Mitos y Realidades del Vínculo Entre la Crisis Económica y la Política de Grandes Poderes
Abstract
Las grandes crisis económicas imponen una sensación de caos e incertidumbre. No sólo en términos puramente económicos, sino también en la esfera política. Las observaciones sobre la estructura de poder internacional suelen verse especialmente afectadas por este tipo de avatares. Un buen ejemplo es el de Martin Jacques, autor del libro When China Rules the World: The End of the Western World and the Birth of a New Global Order. En un artículo para el periódico The Guardian, Jacques señalaba lo siguiente: “We have entered one of those rare historical periods that is characterised by a shift in global hegemony from one great power to another. The last such was between 1931 and 1945, and marked the end of Britain's financial ascendancy and its replacement by that of the United States…This new period is marked by the rise of China and the decline of the US.”(1)
En su argumento, la Crisis Económica habría instalado ahora sí, después de tanto que han pronosticado los analistas, la transición de poder entre China y Estados Unidos, etapa que sería análoga a la de 1931-1945, donde el gran evento fue la transición entre Estados Unidos y Gran Bretaña. Esta línea de razonamiento tiene mucho de sentido común. No sólo porque no es una idea descabellada, sino porque el Hombre tiene esa extraña necesidad de pensar que vive en tiempos importantes, de cambio, donde se juega el destino del mundo. El problema es que esto no suele ser cierto y que el sentido común no es siempre la mejor herramienta para comprender los grandes patrones de la política internacional. La tesis de Jacques es incorrecta, histórica y teóricamente. No hemos entrado en tal período; pero además, y este es el punto importante del presente artículo, las crisis económicas no tienen la capacidad de generar tendencias de largo plazo en la estructura de poder entre grandes potencias.
En primer lugar, la utilización de ese ejemplo histórico para iluminar la actualidad de las relaciones sino-estadounidenses no es en lo absoluto acertada. Para 1900 Estados Unidos superaba a Gran Bretaña en todas las variables que Paul Kennedy considera que representan el potencial de un estado –i.e., población; porcentaje de población urbana; niveles per cápita de industrialización; producción de hierro y acero; consumo de energía; ratios de producción de manufactura, inter alia. La transición se habría dado alrededor de los 1900s.(2)
Según Goldman Sachs, China podría superar en términos absolutos a Estados Unidos recién para el 2030. Pero aún siendo esto posible (y para aceptarlo hay que obviar los claros problemas de realizar esta suerte de futurología) las dos economías podrían ser comparables en tamaño, pero no en composición. China tiene a gran parte de su población viviendo en la pobreza del campo. La ralentización de las tasas demográficas se empiezan a hacer visibles, amenazando las impresionantes cifras de crecimiento que hasta el momento mantiene. A su vez, como señala Joseph Nye: “Assuming Chinese growth of 6 per cent and American growth of only 2 per cent after 2030, China would not equal the US in per capita income until sometime in the second half of the century.” Este no es un tema menor, ya que el ingreso per cápita es lo que designa la “sofisticación” de una economía. Pudiendo influir, por ejemplo, en los gastos en armamento.(3) Ninguna crisis económica puede sustituir tales deficiencias.
Lo cierto es que los movimientos verticales en la cima de la jerarquía internacional, no sólo entre un estado hegemónico y otro contendiente, sino también entre las potencias medias, no son el resultado de eventualidades transitorias -como un cataclismo económico, pero en general cualquier fenómeno disruptivo en las relaciones internacionales. En su ya clásico estudio sobre las transiciones, A.F.K. Organski y Jacek Kugler argumentaban que: “…the major source of power for a nation is its own socioeconomic and political development.”(4) Los procesos que llevan a los estados a la cúspide del orden derivan de largos desarrollos internos, como el que sufrió Estados Unidos desde mediados del siglo XIX en adelante. Las placas tectónicas del poder internacional se están moviendo, pero no a causa de la crisis económica. En este sentido, la opinión de Jacques, muy extendida en los últimos años, es errónea.
Por otra parte, los patrones de ascenso y descenso no suelen ser significativamente trastornados por eventualidades como las crisis económicas. La crisis de 1929 golpeó a Estados Unidos más que a nadie. Sin embargo, años más tarde, ese mismo país llegaría a tener un PIB que ocupaba aproximadamente la mitad de la economía global. Más llamativo es el caso de Alemania, a quien la Primera Guerra y la severa crisis de los 1930s no desviaron por mucho tiempo de su senda de crecimiento.
Ahora bien, ¿quiere esto decir que tales fenómenos no tienen ningún rol en la política entre potencias? La respuesta es un rotundo no. Podemos pensar en dos tipos de efectos que acarrean las crisis, económicas o no, a escala global: a) poner sobre el tapete los procesos de ascenso y descenso, y b) generar cambios psicológicos en la política internacional.
El primer punto es sencillo de comprender. Cuando el orden internacional se encuentra estable, las consideraciones del poder suelen permanecer constantes. Cuando el caos y la incertidumbre reinan, las interpretaciones cambian súbitamente. El Imperio Español de Felipe II, heredero del todopoderoso Carlos V, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, debería esperar a la derrota de la Armada Invencible a manos de Inglaterra para comprender que su capacidad de poder para unificar Europa bajo su mando no era suficiente y venía en descenso (aún así, España no lo entendería completamente hasta la Paz de los Pirineos en 1659). En un ejemplo más reciente, no fue sino hasta después de la Primera Guerra (y en algunos sentidos de la Segunda) que se entendió que el lugar de Gran Bretaña debía ser ocupado por Estados Unidos; aún si las capacidades de poder decían otra cosa desde los 1900’s. El quid de la cuestión es que los grandes cataclismos agitan las interpretaciones de los movimientos verticales en el sistema internacional.
En una columna de opinión del Canciller de Brasil Celso Amorim del martes de la corriente semana, se vislumbra tal fenómeno. Según el Sr. Amorim: “Countries like Brazil, China, India, South Africa and a few others are the “new kids on the block” among global players that shape international relations…The financial crisis highlighted even more the coming of age of new actors.”(5) Las crisis aparentan desvelar patrones de ascenso y descenso. Esto es especialmente cierto si el contraste de sus consecuencias salta a los ojos –la situación actual de Europa vis-à-vis la de las potencias medias y China es un buen ejemplo.
El segundo punto vincula al anterior con la formulación de la política exterior estatal. Aún si como ya se mencionó, las crisis no modifican seriamente la estructura del poder, las interpretaciones de las mismas pueden derivar en cambios importantes en las políticas exteriores. Desde luego que la asertividad del artículo de Amorim ilustra el punto, pero mucho más directamente lo hace la iniciativa turco-brasileña de mediar entre Irán y la comunidad internacional, sin siquiera consultar a Estados Unidos, Europa o China. La posición de China, más confiada y en cierta medida ofensiva, en temas que van desde la revaluación del renminbi a asuntos estratégico-militares, es también el resultado de este tipo de cambios psicológicos. A ojos chinos, la crisis es la confirmación de que, ahora, China puede decir que no.(6) A su vez, no debería extrañar si el rol internacional de la Unión Europea declina en los próximos años. Particularmente, porque el revés ideológico que vendrá de la mano del cataclismo económico de los últimos meses (y que aún no ha terminado) va a generar un retraimiento de la Unión Europea como actor global. Pero esto responde a cambios psicológicos y no de poder.
Las interpretaciones son simplemente, y perdónese la redundancia, interpretaciones. Por lo tanto son enteramente subjetivas. Un estado puede entender que a partir de la crisis ha quedado en una posición de poder que lo legitima para actuar con más asertividad en el plano internacional, cuando en realidad esto no concuerda con el verdadero poder del mismo (el ejemplo de Brasil y Turquía es inmejorable aquí). Esto es lo que Charles Doran llama “power-role gap”; es decir: un desfasaje entre el rol de un estado en la política internacional y su verdadero poder –que es la herramienta básica para actuar en el mundo. Los problemas que este tipo de situaciones acarrean son muchos (para Doran son los grandes culpables de las guerras sistémicas), pero no pueden ser tratados hoy.
La Crisis Económica con la que la política internacional aún convive no ha modificado -ni puede modificar- la estructura de poder en el sistema. Tampoco ha descarrilado los patrones de ascenso y descenso de mediano y largo plazo. Si China, India, Brasil y Turquía llegan a la cúspide del orden internacional, y si Estados Unidos, la Unión Europa y Japón quedan relegados unos escalones más abajo, no va a ser la consecuencia de una crisis particular -económica o no- sino el resultado de procesos internos de crecimiento de largo plazo. El observador de la política internacional, no obstante, debería estar atento a los pequeños terremotos, esencialmente de interpretación y psicología del poder, que pueden generarse en el corto plazo.
(1) Jacques, Martin, “The great shift in global power just hit high gear, sparked by a financial crash,” The Guardian, 20 de Abril de 2009.
(2) Kennedy, Paul, The Rise and Fall of Great Powers, Vintage Books, New York, 1987.
(3) Nye, Joseph S., "China's Century is Not Yet upon Us," Financial Times, 19 de Mayo de 2010.
(4) Organski, A.F.K., y Jacek Kugler, The War Ledger, University of Chicago Press, Chicago, 1980, p. 24.
(5) Amorim, Celso, “Let's Hear From the New Kids on the Block,” The New York Times, 14 de Junio de 2010.
(6) Las consecuencias psicológicas de la crisis en las relaciones sino-estadounidenses van a ser tratadas a fondo en las próximas semanas.
*Master en Estudios Internacionales,
Universidad Torcuato di Tella
Buenos Aires, Argentina.
Profesor Universidad ORT Uruguay
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