Italia – La Liga Norte: de la amenaza secesionista al federalismo y la xenofobia
Abstract
La gran sorpresa de las últimas elecciones italianas no fue tanto el retorno de Silvio Berlusconi al poder por abrumadora mayoría, sino los excelentes resultados de sus aliados de la Lega Nord (Liga Norte), que hace no pocos años se la daba por fuerza política próxima a la marginación del sistema político italiano. El éxito del partido liderado por el polémico Umberto Bossi no sólo se dio en número de votos; también lo hizo en su capacidad de determinar el rumbo del actual gobierno, dado que el movimiento no aceptó sumarse al nuevo gran partido de Berlusconi (Popolo della Libertà), sino que prefirió mantenerse como colaborador independiente. Dicho de otra forma: la permanencia en el poder de la derecha italiana está sujeta al apoyo de Bossi, quien no ha dudado en dejarlo en claro apenas superada la instancia electoral: “Berlusconi ha voluto sposare la Lega e ora deve eseguire gli ordini” afirmó –por no decir amenazó- en el tono “políticamente incorrecto” que caracteriza al político lombardo, designado Ministro de Reformas.
Nacida a fines de la década de 1980 por la unión de distintos movimientos secesionistas y federalistas, principalmente provenientes de la Lombardía y el Véneto (y curiosamente con líderes de pasado ultraizquierdista), podríamos definir a la Lega Nord como una fuerza política autonomista de naturaleza política bidimensional. El centro de su discurso político es la idea de la Padania, supuesta nación creada por y para el movimiento que engloba todo el norte italiano (el término hace referencia a la cuenca del río Po) , siendo los sustentos de dicha concepción tanto elementos económicos como culturales. Lo curioso del caso, y lo excepcional respecto a los demás nacionalismos o regionalismos europeos, es que el factor económico precede en tiempo e importancia al cultural. La Padania no es construida en base a un conjunto de características étnicas, lingüísticas o raciales particulares. La creación del concepto se debe a: a) la prosperidad del industrializado norte italiano en comparación con el mucho menos desarrollado sur y b) la noción de que Roma (es decir, la clase política tradicional) impide un mayor desarrollo del norte mediante una política fiscal redistributiva destinada a desviar fondos a las regiones del sur.
La dimensión cultural toma entonces un carácter secundario, si bien no se han escatimado esfuerzos en el pasado para dar proceso fundacional a una “nacionalidad” propiamente dicha, o al menos dotar a la Padania con símbolos de identidad a los cuales apelar: el “Sol de los Alpes” sobre fondo blanco como bandera, el “Va, pensiero” de Giuseppe Verdi como himno, el recuerdo de las hazañas de las ciudades noritalianas frente a las sucesivas invasiones del Sacro Imperio Romano-Germánico y Francia, etc. A esto debemos agregar una serie de simulacros políticos, desde una “declaración de la independencia” en 1996 hasta unas elecciones al “Parlamento de la Padania” en 1997. Pertenecen estos últimos acontecimientos a la etapa más “radical” del movimiento, donde no ocultaba sus ansias secesionistas.
No obstante, dos hechos facilitaron, de manera progresiva, una transición ideológica a planteos más moderados y razonables, al menos en el tema autodeterminación. En primer lugar el convencimiento de que para alcanzar cualquier espacio de poder institucional (incluido en el norte mismo), la Lega debía pactar con la derecha nacional italiana en manos de Berlusconi (Forza Italia) y Gianfranco Fini (de la ex neofascista Alleanza Nazionale). En segundo lugar, y como consecuencia de las dos victorias consecutivas de la coalición de derechas, el hecho de que miembros del partido participaran activamente, tanto a nivel ejecutivo como legislativo, de la otrora odiada clase política instalada en Roma. Como dato significativo al respecto, recordemos que en los penúltimos comicios electorales Bossi llegó a un entendimiento con el sureño Movimento per l'Autonomia, de origen siciliano.
¿Cuáles son, pues, las nuevas metas de la Lega Nord? Una Italia federal, centrada en las ideas de la Devoluzione y “federalismo fiscal”. Por Devoluzione debe entenderse el progresivo traspaso de competencias políticas desde el gobierno central a los distintos gobiernos regionales (incluyendo, por ejemplo, el control sobre el aparato policial, el sistema educativo, la política sanitaria, etc.) y la capacidad de los órganos regionales a legislar sobre los mismos de forma autónoma: en otras palabras, un federalismo político en toda regla. Parte de estos reclamos ya fueron garantizados por la reforma constitucional del año 2001, pero de forma más bien simbólica. Una segunda reforma constitucional (2006), esta vez desaprobada por la ciudadanía (sólo triunfó el “Sí”en los dos bastiones de la Lega ya mencionados), no sólo garantizaba una Devoluzione completa, sino que daba el puntapié inicial al otro reclamo al que mencionamos: el “federalismo fiscal”. El mismo, de acuerdo a lo prometido por Bossi en la pasada campaña, comprende en un primer momento que un 90% de lo recaudado en el Impuesto a la Renta de las Personas Físicas pase directamente a manos de los gobiernos regionales, aunque es de esperar que los otros partidos de derecha no toleren un porcentaje tan abultado.
Una tercera exigencia del ahora federalista partido del Norte poco tiene que ver con los dos puntos anteriores, y sin embargo es un planteo que, en lugar de diluirse como los planes secesionistas, no ha hecho más que profundizarse y tomar protagonismo. Nos referimos al carácter abiertamente xenófobo de la Lega, especialmente contra los inmigrantes (ilegales o no) del Magreb africano o de la Europa del Este. Siendo una idea que toma vuelo en todos los partidos conservadores europeos, no debe sorprender que la última campaña del populista partido de Bossi haya hecho hincapié en este tema, tanto –o inclusive más- que en el del federalismo. Tampoco sorprende que dicho discurso haya calado hondo en Italia, un país que lleva años estancado económicamente y por lo tanto cuenta con una mayor susceptibilidad para buscar chivos expiatorios.
Los resultados están a la vista: promesas de nuevas medidas anti-inmigratorias, amenaza de expulsión masiva de rumanos (muchos de ellos de cultura gitana) que han llevado a un conflicto diplomático Roma-Bucarest, palabras -por lo menos- muy poco diplomáticas por parte de Berlusconi al respecto, y violencia generalizada organizada por grupos radicales italianos contra dicha comunidad.
Resta saber qué tanto el futuro gobierno italiano en manos del Popolo della Libertà “eseguirà gli ordini” de su socio menor en el gobierno: Berlusconi se ha visto obligado a afirmar y repetir que los tiene controlados; los últimos hechos señalan lo contrario.
* Estudiante de la Licnciatura en Estudiso Internacionales. Universidad ORT- Uruguay.
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