Obama y el Uruguay
Abstract
Casi cuatro años atrás, en el año 2004, recuerdo que, analizando con un amigo el desarrollo de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, nos poníamos de acuerdo en que era muy probable que Hillary Clinton fuera a “votar” en ese noviembre por George W. Bush. Una victoria demócrata en esa elección le limitaba sus posibilidades presidenciales al no permitirle enfrentar, en el 2008, a un partido Republicano desgastado por el costo político y económico de la guerra en Irak que, ya en ese momento, se estaba manifestando.
El 2008 ha sido un año de sorpresas. No solo para la mayoría de los observadores sino también para Hillary Clinton, quién un año atrás daba por descontada su nominación presidencial. Con el paso de los meses ha visto con preocupación e incluso con lagrimas, como el tornado Obama le arrebata delegados Estado tras Estado, dejándola tal cual la clásica imagen de una joven del midwest que observa la desolación en su campo tras el paso del tornado.
Esta claro que ninguno de los dos contendientes alcanzará el numero mágico de 2025 delegados necesarios para ser nominado. Por este motivo, el partido Demócrata, consciente de la falta de credibilidad que supondría una nominación digitada sin fundamentos, ya esta evaluando que para la convención de agosto próximo, el candidato que reciba la nominación deba ser preferentemente el que haya ganado el mayor numero de votos totales, mas allá del numero final de delegados obtenidos.
Una encuesta reciente confirma esta idea, indicando que el 57% de los estadounidenses considera que el candidato con mayor cantidad de votos populares debe ser el elegido, versus un 26 % que considera que el que haya obtenido la mayor cantidad de delegados deba ser el nominado.
Con esta idea como base, Hillary Clinton deberá luchar en los próximos meses para que más allá de las victorias en los Estados pendientes, logre obtener el mayor número de votos, de forma de conseguir que finalmente el aparato demócrata empujado por Bill Clinton le termine concediendo la nominación. Este proceso, además de desgastante resulta un poco peligroso para el sistema democrático norteamericano en su conjunto, ya que recordemos que venimos de dos elecciones presidenciales con resultados demasiado ajustados, que incluso como en el caso del año 2000, fueron definidas por el aparato político y no por el voto electoral
Pero dejemos de lado por un momento todas estas suposiciones y concentrémonos en una posible victoria de Obama y, cuales serían como uruguayos las principales preocupaciones que deberíamos tener con Obama como presidente?
Como ciudadano de un pequeño país con escasas posibilidades de influir en los grandes temas de la agenda mundial, la elección del presidente de la principal potencia mundial no debe ni puede ser un tema menor. Especialmente cuando esa potencia enfrenta serios problemas en su economía, que en el mediano plazo tendrán impacto directo en la nuestra y considerando que la situación política en el ámbito internacional continua siendo muy volátil en diversas partes del globo.
Por un lado hace algunos semanas Paul Krugman señalaba en un articulo que la llegada de un outsider del sistema político, o lo que se conoce como alguien que proviene de “outside the belt” significa en los hechos un proceso de construcción política que suele llevar como mínimo dos años. Es decir, Obama enfrentaría las mismas dificultades que tuvo Bill Clinton en su primer mandato con ataques constantes a todas sus propuestas, no solo desde el lado Republicano sino también desde el bando Demócrata.
Esto es real, y no es bueno que quien ocupa el cargo presidencial se vea atado y limitado en sus decisiones frente a problemas concretos de países como el nuestro. Pensemos por un momento en agosto del 2002 y si el inquilino de la Casa Blanca no hubiese sido Bush Junior, seguramente el final de la historia hubiese sido otro, y bastante más amargo.
En sintonía con lo anterior pero en un enfoque más amplio, Andrés Oppenheimer comentaba recientemente que en la entrevista que Obama le concedió hace algunas semanas, le pidió que mencionara al menos tres presidentes latinoamericanos. La respuesta, además de lenta fue vaga, e incluyó solamente a “la presidenta” de Chile, sin profundizar en mayores datos de la misma y con una rápida derivación hacia otros temas.
Es decir, si Latinoamérica no ha estado en la agenda de los Estados Unidos en los últimos años, difícilmente estará en la agenda de un presidente que por sus antecedentes personales tiene una mayor vinculación con Africa o el Sudeste Asiático. En este aspecto, Hillary Clinton conoce América Latina desde México hasta el Uruguay, ha estado en todos los países de la región y entiende sus problemas, tanto de los hispanos que viven en Estados Unidos como del resto.
No olvidemos que fue Bill Clinton quien propuso la difunta ALCA, pero que más allá de su defunción sirvió como semilla para los distintos tratados de libre comercio que se han ido firmando con países como Chile o Perú. Y, aunque Hillary Clinton se ha mostrado reacia a nuevos acuerdos de este tipo y tal vez con cierta demagogia evalúa renegociar los ya existentes, es más proclive a los mismos que el Senador Obama.
El Uruguay ya perdió el tren del TLC dos veces, si gana Obama es poco probable que ese tren vuelva a pasar, tal vez con Hillary nos quede un ultimo enganche. Esperemos estar preparados.
Profesor de Comercio Internacional. FACS - ORT
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