Panamá: Tierra de contrastes
Abstract
Días pasados tuve la oportunidad de visitar la ciudad de Panamá y me pareció oportuno dejar algunas de las impresiones que me quedaron luego de ese breve pasaje. Digamos, algo así como experiencias de viaje.
La sensación que me queda es la de haber recorrido un país sin identidad. La influencia norteamericana es muy notoria y se ve por todas partes, en el consumo, en los vehículos, en el sistema de medidas, etc. Asimismo, las raíces latinas no pueden esconderse, sobretodo en esa forma desenfadada de tomar la vida y en esa forma un poco caótica de organizar los centros urbanos. Su juventud y su agitada vida como República hace de Panamá un lugar en donde el sentido de pertenencia no tiene coordenadas del todo claras. Esto es, seguramente, lo que más determina los grandes contrastes. Quizá la mayor paradoja en este sentido sea el Balboa y el Dólar. Me explico, todos los precios están denominados en Balboa y si uno pregunta en cualquier tienda le dirán que las cosas cuestan tantas o cuantas Balboas, pero las Balboas no existen y la única moneda circulante es el Dólar estadounidense. Un sinsentido.
El Canal de Panamá es, sin duda, una obra de ingeniería de gran porte, tal vez, de las más importantes del siglo. Es impresionante estar ahí y observar la precisión y la rapidez con que pasan enormes buques con cargas que van desde y hacia las más remotas partes del globo. El Canal le deja a Panamá enormes divisas, en 2007, alrededor de 1.700 millones de dólares por concepto de peajes que pagan los buques que lo utilizan, da trabajo a 9.000 personas y gran parte de la economía panameña gira alrededor de este enorme emprendimiento. Son más de 14.000 los barcos que cargan contenedores, graneles y petróleo que transitan por sus esclusas anualmente.
Paralelo a esto, se desarrolla en Panamá un enorme comercio en régimen de Zona Libre (la zona libre de Colón) y una gran cantidad de bancos (más de 300), son necesarios para atender la inmensidad de operaciones financieras que genera el canal. Una pujante “city” (el multicentro), sorprende al visitante con enormes torres de oficinas que se construyen por doquier y a unos precios del primer mundo. Dos grandes autopistas unen la ciudad con dos de los puntos más importantes del país, la ciudad de Colón y el aeropuerto Tocúmen, donde se movilizan grandes cantidades de personas que van y vienen a distintos puntos del Caribe y Sudamérica.
Sin embargo, los dramas del subdesarrollo golpean con fuerza a Panamá. Basta con recorrer algunos pocos metros para encontrarse con la pobreza, la falta de infraestructura, la precariedad de los servicios, la pobre o inexistente red de transporte público y de carreteras adecuadas para albergar vehículos que en cantidad y envergadura nada le envidian a cualquier ciudad de Estados Unidos. Como ejemplo creo que bastaría mencionar que un país que posee casi la tercera parte de la superficie de Uruguay no tiene controladas sus fronteras, sufriendo el drama del narcotráfico sin que las autoridades puedan tomar medidas. En efecto, en la región de Darién, los narcotraficantes se mueven a sus anchas en un lugar donde la carretera termina a más de 100 kilómetros de la frontera con Colombia.
Casualmente me tocó estar en días de campaña electoral. El pasado domingo 7 de setiembre se realizaron las elecciones internas del PRD (Partido Revolucionario Democrático) oficialista. La ministra Balbina Herrera disputó junto al alcalde de la ciudad de Panamá, Juan Carlos Navarro y otros candidatos la posibilidad de suceder al Presidente Martín Torrijos Espino, hijo del General Omar Torrijos que firmara en 1975 el acuerdo para “revertir” el Canal y otra gran cantidad de instalaciones norteamericanas, junto al Presidente Carter. Balbina Herrera obtuvo una amplia victoria dentro del PRD y será la candidata oficialista. Por otro lado el candidato opositor más fuerte es Ricardo Martinelli, un importante empresario que ya ocupara cargos en administraciones anteriores del PRD. La campaña domina el ambiente callejero y de prensa del país y el debate, lamentablemente, transcurre a través de la discusión de los mismos temas que caracterizan a muchos de los países de Latinoamérica, el crecimiento sin desarrollo.
Efectivamente, el gobierno anunció un crecimiento mayor al esperado, pero la situación económica de los panameños o de vastos grupos de ellos no mejora, el país no avanza en infraestructura salvo en las áreas mencionadas y la planificación urbana parece no existir. Asimismo, las acusaciones y las denuncias por corrupción están a la orden del día en las campañas de todos los candidatos así como la promesa fácil, dejando de lado, muchas veces las propuestas y el análisis, tan necesarios para el desarrollo democrático de una sociedad.
La inseguridad, el empleo, el acceso a la vivienda, la calidad de la educación, etc. están al tope de las expectativas ciudadanas. Mientras el gobierno encara la tercera ampliación del Canal de Panamá, aparentemente para evitar que sus competidores hagan daño a esa enorme fuente de ingresos.
Los panameños, en tanto, navegan en la búsqueda de su identidad tras largos años de intervención directa o indirecta de Estados Unidos, y en un estilo de vida y una influencia que les es ajena pero admiran, que han considerado un abuso pero que les da riqueza y posibilidades. De la misma forma luchan por adquirir un nacionalismo genuino que los aleje de su pasado colombiano y de su tutor Estados Unidos.
Seguramente, al igual que la gran mayoría de los latinoamericanos, albergan la esperanza de que, gobernantes responsables e inteligentes lleven los destinos de sus repúblicas por el camino del crecimiento pero también del desarrollo.
Panamá tiene esa opción, posiblemente, más que muchas de nuestras naciones. En unos meses tendrán los panameños una nueva oportunidad de juzgar a su gobierno y de elegir al que vendrá. Esperemos que, por sobre todas las cosas, logren recorrer un camino que disminuya sus impactantes contrastes y les de la posibilidad de aprovechar con todo su potencial el privilegiado lugar que la geografía les ha dado.
Estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales.
FACS - ORT
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