La política exterior china y las premisas de un eje transpacífico en América del Sur. (2da. parte)
Abstract
El interés renovado de China en la constitución de un eje transpacífico con América del Sur encuentra su expresión concreta en el aumento significativo de intercambios a nivel diplomático de la última década, así como en el importante crecimiento de la integración comercial entre el gigante asiático y algunos países de la región. En la entrega de hoy abordaremos el caso de Chile y el desarrollo de una fulgurante política de integración al área Asia Pacifico, que ha sido retribuida por la implantación en su suelo de iniciativas pioneras provenientes de Beijing.
La apertura chilena
El exitoso modelo de regionalismo abierto, del cual Chile se ha convertido en el embajador más convincente en Sudamérica, se ha traducido en la firma de numerosos tratados de libre comercio con las principales potencias económicas del planeta, entre los cuales los tratados con la UE y los Estados Unidos en 2003, que han aportado réditos económicos y simbólicos al país allende los Andes.
Menos conocida sin embargo es la vocación asiática de estos tratados, que han ganado en intensidad en los últimos años, con la firma de tratados de integración con Japón, Malasia y quizá el más importante de todos, el TLC firmado con China en el 2006.
Estos acuerdos se han caracterizado en el caso chileno por un proceso relativamente holgado, en la medida en que la estructura productiva chilena gravita esencialmente en torno a las materias primas y la economía de servicios y la hace compatible con economías mayoritariamente exportadoras de bienes de consumo. Esta política pro-activa frente a la globalización ha sido igualmente la expresión de una ambición geopolítica patente de los gobiernos de centro-izquierda a la cabeza de este país en los últimos 20 años, destinada a convertir a Chile en el puerto de entrada de Asia en el continente sudamericano.
Para este efecto, las autoridades de Santiago han multiplicado iniciativas tales como proyectos de modernización de infraestructuras portuarias -especialmente en el puerto de Iquique en el norte del país- con el fin de unir Asia a la carretera interoceánica cuyo final se encontraría en el puerto de Santos en Brasil. Otra serie de acciones, de un corte más simbólico, tales como la inclusión del idioma chino en sitios de imagen país o la formalización de instancias de consulta entre cámaras de representantes chinas y chilenas, han contribuido a situar a Chile en el mapa de Asia, lo que constituye una etapa indispensable en aras de una alianza estratégica.
La especificidad chilena
La pregunta que conviene formular en este estadio es sin duda la siguiente: ¿en qué se diferencia la relación de China con Chile respecto a otras existentes, como con Perú o con Argentina?
Sin duda, la integración entre China y Chile conlleva aspectos comunes a todos los países latinoamericanos, tales como un énfasis marcado en una agenda económica destinada a facilitar la adquisición de materias primas de las cuales depende el desarrollo indispensable a la estabilidad social del gigante asiático. En este sentido, el interés de China en el cobre y litio chileno, así como en sus exportaciones agrícolas. no se distingue en demasía de otros proyectos similares en Argentina o Bolivia por ejemplo. Esta lógica común conlleva asimismo un interés creciente por inversiones en infraestructura, opción que está siendo evaluada en el momento presente por el gobierno de Sebastián Piñera, afín de contribuir a restaurar y modernizar los canales físicos de exportación luego del devastador terremoto de febrero de 2010. Cabe indicar, finalmente, que este cuadro general de integración entre China y América Latina conlleva una modesta dimensión política, acorde a la tradición multilateral defendida por Beijing para la región en un conjunto, cuyo objetivo principal es el reconocimiento de una sola China y la voluntad de no interferir en la política interna de los estados sudamericanos.
Sin embargo, el interés de China en Chile conlleva una dimensión estratégica singular a la escala del continente, que se desarrolla en una medida proporcional al alejamiento de América Latina de la política exterior del gobierno norteamericano.
La adición de proyectos de diversa índole, como la voluntad de participar en la construcción del primer corredor de exportación de minerales estratégicos - como el mineral de hierro brasilero, el litio boliviano y el cobre chileno - coinciden plenamente con el proyecto de desarrollo chileno. De forma análoga, la voluntad por parte de China de participar abiertamente de procesos de licitación pública ha coincidido, en el caso chileno, con una alta demanda en regiones relegadas a un segundo plano por el modelo centralizador que ha caracterizado al Estado en ese país.
La sofisticación cada vez más importante de los grandes grupos chinos ha ciertamente contribuido en este sentido, en la medida en que los mecanismos de coordinación pública han favorecido estrategias más complejas en el extranjero. Estas evoluciones han generando dinámicas de tipo funcionalista, con la creación de foros de empresariales binacionales permanentes así como mecanismos de consulta políticos entre parlamentos.
Las perspectivas futuras
El tratado de libre comercio con Chile, el primero firmado entre China y un país exterior al continente asiático, ha permitido consolidar un cuadro dentro del cual ha sido posible generar estas dinámicas de cooperación estrecha.
¿Asistimos entonces a una giro estratégico de las relaciones chileno-chinas? Claramente estamos siendo testigos de una transformación cualitativa que ha debido mucho al retroceso del interés de Washington en la región. Si a mediados de la década pasada se creía que este retroceso no duraría, el alejamiento de los Estados Unidos es ya una variable de largo plazo, con la que habrá que contar en los próximos lustros.
De vital importancia resulta entonces evaluar las posibilidades a mediano y largo plazo de estas nuevas alianzas estratégicas, e inscribir la integración más allá de los réditos económicos y políticos inmediatos.
¿Es entonces conveniente seguir pensando en una región latinoamericana, o será más beneficioso el generar una identidad sudamericana o “conosuriana” más acorde al mayor peso estratégico de ciertas regiones? ¿Pueden estas nuevas sinergias basadas en grandes proyectos de inversión pública y privada ofrecer alternativas a una alicaída integración regional, incluso a nivel político?
La estabilidad y proyección de la integración entre China y países estratégicos de la región como Chile dependerá de las respuestas a estas preguntas.
*Doctor en Ciencia Política del Instituto de Estudios Políticos de Paris.
Master en Política Comparada en Sciences-Po Paris y
Master en Estudios Post-soviéticos del Programa IMARS (European University of Saint-Petersbourg/Berkeley).
Actualmente es maestro de conferencias de la
Universidad Americana-IES Paris y Sciences-Po Paris
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