Brasil y el BRIC: un paso más en la búsqueda de poder
Abstract
La semana pasada se celebró en la ciudad rusa de Ekaterimburgo la primera Cumbre oficial del Grupo BRIC, conformado por las cuatro economías más poderosas de los países emergentes: Brasil, Rusia, India y China.
A partir de esta instancia, se ha cristalizado el término “BRIC”, acuñado por el economista Jim O’Neill de Goldman Sachs en 2001 para identificar las cuatro economías que, según sus pronósticos, serán dominantes en la economía mundial. Actualmente, este grupo representa el 15% de la economía global, el 40 % de la población y el 25% del territorio mundial. Estos datos reflejan claramente el peso actual de estos países desde una perspectiva geopolítica, que se ve reforzado por los pronósticos que se les hacen de mayor crecimiento económico (con excepción de Rusia) en relación a los países más desarrollados.
A pesar de la importancia actual y potencial del BRIC, la naturaleza desemejante de sus miembros en la esfera política y cultural y sus intereses divergentes podrían dificultar una concertación. Por lo tanto, resulta impensable en el mediano plazo que este grupo ofrezca una proyecto común real para rediseñar la arquitectura financiera y ecónomica del sistema internacional actual. Esto ha quedado claro en la modesta declaración final de la Cumbre, en la que se propuso una reforma del sistema económico guiada por algunos principios generales y en la que se soslayaron propuestas concretas.
Sin embargo, todos los miembros comparten un objetivo de política exterior, la búsqueda de mayor injerencia política en el concierto internacional. Esto supone aumentar su poder de decisión no sólo en los organismos multilaterales económicos, sino también en los políticos. La declaración de la Cumbre fue explícita en este sentido al exigir que “Las economías emergentes y en desarrollo deben tener mayor voz y representación en las instituciones financieras internacionales” y al reivindicar “...la importancia que le damos al status de India y Brasil en los asuntos internacionales, y entendemos y apoyamos sus aspiraciones a jugar un papel más importante en las Naciones Unidas”.
Este grupo incipiente nace entonces como una instancia formal de lobbyinternacional para que la importancia económica de sus miembros se traduzca en poder político. Es aquí donde entra Brasil en el análisis.
Los principales objetivos de la política exterior brasileña han sido alcanzar el liderazgo a nivel regional y transformarse en una potencia de primer orden en el concierto internacional. Estos fines se justifican esencialmente en sus atributos de poder económico, territorial y demográfico. Actualmente, Brasil es la tercera economía y el tercer territorio más grande de América –sólo lo superan EE.UU. y Canadá- y es el país más poblado de la región después de EE.UU.
La claridad y continuidad de estos cometidos y las medidas adoptadas durante los sucesivos gobiernos de Fernando Henrique Cardoso de Lula, a pesar de algunos matices de enfoque, confirman lo antedicho y definen la política exterior brasileña, instrumentada por Itamaraty, como una política de Estado.
En el ámbito regional, Brasil ha impulsado la Unión de Naciones Sudamericanas cuyo tratado constitutivo fue aprobado en Brasilia en 2008. Este foro internacional tuvo su origen en el año 2000, cuando Brasil organizó la primera Cumbre Sudamericana de Naciones con la finalidad de liderar un espacio de cooperación sudamericana, distinto al previsto por el ALCA, para convertirse en la potencia regional por excelencia y proyectarse de esta manera en la comunidad internacional. Bajo el esquema del ALCA, Brasil hubiese tenido mayores dificultades para posicionarse como referente de la región debido a que los estados miembros del NAFTA tendrían una mayor injerencia.
Asimismo, apesar de carecer de una tradición arraigada en cuanto a la colaboración en las misiones de paz de la ONU, Brasil ha comandado la Misión de Paz en Haití (MINUSTAH), iniciada en 2004. Esta operación se ha convertido en otra instancia para aumentar su presencia en la región y fortalecer así su liderazgo.A priori, la dirección brasileña de esta misión armada podría interpretarse también como una señal de extensión de su poderío militar, empero, Brasil ha mantenido su gasto militar en relación a su PBI (1,5% en 2007).
Por otra parte, el deterioro de las relaciones de EE.UU. con los países de América del Sur en los últimos años, debido al triunfo de varios gobiernos de izquierda radical con retórica anti-imperialista y a la postura intransigente del gobierno del ex-Presidente Bush, ha favorecido la participación activa de la diplomacia brasileña como mediador entre esta potencia mundial y algunos países suramericanos. Un ejemplo de ello, ha sido la reciente mediación brasileña en la OEA que condujo a la disolución de la Resolución de 1962 que suspendió a Cuba del organismo regional.
En la esfera internacional, los objetivos concretos y explícitos de Itamaraty han sido la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU para adquirir un cupo permanente, y más recientemente, una mayor participación en los organismos multilaterales de crédito. Los argumentos de Brasil para la reforma del Consejo han sido la mayor democratización de dicha institución mediante la incorporación de más participantes para reflejar la nueva realidad internacional y el criterio de la representación geográfica, pues, América del Sur no tiene representantes permanentes. Este último argumento explica por qué a nivel regional Brasil ha diseñado la UNASUR como un foro limitado a América del Sur.
Para alcanzar ambos objetivos, Brasil ha fomentado el multilateralismo mediante la creación de grupos de presión internacional, básicamente, entre países del Sur. Dos ejemplos ilustrativos han sido la creación del G-20 (grupo de países industrailizados y emergentes) en 1999 y del foro trilateral IBSA (India, Brasil y Sud-África) en 2003. El G-20 nació en respuesta/como complemento al G-8 (países industrializados) para darle una mayor participación en las negociaciones económicas globales. El IBSA fue creado como consecuencia de la paralización de la Ronda Doha de la Organización Mundial de Comercio, con la finalidad de fortalecer la capacidad de negociación de estos tres países para eliminar los subsidios agrícolas, evitar la discusión de los derechos de propiedad intelectual, frenar los intentos de liberalización de servicios propulsados por los países desarrollados, y reformar el Consejo de Seguridad de la ONU.
En la misma línea, Brasil no sólo ha impelido la creación del BRIC, sino que recientemente ha anunciado que otorgará un préstamo de diez mil millones de dólares al FMI a través de la compra de bonos de dicho organismo. En la década del noventa, nadie hubiese imaginado que Brasil se convertiría en un acreedor de esta institución. Asimismo, Rusia ha afirmado que también prestará la misma suma y China realizará un préstamo de cincuenta mil millones de dólares.
Apesar de su política exterior activa y persistente, el gobierno de Brasil aún no ha concretado sus aspiraciones de jugador global. El período de bonanza de esta potencia emergente en los últimos años y la crisis económica mundial, que ha afectado en mayor medida a los países desarrollados, ha incrementado y seguirá incrementando su poder económico relativo en el sistema internacional.
Ante los anteriores intentos frustrados, el BRIC ha surgido como una nueva carta, aunque aún está lejos de convertirse en la carta ganadora.
Lic. en Estudios Internacionales.
Universidad ORT - Uruguay
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