COMEDIA DELL'ARTE EN LAS ELECCIONES PARA PRESIDENTE DE ISRAEL
Abstract
Un verdadero “culebrón” atrapó el escenario político israelí en las últimas semanas. La pelea por el cargo de presidente, que finalizó el pasado martes 10 de junio con la designación de Reuven Rivlin, estuvo imbuida de movidas dignas de la célebre serie “House of Cards”, incluyendo contratación de detectives, traiciones y amiguismos que cortaron todo tipo de división partidaria y diferencias ideológicas.
Hay que aclarar que el cargo de presidente es ante todo protocolar, simbolizando el título que el líder del Comité Supremo (Sanedrín) tenía en épocas antiguas. Dado que Israel es una democracia parlamentaria, el foco de poder político radica en el Parlamento (Knesset) y en el Primer Ministro, que surge - y se mantiene - a partir de las coaliciones partidarias. Fuera de representar al Estado durante siete años, se le reservan al presidente potestades formales: encarga al partido con más posibilidades luego de las elecciones la potestad de armar gobierno, firma leyes, tratados, nombramientos varios y credenciales diplomáticas, al tiempo que concede indultos y conmuta penas (quizás el único asunto con verdadera capacidad de afectar políticamente en el proceso de paz).
Quien elige al presidente de manera secreta son los propios 120 representantes parlamentarios, por lo que los candidatos apelan a conseguir sus promesas de apoyo por medio de reuniones individuales. Sin embargo, trabajan en paralelo para conseguir en la opinión pública apoyo hacia sus candidaturas por encima de otras. De allí que la campaña puede alcanzar el nivel mediático e incluso las reglas de un “reality show” en el que parecería que todo vale, incluyendo acusaciones de acoso sexual y corrupción. Pero en esta ocasión la comedia sobrepasó todo tipo de pronóstico.
El gran perdedor de esta campaña presidencial fue el actual Primer Ministro, Benjamin Netanyahu. Motivado aparentemente por diferencias personales con Rivlin, político veterano originario de su mismo partido Likud (“Unión”), hizo todo lo posible para obstaculizar su llegada a la presidencia. Luego de fracasar en la iniciativa de eliminar el cargo, Netanyahu intentó convencer durante semanas a figuras cercanas y lejanas al ámbito político a postularse, también con resultados negativos. Si bien finalmente acabó dándole el apoyo “formal” a Rivlin, todo indica que comenzó a operar por detrás de bambalinas junto con aliados intra y extra partidarios para hacerlo fracasar.
Rivlin llegaba como claro candidato al día de la elección, a la que también se presentaron el Premio Nobel Dan Shejtman, la ex-jueza de la Corte Suprema Dalia Dorner, y los políticos Dalia Itzik y Meir Shitrit. No obstante, varios diputados aliados sorpresivamente le retiraron a último momento su apoyo y, si bien quedó en primer lugar en la primera vuelta con 44 votos, los analistas políticos comenzaron a especular en que el resultado habría de revertirse por el “tapado” de Shitrit que con 31 votos consiguió un lugar totalmente inesperado a la segunda vuelta. Se desató así en la hora de receso una tensa y emocionante lucha voto a voto, transmitida y estimulada por los medios. El país se detuvo expectante para presenciar las escenas finales.
Como en todo buen espectáculo, no podía faltar la “vuelta de tuerca”. La posible derrota de Rivlin - quien era el claro preferido del público - conmovió a diputados de su partido así como de partidos rivales y finalmente le devolvieron su apoyo de modo de conseguir 63 votos contra 53 de su rival. Final feliz para el personaje principal con su entrada triunfal al recinto parlamentario. En una escena grotesca acabó Netanyahu (claramente disgustado) coronando y elogiando a Rivlin (quien saboreaba su revancha).
Todo tiene, por supuesto, su lado constructivo. En estas elecciones presidenciales se esfumaron en buena medida las barreras partidarias e ideológicas que en ocasiones parecen inquebrantables en Israel. Diputados de partidos de izquierda e incluso de los partidos árabes-israelíes apoyaron al derechista Rivlin mientras que diputados de derecha lo hicieron por los centro-izquierdistas Itzik y Shitrit. Una mayoría de diputados de partidos ultra-religiosos votaron por una mujer (Itzik), a la par que varios diputados del partido de origen oriental se inclinaron esta vez por candidatos de origen occidental y en sentido opuesto. En definitiva, los lazos personales inter-partidarios asumieron un rol central, demostrando que la convivencia y el pragmatismo saben imponerse dentro del sistema democrático israelí a pesar de los tremendos desafíos que enfrenta día a día debido a la heterogeneidad de su población.
En ocasiones las democracias representativas muestran este tipo de comedias tragicómicas que despiertan pasiones en la ciudadanía por lo que ocurre en los pasillos de poder, para bien o para mal. Política y telenovela se entremezclan, a tal punto que se torna difícil de diferenciar cuál es cuál. Si conocerá de esto América Latina…
Sobre el autor: Doctorando, Asistente de Cátedra e Investigación
Departamento de Relaciones Internacionales
Universidad Hebrea de Jerusalem
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