Europa entre la "mismidad" y la alteridad

Authors

  • Prof. Francisco Faig Prof. Francisco Faig

Abstract

La evolución de la política europea de inmigración es objeto de preocupación y análisis (ver la columna del Dr. Dr. Marcos Farías Ferreira en Letras Internacionales nº 25). 

Francia, que asumirá la presidencia semestral de la Unión el próximo 1º de julio, ha planteado la necesidad de terminar con las regularización colectivas de extranjeros en situación irregular en el territorio europeo y pretende endurecer las políticas comunes en este tema: mayores exigencias al derecho de asilo, mayor control en las fronteras exteriores al espacio comunitario y mejor organización de la policía europea de fronteras, entre otras medidas. 

La caza de extranjeros en situación irregular ha dado lugar a situaciones trágicas. Violencia policial frente a escuelas en las que se solicita a padres que presenten sus documentos de identidad cuando van a buscar a sus niños, en Francia. Agresiones colectivas en barrios poblados de gitanos a partir de la nueva política de Berlusconi, en Italia. 

Se está procurando arribar a un acuerdo intraeuropeo para que la detención de inmigrantes ilegales se limite en el tiempo, y que no pueda ocurrir que tengan que pasar años en centros cercanos a la frontera de la Unión esperando decisiones administrativas de los países de origen (asiáticos y africanos las más de las veces).

El viejo continente precisa de renovadas fuerzas de trabajo y juventud para sostener sus regímenes de seguridad social.  Es por ello, por ejemplo, que España regularizó masivamente más de medio millón de extranjeros extra europeos en 2005 y blanqueó una situación de hecho que terminó beneficiando las cuentas públicas por el mayor aporte de trabajos legalizados. Pero el problema no parece solucionarse con amnistías recurrentes.

Si la apertura al Este de los últimos años ha permitido integrar de alguna forma a los países de Europa del Este que gravitaban en torno a la Unión Soviética, Europa no ha podido en estos años generar condiciones de cooperación con sus excolonias africanas que habiliten un crecimiento económico sostenido de ese continente y limiten estructuralmente de esta forma la emigración de jóvenes a Europa.

Sin soluciones estructurales, el formidable flujo de individuos en busca de mejorar sus condiciones de vida seguirá alcanzando las costas de Europa independientemente de las políticas represivas que se puedan aprobar en la costa norte del Mediterráneo.

La situación demográfica en la frontera sur del continente es a todas luces ilustrativa de la enorme dificultad que va a seguir teniendo una Europa- fortaleza. En efecto, África cuenta hoy en día con 930 millones de habitantes, de los cuales la mitad tiene menos de 17 años de edad. Uno de cada tres africanos vive con menos de un euro por día. Y en 2030, se calcula que la población del continente llegará a 1,5 mil millones de habitantes.

La problemática identitaria se percibe en los debates políticos en torno a este tema. La tentación de culpar a los extranjeros de los males de una sociedad enfrentada a los cambios económicos impuestos por el nuevo espíritu del capitalismo es grande. A ella ceden movimientos políticos, las más de las veces de derecha, que encuentran un importante eco ciudadano.

Las manifestaciones y agresiones xenófobas en Italia o Francia preocupan. Dan testimonio de la dificultad europea por aceptar lo distinto, la multiculturalidad, el espacio de apertura necesario que integre al extranjero que llega a habitar sus tierras. 

El problema de la aceptación del otro, de la Alteridad, no es nuevo en Europa. Los antecedentes en este sentido, lejanos y cercanos en el tiempo, son además extremadamente graves para todos aquellos que valoramos la libertad y la democracia.

Una Europa que no defina con decisión políticas estructurales de desarrollo en los países del Sur próximos a sus fronteras terminará generando (y genera ya) un estado del alma que, más tarde o más temprano, negará la alteridad y se pondrá a la defensiva buscando chivos expiatorios para sus males. 

Es cierto que el Estado de bienestar forjado en torno al capitalismo y la democracia tiene sus límites. Por eso es que frente a la reafirmación egoísta de la mismidad y la perspectiva de una Europa-fortaleza cerrada y defensiva debe abrirse paso la política de apertura y cooperación que promueva el crecimiento económico sustentable. 

Atender a la alteridad es más difícil, más complejo y requiere más esfuerzo político que cerrarse al mundo. Pero es el único camino de largo plazo para profundizar la libertad y la democracia también en el continente europeo.

 
Profesor de Sistema Internacional Contemporáneo
Lic. en Estudios Internacionales. 
Universidad ORT - Uruguay

Published

2008-06-26

Issue

Section

Política internacional