La “Nueva Estrategia” de EE.UU. en Afganistán
Abstract
Afganistán ha sido un campo de batalla permanente desde la invasión de la URSS en 1979, en plena Guerra Fría. Luego de la retirada soviética en 1989, derrotada por grupos islámicos insurgentes con el apoyo económico y militar de EE.UU., hubo un período de guerras civiles y fraccionamiento institucional que condujo a la instalación ilegítima del régimen Talibán (un grupo extremista patrocinado por Pakistán) en 1996.
A fines de 2001, luego del atentado a las Torres Gemelas ejecutado por la organización terrorista Al Qaeda y después de varias resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU exigiendo la captura de su líder Osama Bin Laden al régimen Talibán, una coalición de países liderados por EE.UU. invadió Afganistán y derrocó al régimen por financiar y albergar diversos grupos terroristas, hacer caso omiso a dichas solicitudes y violar sistemáticamente los derechos humanos de sus ciudadanos. A partir de ese momento y en el marco de la guerra contra el terrorismo, Afganistán se ha convertido en una de las prioridades de la política exterior de EE.UU. y, en consecuencia, ha sido objeto de la injerencia militar, política y económica de esa potencia mundial como también de otros actores internacionales.
El triunfo del Partido Demócrata en las recientes elecciones presidenciales de EE.UU después de un período de ocho años de gobierno del Partido Repúblicano, sumado a la creciente violencia y la proximidad de las elecciones presidenciales en Afganistán, condujo a una revisión de la estrategia de EE.UU. hacia ese país. El 27 de marzo, el Presidente Barack Obama anunció lo que denominó una “nueva estrategia integral” de su gobierno para enfrentar la situación crítica en Afganistán y Pakistán. Entre los contenidos más importantes de la estrategia del gobierno de Obama se destacan dos aspectos fundamentles:
1. La decisión de enviar 21.000 tropas adicionales a Afganistán y la intención de negociar con algunos adversarios talibanes.
Las 21.000 tropas comprenden un contingente de 17.000 tropas que será enviado antes de las elecciones del 20 de agosto en Afganistán y un segundo contingente de 4.000 tropas que será enviado posteriormente para el entrenamiento de las fuerzas de seguridad afganas. Actualmente EE.UU. tiene aproximádamente 45.215(1) de un total de 77.511 (2) tropas extranjeras en Afganistán. Por lo tanto, la decisión implica un incremento del 46% de tropas estadounidenses y un aumento del 27% de la totalidad de tropas extranjeras en el país. Esta información explica la magnitud de la decisión de Obama y permite afirmar que el aumento de tropas es muy significativo, aunque no necesariamente suficiente.
Esta estrategia para la guerra en Afganistán, que incluye como punto esencial un incremento sustancial de tropas en el corto plazo, es absolutamente necesaria para contrarrestar el crecimiento de los actos de violencia de fuerzas en contra del gobierno y reducir el número de víctimas de modo de generar las condiciones básicas para que se lleven a cabo las elecciones presidenciales sin grandes inconvenientes en materia de seguridad y con las garantías legales correspondientes. Un eventual fracaso en esta instancia, traería aparejada consecuencias nefastas para el futuro del país.
Por otra parte, la estrategia incluye la idea de negociar con los talibanes moderados (aquellos que fueron inducidos por razones económicas o mediante la coerción) con la finalidad de reducir la violencia y generar divisiones entre las facciones rivales. Esta estrategia dio resultado en Irak y, adaptándose a las diferentes condiciones en Afganistán, también debería resultar exitosa.
2. El objetivo de fomentar la cooperación militar, política y comercial entre EE.UU., Afganistán y Pakistán mediante un diálogo trilateral permanente.
A tales efectos, Obama designó al experimentado Richard Holbrooke como representante especial del gobierno ante Afganistán y Pakistán (para coordinar y reforzar la labor de los embajadores en ambos países) y solicitó la aprobación en ambas Cámaras de dos proyectos de ley bipartidistas orientados a estimular el desarrollo económico de los dos países en cuestión. Uno de esos proyectos de ley, auspiciado por los Senadores John Kerry y Richard Lugar, contempla el desembolso directo de USD 1.500 millones de ayuda económica al año durante los próximos cinco años para proyectos de infraestructura en Pakistán. La segunda iniciativa, patrocinada por miembros del Congreso, propone la declaración por parte del Presidente de EE.UU. de “Zonas de Oportunidades de Reconstrucción” en Afganistán y Pakistán que posibilitaría la exportación de bienes a EE.UU. sin pagar aranceles con la finalidad de promover el desarrollo económico dentro de las zonas pobres designadas.
La frontera porosa de 2.430 km de extensión que comparten Afganistán y Pakistán es el refugio de varias organizaciones terroristas, el centro de operaciones de Al Qaeda y es considerada una de las zonas más violentas del mundo. Por este motivo, la cooperación entre los tres países es imprescindible no sólo para la estabilidad política y la seguridad en la región, sino también para la construcción del Estado Afgano y su desarrollo económico en el largo plazo. En este sentido, la estrategia del gobierno de EE.UU. es adecuada porque se han planteado las medidas necesarias para incentivar el desarrollo económico y cristalizar la cooperación trilateral mediante la coordinación a través de Richard Holbrooke.
A pesar que Obama presentó los lineaminetos de su gobierno hacia Afganistán y Pakistán como una estrategia nueva, básicamente, es la misma estrategia que implementó el gobierno de Bush en Irak en 2007 bajo el lema “The New Way Forward”. Al igual que la estrategia de Obama para Afganistán, dicha estrategia incluyó un incremento sustantivo de tropas (aunque menor en términos relativos) y el objetivo de negociar con líderes rebeldes moderados.
Esa estrategia, a la que Obama se opuso cuando era senador, contribuyó a la estabilización de Irak al enviarse más de 20.000 tropas adicionales y negociar exitósamente con algunos líderes rebeldes suníes, lo que le ha permitido a Obama retirar gradualmente las tropas de ese país y destinar mayores recursos a la guerra en Afganistán.
Por otra parte, aunque el concepto de formalizar un diálogo trilateral es original, no representa un cambio en la estrategia de EE.UU. Durante prácticamente toda la presidencia de G. Bush, el gobierno de EE.UU. mantuvo estrechas relaciones diplomáticas con los gobiernos de Pakistán y de Afganistán. Las mayores causales de tensión con Pakistán, fueron los bombardeos aéreos intermitentes autorizados por Bush en Pakistán cerca de la zona limítrofe con Afganistán.
Esa política no ha sido modificada. En sus primeros 100 días de gobierno, Obama ya ha autorizado bombardeos áreos sin la acquiesencia del gobierno pakistaní. El recurso a medios aéreos orientados a destruir bases terroristas en Pakistán sin una previa coordinación con el gobierno de ese país, inevitablemente contrarrestará los efectos positivos del esfuerzo diplomático, principalmente por las muertes de civiles que este recurso militar a veces produce a pesar del avance tecnológico del sector.
La similitud de la estrategia de Obama en Afganistán a la estrategia de 2007 de Bush en Irak, conduce a concluir que más que una “nueva estrategia integral” es una estrategia vieja y conocida, adoptada en el momento justo, dotada de un nuevo impulso político, y necesaria para impedir colapsar al país, evitando así los errores del pasado.
Afortunadamente, Obama parece tomar en cuenta las lecciones de la historia.
(2) Las 77.511 tropas comprenden 45.215 tropas de EE.UU; 32.175 tropas de los 42 países que aportan tropas a la ISAF (International Security Assitance Force) de la OTAN, y 121 policías de la EUROPOL.
Lic. en Estudios Internacionales.
Universidad ORT - Uruguay
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