Globalización, proteccionismo y librecambio
Abstract
Luego de la crisis financiera internacional de 2008-2009 el mundo ha entrado en una etapa convulsionada, marcado por contrastes y características novedosas, como el peso creciente de los países en desarrollo en el producto mundial. El comercio internacional nunca fue mayor, existe un consenso (o casi) entre los economistas profesionales sobre los beneficios del libre comercio y los perjuicios del proteccionismo, la Organización Mundial de Comercio (OMC) con vaivenes ha logrado acuerdos a nivel global que parecían imposibles y, sin embargo, una vez más estamos ante el peligro de un ataque de los nacionalismos económicos.
Las estadísticas del comercio mundial muestran una importante recuperación luego de la caída del año 2008. Sólo fue un traspié en el rumbo de crecimiento que experimenta desde hace décadas. Es muy claro también que existe un consenso entre los economistas en favor del libre comercio, como da cuenta Bryan Caplan en su lbro The myth of the rational voter (Princeton University Press, 2007). Según una encuesta sólo el 6% de los economistas está de acuerdo con que los aranceles o las cuotas a la importación benefician a la sociedad. Por otro lado, incluso los economistas críticos del proceso de globalización como Krugman o Stiglitz reconocen que los beneficios del comercio superan ampliamente a sus posibles perjuicios.
Otro economista que se ha convertido en una celebridad para los detractores de la globalización, Dani Rodrik, en su último libro The Globalization Paradox (W. W. Norton & Company, 2011) critica la globalización pero sus argumentos son endebles. Y es que son tan grandes los beneficios del intercambio voluntario que todo aquello que se pueda argüir en su contra no resulta convincente.
Un tema, muchas veces soslayado, es que en realidad el mundo está mucho menos integrado de lo que solemos creer. Pankaj Ghemawat en su libro World 3.0 (Harvard Business Review Press, 2011) da algunos datos que lo demuestran: sólo el 3% de las personas son inmigrantes de primera generación, el 2% de los universitarios del mundo estudian en un país distinto al suyo y el 90% de la población del mundo nunca saldrá del país dónde nació. Al ver datos sobre comunicaciones y otros temas se llega a la misma conclusión, el mundo sigue siendo en buena medida ancho y ajeno.
También muchas veces se critica a la globalización como una “forma de explotación” mediante la cual los países ricos explotan a los pobres, siempre desde los países ricos. Es que los países pobres saben que las inversiones extranjeras mejoran la calidad de vida de sus habitantes. Por cierto que los salarios son más bajos que los del primer mundo, pero son más altos que antes de que existiera esa inversión. El salario finalmente depende de la productividad marginal del trabajo, que es lo que el trabajador puede aumentar la producción, y eso depende del capital existente en cada país. Los trabajadores no ganan más en Alemania que en Etiopía porque los empresarios ingleses sean más buenos que los etíopes, sino simplemente porque los trabajadores ingleses disponen de más capital per capita que los trabajadores etíopes. De allí la importancia que tienen los flujos de capitales y de inversiones para derrotar a la pobreza.
Hoy vivimos un nuevo brote de políticas proteccionistas en varios países, no porque sea lo mejor para cada país o el mundo sino porque predominan los intereses de corporaciones que pueden beneficiarse de privilegios otorgados por el Estado y por políticos que priorizan la recaudación en el corto plazo para seguir subsistiendo. El caso más claro es Argentina, el país más proteccionista del mundo según varias mediciones. Como es natural, el proteccionismo va de la mano con el estatismo y el populismo que se necesita de los dos anteriores.
Y sin embargo, toda la evidencia acumulada durante siglos y la teoría económica coinciden en señalar que el libre comercio es la mejor política internacional para mejorar las condiciones de vida de las personas. Vale la pena recordar lo que pensaba Keynes, antes de volverse keynesiano al respecto: “Deberíamos aferrarnos al Libre Cambio como a un principio de moral internacional, y no simplemente como a una doctrina de ventaja económica.” El día que las personas reaccionen cuando los gobiernos intenten limitar su libertad con medidas proteccionistas y entendamos que de la mano del comercio va el progreso, la cultura, la paz y la tolerancia viviéremos en un mundo mejor para todos.
Sobre el autor
Licenciado en Economía.
Director Instituto Manuel Oribe
Vice Presidente Fundación Libertad
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