El significado de “liberalismo” en la política contemporánea
Abstract
Es posible ponerse más o menos de acuerdo en lo que implica objetivamente el término “liberalismo” tanto en el campo de la filosofía política como de la ciencia política (concepto que vemos materializado -tras su elaboración intelectual y sistemática en el Iluminismo, principalmente con John Locke-, en las democracias liberales actuales, a pesar de sus particularismos). También es posible hacerlo, y de forma más objetiva si cabe, en el campo de la economía (es decir, el liberalismo económico que nace con la obra de Adam Smith, y se aggiorna con pensadores como Friedman).
No obstante, la palabra “liberal” se ve desdibujada en nuestros días según el país o la región de turno, donde la propaganda política (a favor o en contra), ha “confundido” el término de manera que el mismo puede ser utilizado como calificativo para corrientes ideológicas totalmente opuestas. El presente artículo pretende mostrar algunos ejemplos de esto.
En buena parte de los países de nuestra región, el liberalismo –o neoliberalismo, como se lo viene etiquetando desde hace tiempo- hace referencia a la modalidad económica del mismo, y es sobre todo utilizado como un adjetivo peyorativo, atribuyéndosele –sin demasiado criterio analítico- la responsabilidad de las sucesivas crisis socioeconómicas contemporáneas y la no superación de la desigualdad y la pobreza. No es de sorprender, pues, que cualquier fuerza política importante reniegue de adjudicarse el término, por más que aspiren a un marco económico de este tipo. Los populismos latinoamericanos “de izquierda” han cargado el adjetivo “liberal” de un contenido negativo portentoso, con bastante éxito por el momento.
Situación completamente opuesta es la de Estados Unidos, donde el liberalismo se entiende, en la jerga política, prácticamente como un sinónimo de socialdemocracia, es decir, de la intervención del Estado en favor de los sectores de la sociedad más vulnerables económicamente hablando. También se lo relaciona con políticas de discriminación positiva hacia las minorías étnicas y, en menor medida, el avance del Gobierno Federal por sobre los gobiernos de cada Estado de la federación. El liberalismo estadounidense estaría representado, en el imaginario social norteamericano, por el Partido Demócrata.
Para los conservadores (el Partido Republicano, buena parte de la prensa radial y la cadena de noticias FOX News) el “exceso de liberalismo” pasa a convertirse en poco menos que un acercamiento al comunismo, ideología no muy apreciada entre los estadounidenses por razones evidentes. Por lo tanto el término también posee una condición peyorativa, aunque por razones totalmente contrarias a las latinoamericanas. La confusión se torna divertida cuando los conservadores se amparan en la Constitución norteamericana –la primera y de las más liberales del mundo- para atacar precisamente a sus propios liberales.
En algunos países de Europa, donde el liberalismo económico de los ochenta y noventa tuvo buenos resultados, los partidos conservadores han querido adueñarse del término extendiéndolo a lo social. Como “liberal” suena mejor para el electorado que “conservador” (con la excepción del Reino Unido) tenemos fuerzas políticas como el Partido Popular español, que, por ser “liberales”, quieren educación católica obligatoria en todos los centros educativos, la expulsión de inmigrantes ilegales, prohibición de lenguas minoritarias y demás perlas. La cadena radial COPE, que prácticamente roza el ultraconservadurismo, se presenta como la gran defensora de las libertades al mismo tiempo que pide a sus oyentes el boicot a todos los productos catalanes.
En otros países de Europa tenemos fuerzas políticas que se llaman “Partido Liberal” o “Partido de las Libertades” que directamente siguen una línea que podríamos enmarcar ya dentro del neofascismo, con Austria como ejemplo. En Rusia, el Partido Liberal de la década pasada pretendía reconquistar todos los territorios perdidos por la URSS mientras exigía la expulsión de los judíos que quedaran.
Expresado como forma positiva o negativa, la expresión “liberalismo” escapa de su significado original y es expansible, en distintos contextos, para definir prácticamente cualquier cosa. Las dos modalidades de la ideología primigenia, política y económica, que no son necesariamente concurrentes a priori, han contribuido a este enredo semántico, profundizado por la labor propagandística dentro del país o la región de turno. Lo “liberal”, así como otros términos como “democracia”, “izquierda” o “derecha”, hace tiempo que escaparon de la categorización académica para significar, en la política de masas, prácticamente cualquier cosa. Apreciación importante para cualquier interesado en comprender el sistema político de cada nación.
* Estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales.
FACS - ORT- Uruguay.
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