CINE PARA ENTENDER EL MUNDO
Abstract
Quienes por razones de gusto, o necesidad del oficio, solemos comprar libros y revistas –y acumularlos a lo largo de los años hasta generar conflictos domésticos–, hemos escuchado muchas veces esta pregunta: “¿Pero usted se leyó todos esos libros?”.
El que la formula no lo hace por ironía, sino muchas veces hasta con inocencia, paseando los ojos con cierta incredulidad por los anaqueles repletos de libros verticales, techados por libros horizontales, alternados con archivadores de cartón, metal o plástico. Pero en ciertas bibliotecas personales, que reflejan los hábitos bulímicos de su propietario, con frecuencia también hay papeles, diarios, semanarios, hojas sueltas con anotaciones, o recortes, por arriba, o por el costado, desbordando el espacio y arqueando maderas, o materiales sustitutos. Por no mencionar esa otra pesadilla que prometía consumir menos espacio de archivo pero que a la larga se convierte también en algo inmanejable: me refiero a los discos compactos y los devedés, sea con sus cajas originales o con estuches precarios, y ya contengan música, libros digitalizados, películas o enciclopedias.
Por cierto que el lacónico “por supuesto que no, yo no me he leído todos esos libros”, suele resultar decepcionante: las visitas nos miran con cara de “por lo menos es sincero”. Pero con los años he agregado otras frases para hacer menos frustrante la respuesta.
En esencia, suelo explicar que la cultura, como todo, ya no es lo que era. La cultura ya no consiste en leer, o pretender que se lee, todo lo que se publica dentro de nuestras áreas interés, sino en saber dónde está lo que vale la pena leer. También sugiero que el tiempo ha traído otros recursos que permiten obtener aquello que se necesita, pero por otros medios. El cine es unos de esos medios ineludibles, a los cuales recurrir no solamente como arma de conocimiento o información, además de medio de entretenimiento, sino como única vía para comprender cabalmente ciertos procesos humanos, ya sea que refieran a cuestiones colectivas o históricas, o a fenómenos psicológicos harto difíciles de acceder por medios exclusivamente intelectuales.
En el caso de los estudios internacionales, esa estrategia es particularmente fecunda. Pero el cine no solamente es útil como herramienta didáctica para quienes somos docentes universitarios, sino para iniciar un proceso de entendimiento cabal de asuntos contemporáneos que no me atrevo a juzgar como una condición suficiente, pero sí como una condición necesaria.
Algunos pocos ejemplos permitirán entenderlo con mayor claridad. El film Las tortugas también vuelan de Bahman Ghobadi (producción de Irán e Irak, 2004), sobrevuela de modo poético temas que van desde el libre albedrío en sentido filosófico hasta la defensa de la paz en el mundo. La obra muestra los horrores de la guerra y las “aventuras” de un grupo de niños ante esa situación. Algunos personajes (que recuerdan un poco la idealización que practica Jorge Amado con sus Capitanes de la arena) ejercen la solidaridad o padecen la vergüenza, con respuestas que van desde la resiliencia, hasta la inexorabilidad de los condicionamientos. Una niña violada por soldados odia a su hijo, producto de la afrenta. Su hermano, al igual que otros chicos de la pandilla, es un mutilado. A él le tocó perder los brazos por dedicarse a la tarea de remover los campos minados para recibir unos centavos de dólar. Sin embargo, es capaz de cuidar y abrazar con los muñones a su sobrino, el bastardo que además ha nacido ciego. El film es una vasta metáfora del mundo contemporáneo y los valores humanos que al parecer, al menos en algunos casos, la guerra y la miseria no logran hacer trizas.
Cuando escucho opiniones relativistas extremas, tolerantes de cualquier exceso con el argumento de que puede que la conducta sea válida dentro de ciertas culturas, recomiendo ver Osama, de Siddiq Barman, film producido por Afganistán, Japón e Irlanda en 2003. Las escenas iniciales valen más que mil palabras en defensa de los DDHH o a favor de la idea de que existen, a no dudarlo, ciertos valores universales. Un nutrido grupo de mujeres se expone a las represalias del gobierno talibán, en una manifestación que tiene como consigna el que se les permita trabajar. Apenas pueden discernirse sus ojos detrás de la pequeña rejilla de tela de sus burkas. Un niño pequeño llora entre la multitud, perdido, buscando a su madre, mientras los chorros de agua y los tableteos de ametralladora amedrentan a las rebeldes.
Por su parte, la película titulada Va, vis et deviens, que circuló en salas montevideanas y clubes de video como “Ser digno de ser” y también como “Vete y vive”, fue dirigida por Radu Mihaileanu, francés de origen rumano, y coproducida por Bélgica, Francia, Israel, Italia en 2005.
En 1984 miles de africanos se refugiaron en Sudán. Por entonces, con el apoyo de los EEUU se planifica la “Operación Moisés”, que tenía el propósito de conducir a los judíos etíopes hacia Israel.
El protagonista es un niño negro de nueve años, proveniente de una familia cristiana. Su madre biológica debe permanecer en el continente africano, pero para salvarlo de la hambruna y las enfermedades, empuja a su hijo a subirse a los camiones que habrán de llevar a los etíopes judíos. El niño le da la mano a una africana judía, refugiada en el mismo campamento, que acababa de perder a su propio hijo y ahora espera ser traslada. Quizás por ello consiente la mentira piadosa de la madre cristiana y emprende el viaje a Israel haciéndolo pasar por su hijo. El chico comprende que debe adherir a la religión judía para salvar su vida. Después de muchas peripecias, el niño es adoptado por una familia francesa sefardí que vive en Tel-Aviv, y crece con el miedo de que se descubra su mentira. Para colmo el color negro de su piel y sus facciones generan rechazo en su nuevo entorno. Las identidades tradicionales tanto como las identidades nuevas, dinámicas, generadas en íntimo entretejido con la contemporaneidad que le toca vivir a cada persona; el amor maternal, la vergüenza, la culpa, la discriminación por la apariencia; las formas plurales, y a veces inesperadas de la piedad y la religiosidad, son algunos de los temas de un film que vale por varios libros de historia.
*Profesor de Cultura y Sociedad contemporánea.
Depto. de Estudios Internacionales
FACS – ORT Uruguay
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