CRISIS POLÍTICA EN TAILANDIA
Abstract
Como ha ocurrido en muchísimas ocasiones en los últimos sesenta años, Bangkok es nuevamente una ciudad sometida a la protesta ciudadana. Para entender el actual conflicto tailandés, tal vez sea recomendable empezar con un análisis de las particularidades históricas que definen a este país asiático.
En primer lugar, su carácter singularmente antiguo y su autonomía histórica, siendo uno de los principales ejemplos de “Estado Tapón” creados durante la era colonial. Tailandia era el punto de encuentro de tres grandes potencias europeas: El Reino Unido desde el Imperio Indio (más precisamente Birmania) y la ruta naval Índico-Pacífico; la Indochina francesa (luego dividida en Camboya, Vietnam y Laos); y la Insulindia holandesa, mejor conocida como Indonesia. Esta “independencia tolerada” tendría consecuencias como la consolidación de un Estado “continuo” en el tiempo, étnicamente bastante homogéneo, con fronteras relativamente bien delimitadas y la supervivencia de una monarquía (absoluta primero, luego constitucional) hasta nuestros días. Este carácter independiente de Bangkok tendría consecuencias en ocasiones extrañas, como su alineamiento con Japón en la Segunda Guerra Mundial bajo un régimen fascista que incluyó el ataque a la minoría china.
Segundo, la existencia de un ejército muy “participativo” en la política del país; que desde el 1932 (levantamiento contra la monarquía absoluta e instauración de la monarquía constitucional), provocara nada menos que dieciocho golpes de estado, cifra para nada despreciable incluso para los estándares de la política latinoamericana.
Tercero -y algo que podemos relacionar con la efectividad de sus Fuerzas Armadas y la popularidad de su monarquía-, la ausencia de fuerzas comunistas significativas que pusieran en entredicho el statu quo pro occidental (Association of Southeast Asian Nations – ASEAN, 1967) en su política exterior. Recordemos que en su momento la península de Indochina era un paraíso de comunistas armados de todo tipo, siendo los casos más conocidos las guerrillas de Vietnam y del Khmer Rouge camboyano, además de las guerras entre ellos, la invasión al primero de la también comunista República Popular China y etcétera, en una de las debacles morales más notorias del socialismo real realpolitik mediante.
Cuarto elemento a tener en cuenta - como ya mencionamos-, la popularidad del Rey Bhumibol Adulyadej, o Rama IX. Desde su ascenso efectivo como Jefe de Estado (1950), el monarca ha actuado como una suerte de péndulo político, apoyando en ocasiones a los militares, luego a las fuerzas democráticas, después a algún partido en particular o nuevamente a un militar, etc. En un mundo repleto de monarquías completamente protocolares y decorativas, Bhumibol no tiene reparos en mover los hilos de poder a su alcance por el bienestar del pueblo tailandés y, como consecuencia, del suyo propio. De esta manera logra encabezar, año tras año, la lista de Forbes sobre los monarcas más ricos del mundo. Mientras tanto, en la Constitución del Reino, se expresa muy claramente que los tailandeses tienen “todos los derechos de una democracia liberal”, siempre y cuando los partidos o las opiniones o la prensa no socaven la propia democracia y el estatuto del monarca como Jefe de Estado, de las Fuerzas Armadas y protector de la religión (crímenes de Lèse majesté: artículos 8-25, 36, 65, 68, etc.)
Pero la legitimidad de la monarquía trasciende cualquier Constitución. Pongamos dos ejemplos. 1973: una revuelta estudiantil anti gubernamental termina en masacre cuando el ejército interviene con toda su artillería provocando un reguero de muertos. El Rey ordena abrir las puertas de su Palacio como refugio, expulsa a los militares responsables y de paso también condena la acción de los estudiantes. 1992: en una de las tantas luchas entre facciones democrático/militares, el Rey “invita” a los dos líderes enfrentados a una transmisión televisiva en la cual, arrodillados, sufrirían avergonzados un regaño por su sed de poder.
No es sorpresivo, por lo tanto, que más allá de lo que marque la agenda política del momento, Bhumibol esté, por decirlo de alguna forma, más allá de bien y del mal; y que cualquier ataque contra la monarquía estaría condenado al fracaso.
¿De dónde surge, pues, la creciente inestabilidad en Tailandia? Todo comienza en las elecciones con la crisis asiática del 1997, que el magnate de las telecomunicaciones Thaksin Shinawatra utiliza en el típico plan “outsider exitoso en los negocios” para incursionar en la política, venciendo en las elecciones del 2001 con su risueño Phak Thai Rak Thai (Partido de los tailandeses que aman a los tailandeses), y gracias, sobre todo, al voto del campesinado empobrecido del Norte (no así Bangkok, que se mantendría fiel al tradicionalista y conservador Partido Democrático; algo que explica en parte la geografía de las actuales protestas).
Thaksin volvería a vencer (incluso incrementando su ventaja) en el 2005. Es aquí donde comienzan las diferencias en cuanto a su persona y la naturaleza gangsteril de todo el asunto. Para una parte de los tailandeses, se trataría de un megalómano dispuesto de derrocar al Rey, impulsor de grupos paramilitares de “lucha contra las drogas” utilizados para realizar unas doscientas ejecuciones sumarias (en una supuesta vendetta contra ex colegas narcotraficantes), y que utilizara su posición como Primer Ministro para actos de corrupción más que numerosos (una lista que daría para escribir otro artículo al respecto). Para otros, un verdadero líder nacional legitimado por sus supuestos logros económicos y sociales. Ante la marcada polarización en cuanto a su persona, Thaskin no tiene una mejor idea que convocar a nuevas elecciones y, con el boicot de buena parte del sistema político, arrasar en las mismas. Pero la victoria sería efímera: el longevo Bhumibol pediría al Poder Judicial que se hiciera cargo del “trabajo sucio”, y la Corte Constitucional decidiría anular los comicios. Los militares no tardaron en actuar y aprovecharon la visita de Thaskin a la Asamblea General de las Naciones Unidas para derrocarlo.
Aparentemente el apoyo a Thaskin fue increíblemente subestimado, pues apenas se hicieron nuevas elecciones, sus aliados volverían a ganar con una cómoda mayoría. El ex primer ministro pudo regresar efímeramente a un país fracturado en base a su persona, aunque las denuncias de corrupción lo llevarían eventualmente a recorrer medio planeta en busca del mejor lugar para su exilio.
Y llegamos al presente. Más allá de su nueva ocupación de trotamundos con pasaporte montenegrino, Thaksin Shinawatra ha sabido mantener (desde el exterior) el poder en Tailandia: sin ir más lejos ahora gobierna su hermana menor, Yingluck. Hubo algunos meses de tensa paz, pero la amenaza de una ley de amnistía (funcional al retorno de su hermano) desató nuevas protestas en Bangkok de una oposición que no ha sabido ganar elección alguna en los últimos años, y que sólo encuentra apoyo en las clases medias de la capital, algo que choca con la pobreza rural donde el populismo del Pheu Thai Party (el nuevo partido “thaskinista”)se hace fuerte.
¿Qué esperar para el futuro? En primer lugar nuevas elecciones, ya convocadas por Yingluck para el próximo año. No obstante, ante marchas de los camisas amarillas (la derecha tradicionalista) y contramarchas de los camisas rojas (los seguidores de Thaskin), no sería rara la aparición de hechos aún más violentos y, quizá, una nueva intervención del ejército bajo el amparo del Rey.
Sobre el autor
Estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales
FACS-ORT-Uruguay
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