Anti-determinista: El Descenso Relativo en la Obra de Aaron Friedberg
Abstract
“The Weary Titan staggers under the too vast orb of its fate".
Joseph Chamberlain (1902) .
La complejidad que envuelve a los procesos de ascenso y descenso relativo en el sistema internacional ha sido asunto de discusión de esta columna en variasocasiones. A su vez, se ha afirmado aquí que las consecuencias de tales movimientos verticales en la política internacional son el patrón más relevante a estudiar cuando se piensa en la política de grandes poderes (un ejemplo clásico es el de Alemania superando a Gran Bretaña en términos de poder en los albores del siglo XX). Esto es particularmente cierto en lo que concierne a los temas de la paz y la guerra. Los cambios en los ratios de poder entre las grandes potencias son la semilla de la destrucción de órdenes internacionales (por medios pacíficos o, más comúnmente, a través de conflictos bélicos colosales), como del nacimiento de nuevos órdenes (piénsese en el sistema post-Congreso de Viena, post-Versalles, y post-Segunda Guerra Mundial).
Las corrientes clásicas de los estudios verticales, y escuelas más generales como elneorrealismo, han trabajado las transformaciones en el poder relativo sobre el supuesto de un determinismo-materialista. Lo que se analiza son los cambios en la estructura de poder relativo, que, según estas teorías, deberían generar determinadas consecuencias. Es así que desde la teoría de la transición se asume que la Alemania de Guillermo sabía que había superado a Gran Bretaña en poder a principios del siglo XX, entendió que el orden internacional británico no le era favorable y debía modificarlo, e inició una guerra como output lógico de tal realidad. El denominador común de estas teorías verticales y dinámicas es que dan por sentado que el cambio en la estructura de poder internacional es cuantificable y aprehensible y que además genera sí o sí ciertas consecuencias. Lo estructural de estos enfoques deja de lado el rol que cumple la voluntad humana como motor de la política internacional.
La parsimonia inherente a estas teorías es considerable, y es su mayor ventaja. Sin embargo, cuando se trabaja sobre los procesos de ascenso y descenso relativo, especialmente si se utilizan estudios de caso, aceptar el determinismo implícito de los enfoques clásicos se torna una tarea complicada de aceptar intelectualmente. Es ésta la premisa principal del libro de Aaron Friedberg, The Weary Titan: Britain and the Experience of Relative Decline, 1895-1905 (Princeton UP, Princeton, New Jersey, 1988). Un trabajo que no es nuevo pero que merece ser comentado por lo perenne y relevante de su objeto de estudio. Friedberg se propone cuestionar los enfoques antes mencionados para mejorar la comprensión sobre la conducta de los estados en proceso de descenso relativo en el sistema -utilizando el ejemplo de Gran Bretaña de fines del siglo XIX y principios del XX.
La interrogante que da pie al estudio no es particularmente sofisticada. No hay mucho de revolucionario en incluir la voluntad política en los estudios de relaciones internacionales. No obstante, el avance del estructuralismo en la disciplina condujo a que el factor humano sea en buena medida soslayado en el estudio de los cambios verticales. Como señala Friedberg: “The intervening mechanisms of perception, analysis, and decision are usually either overlooked or their outcomes are considered to be preordained” (Friedberg, p. 7).
A modo de ejemplo: no es difícil aceptar a la distancia que Gran Bretaña a fines de los 1800s estaba sufriendo un proceso de descenso relativo. Más allá de su propia performance, el ascenso de otras potencias (i.e. Estados Unidos, Alemania, Rusia) se lo imponían. Sin embargo, la claridad histórica es una virtud que se gana con el tiempo; los estadistas tomando sus decisiones en el día a día no cuentan con ese beneficio. En palabras de Friedberg: “Shifts in the distribution of power…may be real in some sense, but they may fail to have any impact unless and until they are perceived…” (Friedberg, p. 6). Friedberg está en lo cierto: la mayoría de las teorías del cambio sistémico tienden a perder la riqueza que se encuentra al estudiar las percepciones y reacciones de los líderes políticos ante los patrones de descenso relativo.
Un buen ejemplo actual es el de Estados Unidos, donde desde los 1970s se ha dado un álgido debate acerca del descenso relativo estadounidense –con un corte durante la hegemonía de la noción de “unipolaridad” en la década del noventa. Elvolátil devenir del debate representa lo complejo que resulta comprender las realidades del descenso relativo in situ.
Para probar sus hipótesis Friedberg analiza la discusión nacional que sufrió Gran Bretaña en este período considerado de declive relativo. Si las teorías estructurales están en lo cierto, el debate debería haber tendido de manera cuasi-homogénea a reconocer el descenso británico y a impulsar una toma de decisiones consecuente. De no ser así, las teorías clásicas estarían en aprietos. El autor escoge un formato temático. Es así que hay un capítulo del debate en torno al poder económico inglés, uno sobre el poder financiero, otro acerca del poder naval (sin dudas el capítulo mejor logrado) y un último capítulo sobre el poder terrestre (vinculado al debate sobre el imperio británico, y con algunas secciones un tanto engorrosas en comparación al resto del trabajo). Cada uno de los capítulos demuestra la dificultad del gobierno, actuando como un todo, de identificar los cambios en el poder relativo. La diversidad de posiciones frente a los indicios de un descenso en la escala de poder y la complejidad de actuar al unísono para hacer frente al cambio vertical que demuestra el estudio son un duro golpe a los esquemas estructurales.
La constante que el autor encuentra en cada uno de los debates es la total relevancia de la evaluación (“assessment”) de los estadistas sobre la existencia de un descenso y de las políticas a tomar: “…assessment is clearly a crucial ‘intervening variable’ between objective changes in the structure of the international system and the behavior of individual states. Assesments are related to but not directly determined by reality.” A primera vista, el argumento del autor parece bastante convincente: para que un cambio sistémico tenga algún impacto los líderes deben aceptar que tal transformación existe y tomar ciertas decisiones al respecto.
Otra importante conclusión que arroja el estudio es la tendencia al compartimiento de las evaluaciones y la toma de decisiones. En todos los debates se pueden ver luchas intra-gubernamentales entre actores que entienden que Gran Bretaña está ante los aprietos del descenso relativo y que proponen hacer algo al respecto y aquellos que siguen pensando en términos de la gloriosa Britannia, tapándose los ojos ante el aggiornamento que necesitaba la isla.
La conclusión menos teórica y más orientada a la toma de decisiones política es que cuanto más descentralizado esté un gobierno, más difícil va a ser tomar decisiones acordes con la realidad de los cambios en la estructura internacional. Los casos señalados son: Gran Bretaña como estado descentralizado y Alemania como uno centralizado. No obstante, es obvia la analogía con Estados Unidos y la URSS (recuérdese que el libro el de 1988, cuando el Muro de Berlín aún estaba en pie, y no eran pocos los que veían a Estados Unidos bajo un proceso de descenso relativo). La estrepitosa caída de la URSS, que aun bajo una centralización extrema nada pudo hacer para alivianar su caída, pone en tela de juicio la aseveración de Friedberg.
El trabajo de Friedberg posee tres grandes virtudes: en primer lugar, es un excelente estudio histórico de un período y un estado muy relevantes para la política internacional. En segundo lugar, muestra de manera clara las terribles presiones que impone el flagelo del descenso relativo sobre los estados. En último lugar, llama correctamente la atención a teorías que pecan de un exceso de determinismo.
Por otro lado, el mayor problema del trabajo es que no logra construir un esquema explicativo sólido. En otras palabras, no logra generar teoría alrededor de sus argumentos. El libro termina en una serie de premisas, todas muy flexibles, y difíciles de generalizar a otros casos (como prueba la analogía con la URSS). Esto no sería particularmente perjudicial si una de las premisas esenciales no hubiese sido pararse ante, y dar una alternativa a, las teorías estructurales más utilizadas.
Ahora bien, este desenlace no debería extrañar a aquel medianamente iniciado en teoría de relaciones internacionales. No basta con que las teorías tengan “fallas” para intentar suplantarlas. Como señala Kenneth Waltz: “Una teoría…debe construirse por medio de la simplificación…Las simplificaciones dejan al desnudo los elementos esenciales en juego e indican las relaciones necesarias de causa e interdependencia –o al menos sugieren dónde buscarlas…Sean cuales fueren los medios de simplificar, el propósito es el de descubrir la tendencia principal entre una multitud de ellas, el de elegir el principio generador, incluso, cuando operan otros principios, identificar los factores esenciales donde otros innumerables factores se hallan presentes.”(1) Hacer teoría implica generalizar, y esto siempre va a suponer dejar fuera variables que efectivamente pueden intervenir en el devenir de cierto fenómeno.
(1) WALTZ, Kenneth N., Teoría de la Política Internacional, Grupo Editor Latinoamericano, Colección Estudios Internacionales, Buenos Aires, 1988, pp. 21-22.
*Profesor Universidad ORT.
Maestría en Estudios Internacionales, Universidad Torcuato Di Tella (Tesista).
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