UNA CUMBRE DESLUCIDA
Abstract
La reunión de los presidentes y equipos técnicos de los países del Mercosur y Venezuela (como Estado asociado) en Montevideo quedó relegada a un segundo plano en la información internacional de la prensa de la región y el mundo.La conferencia de Copenhague, la reelección de Morales en Bolivia, la evolución de la campaña chilena, o los atentados en Bagdad, ocuparon más espacio y destaque que el traspaso de la presidencia pro-tempore del Mercosur de Uruguay a Argentina con el que se cerró la Cumbre de mandatarios del bloque regional.
Declaraciones significativas con signo regional, una: los presidentes de los países del Mercosur y Venezuela resolvieron desconocer las elecciones presidenciales de Honduras en la que resultó electo Porfirio Lobo. Se alinea así el bloque a la posición brasileña y se aleja de la perspectiva estadounidense de aceptar unas elecciones en las que compitieron todos los candidatos de los distintos partidos, y en las que hubo una participación ciudadana acorde a los antecedentes hondureños en esas ocasiones.
Signos políticos relevantes, dos: la visita del presidente Chávez al Uruguay y su voluntad siempre renovada de integrarse al escenario político que brinda Mercosur; la ausencia de la presidente de Chile Bachelet.
Noticia a destacar: la voluntad de avanzar en el uso de las monedas nacionales regionales para el pago del comercio bilateral en el bloque. Algo que ya está siendo implementado por Argentina y Brasil y que llega, cuando no, como un resabio de las decisiones de los países grandes a los socios pequeños del bloque.
Luego, letanías repetidas en cuanto a la voluntad de encontrar caminos de apertura a negociaciones comerciales con la Unión Europea; y contactos bilaterales que, en Uruguay, fueron destacados en virtud de las recientes elecciones presidenciales que anuncian un recambio de autoridades para el próximo 1º de marzo.
De forma general, la reunión de Montevideo tuvo la intrascendencia propia de un traspaso rutinario de presidencia pro- tempore, a lo que se sumó el desgano esencial que caracteriza a un proceso de unión regional tan abúlico hoy como protagónico en los años noventa.
Brasil, principal socio del bloque, juega en un escenario mundial que se ajusta mal a la prioridad de los intereses regionales multilaterales. Ha preferido avanzar en negociaciones bilaterales con Argentina en los temas relevantes, y posponer sine die, a través del lento proceso de ratificación senaturial nacional, cualquier avance del Mercosur hacia la integración plena de Venezuela.
El peronismo argentino en el gobierno ha canalizado su relación bilateral con Brasil y no se preocupa de avances institucionales mercosureños que pueden limitar severamente su lógica de desarrollo nacional en el sur del continente. El cambio de administración uruguaya abre una interrogante sobre la dilucidación del grave conflicto bilateral, que lleva años, por el tema Botnia, y sobre el cual las instancias de diálogo y negociación del bloque han fracasado rotundamente. Su relación fraterna y financiera con Venezuela no precisa de los carriles Mercosur. Su relación con Chile, evidentemente, no necesita de Mercosur; al igual que su relación con Paraguay.
Mercosur se ha rutinizado y no logra salir del profundo letargo en el que está sumido desde la devaluación brasilera de 1999. Es lógico, pues, que la reunión de Montevideo no haya sido contemplada con importantes titulares en la prensa regional: nada relevante podía esperarse de ella en función de los objetivos de desarrollo y crecimiento de los países involucrados. Tampoco habría de anunciarse ningún avance que destrabara una situación que parece, finalmente, convenir a todos los actores que han privilegiado, con éxito variado, los canales de relacionamiento bilaterales a los esfuerzos de coordinación multilateral propios de un bloque regional.
Mercosur juega al empate. Quedó una vez más ilustrado hace unos días en la preciosa Montevideo de diciembre.
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