FÚTBOL, GARRA Y RELATO NACIONAL
Abstract
Entrevista al profesor de historia Julio Osaba
Que en Uruguay el fútbol ocupa un lugar simbólico de enorme relevancia, nadie lo discute. No obstante, la producción académica en torno a la materia es, por cierto, muy escasa.
Pero las cosas tal vez estén cambiando. En abril de 2013 se presentó el octavo Cuaderno de Historia de la Biblioteca Nacional, titulado A romper la red. Abordajes en torno al fútbol uruguayo, el cual bien puede considerarse el puntapié inicial para transformar esa condición de “sujeto omitido” que ha caracterizado al fenómeno futbolístico en los estudios disciplinares de nuestro país. Se trata de un trabajo colectivo de varios autores quienes, desde la historia, la sociología y la antropología proponen diversas miradas sobre el deporte estrella.
Julio Osaba, profesor de historia e investigador de la Biblioteca Nacional, coordinó la obra y escribió uno de los artículos que integran el cuaderno. La investigación de Osaba lleva el nombre: Más allá de la garra. El estilo del fútbol uruguayo a través de El Gráfico y Nilo J. Suburú. Es un artículo exploratorio que propone analizar cuáles fueron las diferentes formas de explicar el fútbol uruguayo a lo largo de los diversos momentos históricos de nuestro país.
A nivel global, durante el período entreguerras los deportes se constituyeron en verdaderos difusores de la ciudadanía. De hecho, el fútbol internacional surgió como una contienda entre naciones. No en vano, los equipos adoptaron los nombres de los países. “Cuando juega una selección de fútbol, para la FIFA juega el representante de una asociación dada. La FIFA nunca habla de selecciones nacionales sino de selecciones miembros. Pero para el común de las personas, desde hace 80 o 90 años, cuando juega una selección, juega el país”, explicó Osaba en diálogo con Letras Internacionales.
El estilo de juego de cada selección ha sido asociado históricamente con un valor de tipo nacional, con un relato de la nación. De esa manera, el seleccionado de un país configura una suerte de puesta en escena de un colectivo nacional en un determinado período histórico.
En lo que respecta al relato construido en torno al fútbol uruguayo, el concepto de “garra charrúa” o “garra celeste” parece haber estado desde siempre vinculado de forma indisoluble con el estilo de juego. Y fue justamente ese aspecto el que más interesó a Osaba: se propuso indagar si en todas las épocas la garra había caracterizado el estilo de juego de los celestes. “Desde el punto de vista académico, los constructos nacionales pueden ser cuestionados y el relato nacionalista deconstruido. Ese procedimiento también es válido y aplicable a cualquier relato tributario. En particular, al fútbol”, comentó el autor.
La investigación le permitió comprobar que, contra la creencia popular, el concepto de “garra” fue una construcción muy posterior a la década del veinte. Luego, el relato se habría encargado de “colonizar” al pasado. Como resultado, desde entonces, la gesta de los campeones de 1924, de 1928 o de 1930, quedó vinculada, erróneamente, a la garra charrúa o celeste.
“Cuando se recorren los diarios de la época, la garra, como relato explicativo de cómo juegan los uruguayos, no aparece. Ni en la prensa nacional, ni en la prensa extranjera. La prensa vasca, por ejemplo, hablaba de que los uruguayos iban sin furia -concepto muy similar a la garra-. Los demás diarios españoles decían que los uruguayos preferían el juego del toque y la gambeta, y que difícilmente levantaban la pelota del piso. Pero no sólo en España sino también en Argentina. En la revista El Gráfico, cuando se hablaba del estilo del fútbol rioplatense, en ningún momento se mencionaba la garra. Los editorialistas de El Gráfico, sobre todo Borocotó y Chantecler, hablaban de que en el estilo rioplatense existían una multitud de pases y la gambeta”, explica Osaba.
Luego, cuando Argentina y Uruguay comenzaron a enfrentarse en el fútbol -y como el estilo es un constructo nacional-, fue necesario hallar algún elemento que permitiera diferenciar a ambos seleccionados. Chantecler introdujo entonces una distinción. Los argentinos se parecían a los ingleses: jugaban con más corazón y potencia; los uruguayos eran más románticos: preferían seguir pasando la pelota antes que patear al arco. Pero Chantecler no mencionaba la garra. Mucho menos la garra charrúa. “En aquella sociedad uruguaya -la del veinte- transversalizada por la construcción de los centenarios y fundaciones históricas de todo tipo, orgullosa de su ascendencia europea y blanca, lo indígena no era tributario de la nación. Tampoco lo fue en la década del treinta”, dice Osaba.
El momento apoteótico de la garra fue el Mundial de 1950. Pero en realidad, la tradición oral ubica el surgimiento del concepto en el Sudamericano que tuvo lugar en Perú, en 1935. Según la leyenda, fue un diario peruano el que habría hablado de garra charrúa o celeste, y luego la prensa uruguaya habría adoptado tal denominación. Sin embargo, Osaba no encontró un sólo periódico nacional que empleara ese término. Puede deducirse entonces que la garra, en tanto relato explicativo del estilo de juego uruguayo, apareció en algún momento, entre 1935 y 1950.
Hacia fines de la década del cincuenta, el fútbol uruguayo atravesaba un momento de crisis en el escenario internacional. Pocos años después de haberse consagrado campeón del mundo en Maracaná, Uruguay había quedado afuera del Mundial de Suecia y había tenido un desempeño regular en una serie de Sudamericanos que habían tenido lugar por esos tiempos. En su artículo, Osaba cita el libro Fútbol uruguayo y fútbol moderno, de 1958, donde su autor, el periodista deportivo Nilo Suburú, propone una explicación para la crisis por la que atravesaba el fútbol nacional. En esa obra, Suburú describe el estilo futbolístico uruguayo en base a la garra y al temperamento, y define a la primera como una actitud anímica y psicológica. No obstante, señala también que la “pujante garra charrúa” que había caracterizado al desempeño celeste en Maracaná se había transformado en una “censurable agresividad pugilística”.
Para Osaba es importante destacar la diferencia entre garra charrúa y garra celeste, ya que entiende que ambos adjetivos operan también como adjetivación del relato de la nación. “Si es charrúa, quiere decir que en algún momento lo indígena tiene que haber sido aceptado como relato explicativo de la nación”, dijo el autor.
Asimismo Osaba resalta que son los triunfos deportivos los que estructuran el relato: sucedió en 1924, en 1928, en 1930 y en 1950. Y volvió a ocurrir con la llegada de Oscar Washington Tabárez a la selección. “Esta generación se ha sacado la mochila de los triunfos anteriores y tiene un relato propio. Esta selección ha sido una máquina de generar hechos simbólicos en torno al fútbol: desde la figura de maestro de escuela pública de Tabárez -con lo que eso implica en el imaginario colectivo desde (José Pedro) Varela hasta nuestros días-, hasta la educación y humildad de los jugadores. Cuando miramos a esta selección, estamos viendo lo que nos gustaría ser, estamos dando cuenta de los valores deseables y de los valores que nos faltan como sociedad”.
Osaba continúa investigando y ya está abocado a la coordinación de una segunda parte de A romper la red. En el prólogo de la primera parte, el historiador Gerardo Caetano expresaba su deseo de que el fútbol pronto dejara de ser un sujeto omitido en los estudios académicos de nuestro país. Tal vez se cumpla.
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