Latinoamérica - África: Afianzando las relaciones para este siglo XXI

Authors

  • Jonathan Arriola

Abstract

Comúnmente se señala a América Latina como un verdadero crisol de razas y culturas. Esa afirmación no es banal. Si algo distingue al sub-continente es justamente la conjugación de diversas herencias culturales y de disímiles grupos étnicos que, aunque no sin ciertas dificultades, han convenido en coexistir con relativa harmonía.

No hace falta recordar que los componentes étnico-culturales que conforman la pluralidad latente de nuestro continente son básicamente tres: el nativo indígena, el europeo y finalmente el africano. Como es sabido, este último grupo acompañó la historia post-descubrimiento de nuestro sub-continente casi que de inmediato, debido al flujo esclavista que trajeron los europeos consigo a partir del siglo XVI. En ese momento se produciría el primer contacto poblacional entre el África Negra y la América Latina Indigenista. Fantis, Ashautis, Carabalí y los Yoruba fueron los grupos negros, provenientes de la costa occidental del África, más comunes en llegar. La concentración de estas poblaciones se produjo en mayor cantidad tanto en las Antillas como, en general, en las áreas tropicales. Lo que hoy conocemos como Colombia Venezuela, las Guayanas y especialmente Brasil fueron los puntos neurálgicos de recepción de negros esclavos. Además de su trabajo, los negros contribuyeron con sus costumbres, lenguas, música y religiones, forjando así una parte sustancial del patrimonio cultural latinoamericano.

Con la sucesiva manumisión de los esclavos en nuestro sub- continente durante el siglo XIX, culminando con la de Brasil en 1888, los negros pasarían a integrarse en la sociedad como hombres libres, conformándose como un grupo étnico de suma importancia, que hoy llega a configurar el 30% aproximadamente de la población total latinoamericana (claro que con realidades variables dentro de cada país).

Pese a la importancia de los afro-descendientes, las relaciones con el África no tendrían mayor desarrollo, ya sea porque los países latinoamericanos se abocaron a consolidar a sus respectivos Estados, o ya sea por el posterior proceso de “ensimismamiento” que experimentaría África, para la segunda parte del siglo XX, buscando emanciparse del coloniaje europeo.

Esto cambiaría a partir de los 90’, cuando se comienza a registrar un aumento considerable en los volúmenes de intercambio entre ambas orillas del Atlántico.

Parece ser que en un mundo globalizado no existen los socios no-estratégicos, de esta manera en los últimos tiempos hemos asistido a una reavivación de las relaciones inter-continentales. A partir del 2000, y a modo de ejemplo, se ha iniciado un proceso de cooperación académica entre ambos continentes (así como también con Asia), realizándose diversas conferencias y reuniones, para revisar los puntos en común. Este tipo de aproximación tuvo su último encuentro en Buenos Aires, en 2005, que culminó con la aprobación y financiamiento de un programa de cooperación, con duración de tres años.  Entre los objetivos principales del programa está el de subrayar la producción de conocimiento vinculado al desarrollo, a la cuestión de la paz y de la democracia. Además su buscó construir una visón conjunta para temas críticos, como el de la alimentación.

No obstante, el hito más importante en este acercamiento multilateral fue, sin dudas, la primera Cumbre África-Latinoamérica, realizada en 2006, en la capital de Nigeria, Abuja. Impulsada por Brasil y Nigeria, dicha Cumbre buscaría originar una unión entre los países del Sur. La participación fue multitudinaria, ya que contó con la presencia de los 12 países miembros de Comunidad Sudamericana de Naciones y con 53 países pertenecientes a la Unión Africana. Con el pretensioso objetivo de desarrollar la cooperación económica y política, los temas tratados fueron desde la asistencia mutua en temas científicos hasta las estrategias comunes a adoptar en el escenario internacional, pasando por los derechos humanos. En materia económica, se trabajó sobre diversos puntos, entre ellos, temas tales como el comercio e inversiones, la lucha contra la pobreza, las políticas energéticas y sobre todo, los asuntos referidos a la agricultura y al combate del hambre. También se buscó generar un alineamiento en el ámbito de las negociaciones en la OMC;  sin embargo, la empresa fue motivo de divergencias. Todos estos pasos en pro del acercamiento de los dos continentes, se plasmaron en el Plan de Acción de Abuja que, si bien su ejecución ha sido lenta, deja asentado las buenas disposiciones de trabajar en una alianza Sur-Sur.

En esa misma Cumbre se fijó la fecha para un próximo encuentro. Éste fue programado para el 2008 pero finalmente se postergó para noviembre del presente año. El anfitrión, esta vez, será Venezuela. El pintoresco presidente caribeño, Hugo Chávez, ha anunciado ya cuatro propuestas para esa cumbre: una energética (Petrosur), una financiera (el Banco del Sur), una académica (la Universidad del Sur) y otra en cuanto a telecomunicaciones (Telesur). Ya se anunció, además, que se pretende llegar, en dicha Cumbre, a acuerdos concretos y que comiencen a dar resultados de inmediato en múltiples materias, como la cooperación social (salud, educación, etc.), tecnológica, cultural, de turismo, y en materia de intercambio comercial y de agricultura principalmente.

Amén de los acercamientos  multilaterales, se destacan también los esfuerzos individuales por conquistar al África Negra. Existen acuerdos bilaterales entre Colombia y Nigeria, Angola y Argentina, Brasil con Ruanda y Kenya, y Uruguay quien ha cerrado con Angola un Memorándum de Entendimiento. México también ha profundizado su relación con el continente africano. Recientemente, la canciller mexicana, firmó un acuerdo con Sudáfrica para Evitar la Doble Tributación y Prevenir la Evasión Fiscal y que decididamente impulsa el intercambio comercial y, principalmente, de inversiones. Argentina hizo lo propio visitando, el año pasado, a Argelia, Túnez, Libia y Egipto. Su objetivo: diversificar mercados e intensificar el flujo comercial con esos países que ya había alcanzado la nada despreciable cifra de U$S4000 millones de dólares.

Sin embargo, los que llevan claramente la delantera en cuanto al relacionamiento con el África Negra son Brasil y Venezuela. El primero ha incrementado su intercambio económico con los países africanos considerablemente, pasando de cerca de U$S5 billones de dólares, en 2002, a aproximadamente unos U$S15000 billones para el 2006. Esta intensificación es el producto exclusivo de la política de Lula da Silva que, desde su asunción, se ha mostrado sumamente interesado en estrechar lazos con dicho continente, además de llamar a un cambio de perspectiva en el relacionamiento Sur-Sur. Esa preocupación se materializó con numerosas visitas a África que el mandatario brasilero ha efectuado durante su gobierno.

Por su lado Venezuela, si bien no ha descuidado la reciprocidad económica, ha optado por emprender una verdadera “expedición” diplomática por el continente negro. Como es harto conocido, este gusto por lo diplomático caracteriza definitivamente al presente gobierno venezolano. Es así que las misiones diplomáticas venezolanas se duplicaron, así como también la presencia de embajadas en suelo africano, que hoy totalizan 47 de los 53 países que componen al continente. De esta manera, Venezuela ya cuenta con un marco jurídico que permite los mecanismos de consultas políticas así como la celebración de comisiones mixtas. Por si fuera poco, el país caribeño ya ha hecho saber que, para el presente año, y con la cumbre como disparador, tiene planeado agudizar la cooperación cultural con aquella región del mundo.

Habiendo hecho este brevísimo vistazo a las relaciones entre América Latina y África, no sería errado afirmar que, pese a las significantes diferencias que existen entre ambos continentes, es del todo factible la coordinación de políticas comunes, sobre todo, a la luz de los puntos y desafíos compartidos por las dos orillas del Atlántico. Lo primero, el desarrollo, el combate al hambre y a la pobreza y el mejoramiento de la distribución de la riqueza, tema pendiente en los dos continentes. A veces, la imagen casi caricaturesca que tenemos del continente africano, nos hace olvidar no sólo de que es uno con grandísimas posibilidades y fortalezas, potencialmente explotables, -sobre todo, en materia de recursos minerales, hídricos e hidrocarburos- sino de que existen países, como Sudáfrica, con un nivel de desarrollo destacable. Por lo pronto, me parece que este acercamiento, sano y juicioso, puede traer grandes beneficios para las dos partes tanto en lo que hace a la complementariedad económica como, y especialmente, al desarrollo humano tan necesario y buscado por estas dos regiones, históricamente unidas. También me parece un signo positivo el hecho de que los países latinoamericanos, en su gran mayoría, hayan aprendido las lecciones del pasado y han entendido que lo más sano para el desarrollo de sus economías no es el aislamiento del resto del mundo sino la liberalización del comercio, y cuanto más diversificados los mercados, mejor.

 

* Estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales. 
Depto de Estudios Internacionales. 
FACS - ORT Uruguay.

Published

2009-08-20

Issue

Section

Política internacional