El equilibrio de potencias en la región
Abstract
Si algo caracterizó a los siglos XIX y XX en la región sudamericana, fue el equilibrio de poderes entre Argentina y Brasil. Cada uno de ellos con aliados y con zonas de no intervención. El eje Brasil- Chile, distinto del de Argentina- Perú; la no intervención directa militar en países pequeños, Paraguay y Uruguay, a partir de los años 1870.Respondía ese criterio a un clásico juego de equilibrio de poder. Por vastos territorios, por riqueza comparada similar en términos absolutos, por población importante y no tan diferente, por fuerza militar comparable, y por lugares relativos en cada una de sus culturas hispana y lusitana, Argentina y Brasil equilibraron sus poderes en la región a lo largo de prácticamente dos siglos de existencia.
Sin embargo, progresivamente, desde los años 1970, y aceleradamente a partir del siglo XXI, este equilibrio se ha visto profundamente modificado.
Brasil es una potencia emergente mundial y ha decidido apostar fuertemente a una multipolaridad que lo sitúe en la conversación de la definición de los grandes ejes de la gobernanza mundial del siglo XXI. Chile, por su lado, dejó de ser un país periférico y avanzó grandemente en su desarrollo militar y económico. Perú crece decididamente y se concibe como un actor regional clave, junto a Colombia, en la zona noroeste de Sudamérica.
Pero, a diferencia de estos nuevos panoramas nacionales, someramente relatados aquí, la evolución argentina de estas dos últimas décadas es la que trastoca todo el sistema de equilibrios suramericanos.
Un desarrollo económico frustrado y frustrante en los noventa, se sumó a una desintegración nacional en 2001- 2002 solo comparable con el desorden propio de la época de la revolución en Argentina, en los tiempos de la independencia, hacia los años 1810. Una verdadera tragedia.
Fueron años perdidos en un contexto de fuerte crecimiento de su rival y alter ego regional brasilero. Son años también, en los que para el continente latinoamericano de habla hispana se asentó la primacía estratégica, económica y culturalmente, de México, en detrimento de la vieja Argentina pujante de principios del siglo XX.
Quizá un último intento de alianza entre iguales haya sido la estratégica construcción del Mercosur. Falló grandemente en ese objetivo. Hacia 1993 ya se quejaba el ex-presidente argentino Frondizi del “seguidismo internacional” de la política exterior de su país con respecto al liderazgo brasilero. En 2009, está claro que Mercosur, en las pocas áreas en las que todavía funciona, no oficia de modelo suramericano de complementación económica y política entre potencias semejantes. Fue un modelo que forjó la unidad europea entorno al eje franco- alemán, cuya imitación generó mucha ilusión en los noventa, pero que hoy ya no tiene vigencia.
Estamos pues, ante un escenario que abre un tiempo histórico absolutamente distinto al que estuvimos acostumbrados a lo largo de los siglos XIX y XX; un escenario en el que Brasil y Argentina ya no son los integrantes protagónicos de una balanza de poder regional.
Está en Brasil terminar de asumir un papel de liderazgo regional en mayor consonancia y coordinación con México, su interlocutor privilegiado a escala latinoamericana. Brasil conserva sus vínculos estrechos con Estados Unidos; pero se enfrenta, no siempre con éxito, a las vicisitudes que generan Venezuela, Ecuador, Paraguay y Bolivia. Como potencia mundial ascendente, no puede permitirse convivir con un continente suramericano desestabilizado. Y ese es su gran desafío estratégico regional de los próximos años.
Está en Argentina replantearse su lugar en la región. Cerca de la conmemoración del Bicentenario, es éste su desafío mayúsculo y doloroso, que obliga a revisar, incluso, hasta ciertas dimensiones de su identidad nacional forjada en la certeza de un destino, por ahora cada vez más lejano, de grandeza continental.
En los próximos años asistiremos a tiempos de decisiones democráticas sustanciales en distintos países de la región – Uruguay, Chile, Bolivia, Brasil, Colombia -. Seguramente, estos replanteos estratégicos regionales estén presentes en la visión internacional de los gobernantes que terminen siendo electos en cada uno de esos países. Importa que lo tengamos claro desde la perspectiva del análisis de las relaciones internacionales.
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