Un dialogo con la artista Elsa Trolio - LOS HUESOS DEL FUEGO
Abstract
Hablar personalmente con Elsa no es una experiencia común y corriente. Es que no le debe resultar nada fácil dominar esa formidable energía. Con la indiferencia de un alud, o de una ola gigantesca, ese impulso puede llevarse por delante al miope que se le ponga delante tratando de articular referencias académicas o silogismos de salón.
Lo que sigue es un diálogo “imaginario” con Elsa Trolio. Esta es la entrevista que alguna vez pudo haberme concedido, y que en realidad siempre me concedió pero bajo otras formas: en periódicos encuentros o mediante correo electrónico, género por cierto muy ajeno a San Juan de la Cruz –me entienden quienes conocen de sobra los elementos místicos omnipresentes a lo largo de toda su producción–.
A mis preguntas sobre filosofía del arte, o cuestiones estéticas, ella respondió muy sobria, aunque con la iluminada oscuridad, valga el oxímoron, propia de alguien que le ha tocado en suerte transportar retazos de “La carne de Dios” –una de sus anteriores muestras–. Hablar con Elsa es topar con lo indecible, sospechar que hasta el misterio se articula como una osamenta o que el fuego tiene huesos.
— Parece que los ángeles dicen la verdad.
— El pelo del angelito es de oro, y la cara de cera. La cera, al igual que el sebo, contiene sustancias vitales. En su Diccionario de símbolos, J.C. Cooper explica que ése es el motivo por el cual en la magia y en la brujería se emplean imágenes de cera, tratando de conseguir el control sobre las personas.
— ¿El arte cumple alguna función?
— Sirve el arte por el arte. El arte por el arte sirve para conocer cosas que pueden existir, cosas que no conocemos. El pájaro que canta no sabe que está haciendo música. El indio que realiza una danza, no es consciente de hacer coreografía. Cumple un rito religioso que puede movilizar a toda una comunidad. Tampoco podemos decir que el arte, en este caso, esté puesto al servicio de la religión. Para el esquimal tallar un arpón no es esculpir, sino producir un objeto destinado a cierto uso y que desarrollará su función en determinadas condiciones. La danza, el arpón, la máscara del antepasado, el vaso, extraen su sentido de su fin, del uso al que están destinados. Su fin no es el de estar desarraigados y colgados en un museo para ser obra de arte, objeto de placer estético. Son funcionales. Su funcionalidad es vital.
— Entonces ¿estas culturas ignoran todo tipo de experiencia estética?
— No, de ninguna manera. El placer no consiste en contemplar un objeto, sino en vivirlo. Hoy el arte ya no es vivido con esta sencillez. En todas las culturas pre hispánicas del continente americano, en todas las africanas, asiáticas, polinesias, no existía una palabra específica para identificar una imagen artística. Entonces nos preguntamos porqué se complicó tanto. El creador popular es parte de la sociedad, no está aislado de ella. El indígena que realizaba sus ollas para cocinar, y sentía la necesidad de decorarlas, cuando las hacía no sabía que estaba realizando creaciones artísticas. Usar el objeto es llegar a su cumplimiento, producir el sentido que se encuentra en el uso, como afirma Wittgenstein. Pero no al modo de los productos industriales, modo que define las necesidades y determina los medios de una producción en serie. Por algo disfrutamos de la alfarería, la orfebrería, los textiles de diferentes culturas. Miguel Ángel se enorgullecía de ser un artesano. Claro que no me refiero a cualquier forma de arte popular. Si hoy el arte no es vivido con esta sencillez, es porque el discurso empezó a dominarlo. La cultura se transmite por el lenguaje, la
institucionalización, el sistema de denominación, el poder de las palabras. Ellas instruyen y regulan la percepción.
— Pero una vez que hacemos consciente el aspecto estético podemos separarlo de la dimensión utilitaria, pragmática. ¿O en realidad se trata de dimensiones que tú prefieres no desglosar?
— Hay algunas de mis obras que responden a una necesidad tan vital como la de hacer una taza para tomar leche. Son actos de restitución de plenitudes que he vivido. Ése es el secreto del arte. Soy consciente de que vivo algo y luego trato de sublimarlo. No puedo vivir de otra manera, es una forma de vida. Es un vicio. Soy capaz de hacer cualquier sacrificio pero lienzo y óleos no me faltan.
— En tu obra, ¿cuál es el lugar del compromiso?
— Hay un compromiso consciente con el mundo y la sublimación. El hombre con todos sus gestos, con todas sus actitudes, elecciones, como constructor o destructor. Y está lo permisible y lo no permisible. Enfrentar y al mismo tiempo no destruir lo que es valioso, solo lo podemos hacer con creatividad. Transgredir vale, si el resultado es la construcción y no la destrucción
— Históricamente, el arte a veces resultó funcional a la violencia de los poderosos.
— El artista simboliza la realidad y la realidad siempre es compleja y contradictoria. Puede reproducir una ideología de poder. Pero también puede rebelarse y construir una nueva propuesta. El arte es parte de la vida y la muerte. En el arte, el instinto de Eros y Thanatos están presentes con la misma fuerza.
— ¿El arte se contamina si incorpora un objetivo político o religioso?
— No necesariamente se contamina. Las primeras manifestaciones creadoras del ser humano tienen que ver con lo inexplicable, la muerte, los dioses. Lo que hoy llamamos arte o lo que en el Renacimiento se entendía por imagen artística, tuvo que ver con la humana necesidad de entender el mundo. Todas las religiones, al igual que las manifestaciones artísticas surgen por una necesidad de comprender la vida y justificarla.
— ¿Por qué surge la creación de las imágenes?
— Porque el ser humano necesita comunicarse con ciertos seres o entidades, o representar esos seres inaccesibles. La imagen nos protege. Es mágica, espiritual. El hombre necesita tener fe, entonces crea las imágenes. “Crea porque necesita creer”, ha dicho Alfredo Torres. En el arte popular, lo cristiano y el mito se encuentran con una gran pureza afectiva. En cuanto al objetivo político y social, éste no necesariamente interfiere en lo valores estéticos. En general, la potencia de una obra está dada por un todo. Pero eso es largo de explicar.
— Si no interfiere con lo específicamente estético, parecería que el arte podría volver a plantearse ser “edificante”, aunque la idea no esté muy de moda...
— El arte debe aspirar a ser edificante, naturalmente. Hoy se nos imponen fuerzas adversas, o la vida nos golpea, y nos duele. Pero también nuestro mundo ofrece fuerzas para que nos valgamos de ellas. El arte es una de esas fuerzas. Si la aprovechamos nuestro horizonte se amplía, nuestra libertad se renueva, nuestra vida se hace más rica. Entonces es posible gozar de cierta libertad espiritual. Libertad para pensar, sentir, expresarse y experimentar. En suma, podemos pedir lo imposible. También es posible defender una imaginación que se tome sus tiempos, que se permita sus ritmos. Dejar que el tiempo se detenga, gozar de intensas vivencias, es el verdadero valor de hacer arte.
— Supongo que transmitirás en tu taller esta filosofía del arte.
— Cuando doy clase me siento extremadamente feliz, porque sé que puedo transmitir y dar entusiasmo. El arte es como el amor, es un estado de desesperación. Va más allá de lo que uno puede controlar, es un milagro. Un milagro que nunca se repite. Yo ando siempre desesperada por el arte. Entender y definir el amor, al igual que el arte, no forma parte del arte. El arte tiene otro poder que no es racional. El amor tiene otro poder que no es racional. Uno cuando se enamora ni siquiera es consciente de porqué se enamora. El artista no es consciente de sus descubrimientos. El arte va más allá.
— Hasta ahora no logré que me explicaras por qué te gusta pintar.
— En realidad no me gusta explicar lo que pinto. Y precisamente los puntos de la pintura que me interesan son los que no comparte con ningún otro lenguaje, los que son específicamente pictóricos. Por ejemplo, yo no puedo salir de la cruz, ni de la crucifixión, prácticamente desde que me inicié. En el fondo el arte parece arbitrario, cuando se lo aborda desde una razón verbal o discursiva. Pero el arte inventa nuevas lenguas para poder decir cosas que todavía no pueden ser dichas con los códigos disponibles. Pensemos en el primer ángel de la serie. Costaría mucho explicar con palabras que las simetrías llevan la idea de inmovilismo y estabilidad, y que las imágenes simbólicas de la verdad y de la justicia se representan mediante figuras frontales simétricas. Fijáte en esas dos manos que se lo llevan, están poco visibles, pero se ven. El ángel tiene los ojitos cerrados, nunca los pudo abrir. Su actitud es de resignación, pero las alas son enormes.
* Artista plástica nacida en Salto, Uruguay, ganadora entre numerosos
reconocimientos del 1er. Premio Concurso de Pintura 2007 “La
convivencia entre los pueblos”, B’NAI B’RITH del Uruguay.
El presente texto proviene del catálogo de la exposición
realizada en la Sala Carmelo de Arzadun,
agosto de 2009, ciudad de Salto.
*Profesor de Cultura y sociedad contemporánea.
Depto de Estudios Internacionales
FACS – ORT Uruguay
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