La mirada conceptual de la Izquierda y la Derecha en América Latina
Abstract
Este análisis parte de la sensación existente entre concepto y realidad cuando sobre la experiencia política se está reflexionando en la región. Hoy, cuando América Latina se debate entre dos modelos de izquierda con características casi opuestas y una débil derecha que sólo goza de simpatía en Colombia, México, Perú y Panamá, resulta pertinente detenerse a pensarle a la parte conceptual y lograr claridad frente a la brecha que se presenta entre los conceptos y la realidad.
La lectura de un artículo reflexivo de Teodoro Petkoff (2005) hace un par de años, una de las personalidades involucradas de manera directa en la dinámica de implementación de la izquierda en la región, generó en su momento muchas inquietudes sobre el tema. Posterior a ello, de manera gradual, se empezó a notar que en América Latina las izquierdas, quizá como el mismo Petkoff lo vaticinaba, empezaban a diferenciarse entre ellas y a distanciarse en sus políticas. Hasta llegar hoy a la comprensión de dos grandes líneas diferenciadoras de la izquierda en la región. La primera de ellas completamente arcaica, extrema y con indicios de una nula comprensión de los tiempos, liderada por Venezuela, y la segunda, más progresista, menos ciega a las opciones de cambio y alineada con los cambiantes tiempos de la globalización, liderada por el Estado brasileño.
Cuando los revolucionarios franceses de finales del siglo XVIII se situaron en la discusión suscitada en la Asamblea Constituyente de 1792, fueron muchos los que se percataron de la enorme división que se presentaba en el recinto de sesiones de la Asamblea. La historia bien contada nos ha demostrado que a la derecha del recinto se situaron los partidarios de la gran burguesía (girondinos), a la izquierda los 136 que se hallaban inscritos en el círculo jacobino y en el centro los diputados independientes que habían carecido hasta ese momento de una propuesta política programática. La Revolución Francesa y todas las acciones que le rodearon, le dejaron al mundo esa división que con el tiempo se consolidó bajo la modalidad de unos convencionalismos políticos conceptualizados estáticamente. Es el origen de la división entre izquierda y derecha, acertadamente presentado por Ángel Rodríguez (2001), cuando se detiene, incluso, a dejar por sentada una crítica al equívoco de pensarles bajo un concepto y una realidad.
El uso enciclopédico, descriptivo y no valorativo que se hará de la definición de izquierda en estas líneas será el siguiente: se entenderá por izquierda el concepto político que considera al progresismo como su prioridad y el logro de igualdad de derechos frente a intereses de tipo individual, basándose en la posibilidad de una sociedad laica, igualitaria y diversa en oportunidades para los individuos en general. Sin connotaciones de ningún tipo esta será la base sobre la que se determine el concepto de izquierda.
En el caso de la derecha, ésta puede definirse asociada a posiciones más tradicionales, e incluso religiosas que valoran y, en algunos casos, consideran prioritarias las libertades individuales en beneficio de la jerarquización en procura del orden social establecido por la tradición. Un componente importante a esta definición está ligado con el patriotismo o nacionalismo que desde la derecha se desarrolla en política doméstica.
En esa línea Norberto Bobbio nos legó de aspectos importantes de la antítesis entre los dos términos, apuntando a algo que hoy es complejo precisar. De acuerdo con su planteamiento, izquierda y derecha son excluyentes, esto es, una doctrina o un movimiento únicamente puede ser de derecha o de izquierda. No obstante, aparecerá la opción centro, que también deberá considerarse.
Valdría aclarar que Bobbio señala además que la verticalidad (de la derecha) y la horizontalidad (de la izquierda), como ordenamientos fuerte y débil respectivamente, sí han tenido su origen en la Revolución Francesa bajo el convencionalismo ya mencionado entre izquierda y derecha, pero la concepción horizontal de la política viene de atrás e incluso se va a percibir una combinación de la una y la otra con relativa frecuencia.
A pesar de haber tenido ese acercamiento conceptual inicial, aunque enciclopédico en gran medida, todavía cabe seguirse preguntando qué es la izquierda. ¿Qué la derecha? ¿Tendrán realmente una definición sobre la cual pueda el académico maniobrar sin inconvenientes? Se acude a Bobbio de nuevo para desentrañar respuestas. El significado original del binomio izquierda-derecha tuvo una connotación de valor unívoca. La derecha tuvo una connotación siempre positiva, mientras que de la izquierda se habló en términos negativos. Sin embargo, en política las condiciones son cambiantes. Dadas las circunstancias del análisis, es factible ser “bueno” tanto en la izquierda como en la derecha, o ser “malo”, de la misma manera, en ambas existe el riesgo. Y para continuar con definiciones, resulta completamente válido retomar la clásica distinción del mismo autor italiano entre izquierda y derecha, según la cual mientras la primera promueve la igualdad entre grupos e individuos (sean estos clases sociales, o grupos raciales, étnicos, de género, etc.), basándose en la ya mencionada visión horizontal de la sociedad, la segunda parte de una valoración positiva de las jerarquías sociales para la defensa de las virtudes económicas y políticas de la desigualdad.
Ambas definiciones, tanto las iniciales como las que Bobbio brinda generan categorías sobre las cuales moverse. Además, ponen de presente que los dos conceptos no son definitivamente absolutos, sino relativos. No son realidades intrínsecas del universo político, sino lugares del “espacio político”, representando una determinada topología política. De acuerdo con Marco Revelli, “no se es de derecha o de izquierda, en el mismo sentido en el que se dice que se es comunista o liberal o católico”. Lo que, incluso, empieza a explicar mucho de la realidad latinoamericana, dado que, en definitiva, derecha e izquierda no pueden ser comprendidas como palabras que designen contenidos inflexibles. Los tiempos y las situaciones las llevan al cambio y a adecuarse a una diversidad de condiciones. ¿Son, entonces, izquierda y derecha, simples eufemismos sobre los cuales se mueve la política latinoamericana?
Las líneas quedan muy cortas y corresponde simplemente señalar que dentro de ese esquema conceptual no es posible comprender a ninguno de los Estados de la región. Brasil es de izquierda, pero actúa bajo parámetros que el contradictorio neoliberalismo ha dejado como legado. Venezuela es otro actor de izquierda que actúa estrechamente en sus relaciones económicas con los Estados Unidos de América, uno de los “imperios” que más crítica. A su vez, el presidente de la república bolivariana incrementa su presupuesto de gastos personales en una medida más alta que los propios mandatarios de la derecha latinoamericana, mientras obliga al pueblo venezolano a someterse a un extremo racionamiento de energía eléctrica y agua. Esto para no mencionar su proyecto expansionista y los deseos de ganar, a través de una guerra, alguna porción importante del territorio colombiano.
Colombia y Perú dícense de derecha, pero poseen ambos Estados una serie de programas sociales que dan muestras de políticas propias de un modelo socialdemócrata. En términos conceptuales hay que señalar que tanto izquierda como derecha han terminado siendo simples eufemismos prácticos de la política latinoamericana. Algo que necesariamente hay que aplaudir, pues los tiempos de las políticas radicales ya fueron dejados atrás desde que en los años 90 del siglo pasado autores como Giddens y Habermas plantearon la necesidad de una revisión a las políticas radicales.
Hoy es susceptible comprender a la región desde una óptica más abierta en la que los Estados presentan interesantes hibridaciones. Sin duda las adaptaciones desarrolladas en Chile, Brasil y Uruguay, donde se ha buscado un equilibro de tendencias políticas, tienen mucho más que mostrar que las insistentes en la radicalización. Buen viento y buena mar para los proyectos de Estado fundados sobre la coherencia del presente y no sobre los absurdos del pasado.
El autor es profesor de Relaciones Internacionales Latinoamericanas en la Universidad EAFIT de Medellín, Colombia. 2009
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