Política Cambiaria China: Por el momento, un paso positivo
Abstract
La revalorización de la selección uruguaya de fútbol, luego de actuaciones a las que no estamos acostumbrados, es el proceso de revaluación más directo y cercano de los últimos días. Otro tipo de revaluación -mucho más distante que las pasajeras pasiones futboleras- debería estar en el radar de los observadores de las relaciones internacionales. Me refiero a los inicios de una dinámica de apreciación del renminbi, la moneda china.
El sábado 19 de junio el Banco Popular de China –i.e. el Banco Central- emitió un comunicado señalando que incrementaría la flexibilidad de la moneda. En la práctica, se volvería al modelo aplicado de 2005 a 2008 (período en que la moneda se revaluó en más de 20 por ciento), donde el renminbi se administraba en base a una canasta de monedas –modificando la mecánica de los últimos dos años, en la que se tenía en cuenta solamente el valor del dólar.
Dos incentivos sobrevuelan la decisión de apreciar la moneda. En primer lugar, apaciguar la presión externa. La comunidad internacional, particularmente Estados Unidos y Europa, han acusado a China de mantener la moneda artificialmente devaluada (entre un 20 y un 40 por ciento, según la metodología utilizada). En el debate económico estadounidense el valor del renminbi y sus consecuencias sobre Estados Unidos se han posicionado como el foco de atención más relevante de los últimos meses. Reconocidos generadores de opiniónargumentan que la depreciación administrada, y el consecuente déficit de balanza de pagos que generaría entre Estados Unidos y China, es el principal obstáculo hacia la recuperación de la economía. Estados Unidos –y buena parte del resto de los países con voz en el ámbito internacional- le han hecho saber a China su descontento.
El segundo incentivo deriva de intereses domésticos. Una mayor flexibilidad en el tipo de cambio debería actuar como herramienta de control inflacionario. Así como generador de una progresiva reducción de la sobre-dependencia en el crecimiento basado en las exportaciones, mientras que se promueve el consumo doméstico.
A primera vista, el anuncio de una nueva etapa de revaluación debe ser acogido positivamente. En términos económicos podría ayudar a estabilizar el magullado sistema económico mundial. En cuanto a lo político, la revaluación es un paso importante hacia la generación de dinámicas de cooperación con Estados Unidos -bastante golpeadas a partir de noviembre de 2009- y el resto del sistema internacional.
Esto es lo básico que se puede decir de una noticia que está todavía muy fresca. Cuando se profundiza el análisis, sin embargo, una serie de asuntos necesitan ser seguidos bien de cerca en el corto y mediano plazo:
- La velocidad y el tamaño real de la revaluación. El comunicado del sábado da pocos detalles sobre el proceso de apreciación. Para generar verdaderos efectos sobre la economía internacional el aumento en el valor del renminbi tiene que ser sustantivo. Beijing ya anunció que el movimiento va a ser muy gradual; teniendo en cuenta la cautela que caracteriza a los chinos, esto es lo que debería esperarse. Especialmente cuando en los últimos tiempos el renminbi ya se ha apreciado en un 15 por ciento sobre el Euro -siendo la UE su mayor mercado de exportación. Las expectativas generadas a escala global a partir del sábado pueden darse contra una pared si se termina en una revaluación muy lenta o muy insignificante.
- Los objetivos internacionales de corto plazo. Vinculado a los motivos reales de los tomadores de decisión en Beijing, vale la pena poner atención al período post-G20. El comunicado del Banco Central Chino aparece días antes del comienzo de la cumbre del G-20, que prometía terminar en un cúmulo de diatribas acusando a Beijing de un explícito manoseo de su política cambiaria. El aparente giro en la política económica china desvió el centro de atención. El núcleo de la reunión seguramente virará hacia los problemas económicos europeos, y otros asuntos que China está siempre deleitada de poder discutir y dar largas y tediosas lecciones. En una hábil maniobra, Beijing obvió aparecer como el mal alumno de la clase. Los líderes chinos ya han flirteado con este tipo de estrategias de distracción; por lo que no se debería descartar que se esté ante una táctica retórica y no mucho más. Como señala Eswar Prasad, profesor de la Universidad de Cornell: “They have taken the issue right off the table for the G20 and can refocus attention on what they see as the real problem for global financial stability - rising government debt in the advanced economies, especially the US.”
- El rol del nacionalismo en China. Las dinámicas entre el Partido Comunista y la sociedad china, ante la posibilidad de una apreciación de la moneda, es el patrón más relevante para observar a largo plazo. La posición cuasi-consensual entre los sinólogos serios es que el nacionalismo y el éxito económico son los pilares más importantes de la política doméstica en China. En la China de hoy, los líderes políticos son cada vez más profesionales; es decir: el liderazgo divino à la Mao y Deng es una cosa del pasado. El Partido debe tener una visibilidad y legitimidad que se base cada vez más en responder a las demandas de la población. Esta lectura de la política china señalaba que cualquier revaluación del renminbi no era viable mientras fuese, en el imaginario chino, el resultado de la presión extranjera –particularmente la estadounidense. Los costos de las reacciones nacionalistas eran muy altos (aunque vale señalar que en ocasiones el Partido ha arengado el nacionalismo como herramienta política, y la real interacción entre gobierno y nacionalismo popular es aún borrosa). Estados Unidos pareció entender esto y, por ejemplo, postergó hasta nuevo aviso el envío de un reporte al Congreso que aclarara si Beijing estaba manejando arbitrariamente el valor de su moneda. Aún así, el sábado mismo, la web se pobló de posts como el siguiente: “I didn’t imagine I would see the day when China would submit to America and agree to appreciation of the renminbi.” Al día siguiente, el gobierno chino emitió un comunicado –sólo en idioma chino, a diferencia del anterior que había sido en inglés y chino- donde se aseguraba que la decisión era el resultado de intereses puramente domésticos y que iba a ser gradual y cautelosa. El tenor que adquiera el nacionalismo ante la nueva política económica, la influencia que tenga sobre la toma de decisiones gubernamentales, y el margen de maniobra del gobierno ante tal fenómeno, va a representar un buen estudio de caso para refinar las hipótesis sobre el rol del nacionalismo y la opinión pública.
Excusando la incertidumbre que impone la inmediatez del análisis, convengamos, por el momento, que los indicios de revaluación de la corriente semana –y no me refiero sólo a la calidad de juego de la selección uruguaya- son buenas noticias. De llevarse adelante una apreciación real del renminbi el sistema económico se va a ver beneficiado. Tanto por el re-equilibrio de las balanzas de pagos,(1) así como por el apaciguamiento de los coros que piden medidas proteccionistas ante la política cambiaria china y arriesgan el inicio de una reacción en cadena. Por otra parte, de progresar la apreciación, China habría actuado con cierta “responsabilidad sistémica,” conducta que el sistema internacional le ha venido demandando.
Dos asuntos quedan, no obstante, del lado preocupante de la cuestión. Cómo va a reaccionar Beijing en el ámbito internacional luego de esta suerte de concesión es el primero. La posición no cooperativa de Beijing en los últimos meses había tensionado el sistema, reflejando un “power-role gap” en la toma de decisiones. Peligroso sería que Beijing utilice la excusa de la apreciación como dispositivo ilimitado para pedir concesiones al orden, o simplemente para volver a una postura no cooperativa. El toma y daca en la política internacional debe ser dinámico. La segunda cuestión es el problema de las expectativas incumplidas en Occidente, y las consecuencias políticas que esto podría acarrear. Las frustraciones pueden resultar tanto de promesas no cumplidas desde Beijing, así como deanálisis económicos mal enfocados –e.g. si en realidad el problema de la economía estadounidense es estructural y nada tiene que ver con el déficit en la balanza de pagos. El tiempo aclarará algunas de estas cuestiones que hacen a la esencia del orden internacional contemporáneo y de los desafíos que un estado en ascenso le plantea.
(1) Como señala un artículo de The New York Times: “C. Fred Bergsten, director of the Peterson Institute for International Economics, predicted that if the renminbi rose by 20 percent over the next two or three years, and if adjacent countries like Taiwan and Malaysia similarly let their currencies rise, the United States would lop $100 billion to $150 billion a year from its current account deficit and create up to one million American jobs.”
*Profesor Universidad ORT.
Maestría en Estudios Internacionales, Universidad Torcuato Di Tella (Tesista)
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