Soplan vientos de cambio en Euskadi
Abstract
La actualidad política española comenzó este 2009 con un clima enrarecido. Por un lado tenemos al gobierno socialista de Rodríguez Zapatero hostigado por un ya oficializado período recesivo en la economía. Por el otro, una derecha en la oposición que no lograba sacar tajada de esto, encerrada entre sus propios enemigos internos (una curiosa coalición del ala más conservadora del partido junto a la alianza mediática del matutino El Mundo y la radio episcopal COPE) y las denuncias de corrupción encabezadas por el omnipresente juez Garzón.
A este embrollo debemos sumarle ahora un nuevo elemento: la derrota parcial del nacionalismo en las elecciones autonómicas del País Vasco, realizadas el pasado primero de marzo. Sobra decir que se trata de un hecho muy significativo, no sólo para los vascos, sino también para el resto de los españoles.
Sobre todo porque desde llegada la democracia tras la dictadura franquista, el Partido Nacionalista Vasco (los independentistas conservadores) había detentado el gobierno en Vitoria, por lo general en coalición con otras fuerzas separatistas de izquierda. Esta hegemonía política, que ha durado veintinueve años, se había materializado –según algunas opiniones que compartimos- en una suerte deblitzkrieg cultural contra todo lo “español” que podía haber en Euskadi. La imposición del euskera en el sistema educativo, el retiro de las banderas españolas de los ayuntamientos y edificios públicos, la tolerancia frente a los hechos de acoso contra aquellos que no siguieran el canon de Sabino Arana (padre intelectual del actual mito de la excepcionalidad vasca, teorías racistas incluidas). Manifestaciones de un proceso de dudoso carácter democrático liberal, y sin embargo parcialmente justificado por las sucesivas elecciones en las que los nacionalistas ganaban ocasión tras ocasión.
No es de sorprender, en dicho contexto, que los dos partidos “españolistas” (o constitucionalistas, como se autodefinen), el Partido Popular y el Partido Socialista de Euskadi (“sucursal” del PSOE), lograran lo imposible: tener, a lo largo de los años, una meta en común en la que se entendieran. Y ésta no era otra que desalojar, por lo menos temporalmente, al nacionalismo del gobierno de Vitoria.
Hoy, tras tres décadas, esa posibilidad está al alcance de la mano.
En los pasados comicios el PP y el PSE alcanzaron para el parlamento regional 13 y 25 escaños respectivamente. Sumándolos, se llega a la mágica cifra de 38, mayoría absoluta para poder gobernar en coalición. El gran responsable de esta victoria es el líder socialista Patxi López, que basó su campaña en un discurso conciliador para “vasquistas” y “españolistas”, y, a la vez, agresivo en cuanto a la regular gestión del actual Lehendakari (presidente vasco), Juan José Ibarretxe.
El eslogan de Ibarretxe, el cual era –literalmente- “no dejaremos que nos gobiernen desde Madrid” sumó votos para su partido, pero no pudo evitar que se derrumbaran sus socios de coalición. Los 30 escaños del PNV son, en solitario, completamente inútiles.
Tampoco podemos olvidar como factor involuntario del cambio a la izquierda independentista pro-etarra, ilegalizada esta vez, que recibió un 10% de los votos a pesar de la nulidad de los mismos.
La gran incógnita de ahora es si en definitiva se materializará la tan esperada coalición PSE-PP, con López como Lehendakari. Existe un obstáculo, y es que en Madrid, Zapatero necesita de los votos del PNV en las Cortes para aprobar los presupuestos del gobierno. Los nacionalistas ya han dado a entender que puede ir olvidándose de tales gentilezas en caso de ser desalojados del poder en su tierra. Pero es dudoso que semejante chantaje dé sus frutos: el costo en prestigio sería altísimo para los socialistas de toda España si se cede en esta ocasión.
Hay que esperar también que los populares no fuercen al eventual gobierno de López a una suerte de revanchismo anti-nacionalista (cosa que probablemente desean), lo que sería no sólo un suicidio político, sino también ignorar la voluntad del pueblo: los vascos ya no quieren vivir en una guerra latente de los unos contra los otros, y así lo han decidido en las urnas.
* Estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales.
FACS - ORT- Uruguay
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