. Los kurdos exigen autonomía en la zona sureste de Turquía, así como la liberación de su líder Abdullah Ocalan, condenado a cadena perpetua. La solicitud de derechos sociales y políticos de los kurdos seguramente entre en una cadena de dar y recibir con respecto a las aspiraciones de Erdogan.
Ante la renuncia de Erdogan, el nuevo primer ministro de Turquía es Ahmet Davutoglu, hasta hace pocos días ministro de Exteriores. El también ex consejero diplomático ingresó a la política como una figura cercana a Abdula Gul pero actualmente integra el círculo de Erdogan. Es que claramente el presidente necesitará un primer ministro que responda a él, al menos hasta que no reforme la Constitución. Hay cierto consenso en que Davutoglu no tiene un perfil que pueda hacerle sombra a Erdogan y quitarle cuota de poder, lo cual hubiese sido una traba.
A pesar que Erdogan manifestó su promesa de fortalecer la democracia en el discurso que dictó luego de conocer los resultados, es difícil pensar que el mandatario se alejará del curso que tuvo su gobierno en los últimos años. Si bien marcó como prioridades la integración con la Unión Europea, la aplicación de reformas democráticas y la consolidación del proceso de paz con los kurdos, cuando se emprende un camino hacia el autoritarismo difícilmente se vuelva atrás. Los cambios de reglas constantes para beneficio propio no condicen con las principales teorías democráticas.
¿Nuevo populismo?
A pesar que en su último discurso abogó por la democracia y prometió respetar los principios de la República Laica, el panorama político turco es complejo. El enfrentamiento con la oposición, acusándolos de traidores e imponiendo el concepto de la lucha entre el pueblo (que él representa) y el enemigo, denotan una deriva populista. Erdogan representa una mezcla de conservadurismo, neoliberalismo en lo económico y antiliberalismo en lo político o quizás un populismo con un componente religioso.
En este sentido cabe destacar algunos conceptos con respecto al populismo. Según el analista e investigador Anthony Painter, el ascenso del populismo de derecha es uno de los hechos más significantes del último tiempo en Europa. Este populismo no busca remplazar la democracia sino cambiarla, oponiéndose a los pesos y contrapesos de la democracia liberal. “Este ascenso es una señal de la falla de la democracia como la concebimos con respecto a las necesidades y los deseos de los ciudadanos perturbados por los cambios sociales, culturales, económicos y políticos” sostiene Painter.
El politólogo Germán Clulow explica que podemos observar el populismo como nueva característica de las democracias modernas o como un principio legitimador del poder. Prefiere la definición de populismo como un proceso subversivo de los canales comunes de la política, creando nuevas lealtades sobre bases culturales, nacionales o étnicas. “El populismo se describe en la práctica discursiva, con débil contenido ideológico, basado más en el discurso que sobre lo normativo”.
En lo que refiere a Europa, Clulow citando a Matzoleni marca ciertas características centrales del neopopulismo europeo: valorización excesiva del pueblo y el hombre de la calle como pieza central, demanda de participación política directa, desconfianza a las elites, la exaltación del líder como eje aglutinador y, por último, un equilibrio precario entre la crítica y aceptación al sistema. En los últimos años se pueden observar algunas de estas características mencionadas en Erdogan. Principalmente esa apelación a la “nueva Turquía”, contrastándola con el pasado al que él no pertenece.
En ese caso estaríamos ante una nueva forma de populismo debido a que presenta características religiosas. Populista o no, Erdogan se está alejando de aquel modelo de democracia musulmana que el mundo observó en una primera instancia. Resta esperar si los cambios realizados son simplemente para mantenerse en el poder o para avanzar fuertemente hacia un autoritarismo, aunque la primera sea parte de la segunda. El futuro de Turquía es clave por su rol estratégico en una zona conflictiva que incluye asuntos como Gaza, Siria, Irak y el Estado Islámico.
Diego Telias es Licenciado en Estudios Internacionales
Universidad ORT Uruguay
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