RIO + 20: ¿LO PEOR YA PASÓ?
Abstract
Es un hecho indiscutible que la Conferencia Río+20 pasó sin pena ni gloria: despertó una ínfima parte del interés y de las expectativas que suscitó su célebre antecesora, la Cumbre de la Tierra de 1992 (1). Mi tesis es que la principal explicación de este muy notorio decaimiento en la atención de la comunidad internacional se debe a que lo “peor” de la historia ecológica ya pasó.
Veamos un poco más de cerca cómo ha evolucionado esta dramática historia de la “cuestión ambiental” desde su irrupción, en los años 60.
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El que mire con atención las evoluciones ambientales de las últimas cinco décadas comprenderá sin dificultad que el “alarmismo” imperante en los años 70, 80 y 90 se debía a que la humanidad asistía al espectáculo ambiental desde “la cresta de la ola”.
Paul Ehrich, uno de los máximos exponentes del catastrofismo ambiental en la segunda mitad del siglo XX, acuñó en 1971 la célebre fórmula I=PAT (2) que, traducido al criollo, significa que la degradación ambiental (I) es consecuencia directa de tres factores básicos, a saber: el crecimiento demográfico (P); del consumo (A); y la tecnología (T).
Esta “ecuación” marcó profundamente la reflexión ambiental de las últimas décadas.
Respecto al crecimiento demográfico (el factor P) digamos que “lo peor” ya pasó, exactamente en 1989-90. La cifra absoluta de incremento de población, alcanzó entonces su “pico”, con un aumento total de casi 90 millones de habitantes en un año. Este impresionante aumento anual se redujo desde entonces a unos 70 millones, y se prevé que siga disminuyendo en el futuro:
1962- 1974 marca el periodo de crecimiento demográfico más espectacular de la historia humana (pasada y –probablemente- futura) (3)
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La población mundial crece pero decrece: difícil de entender pero lo cierto es que crece “por inercia”
Un somero vistazo a las tapas de las revistas internacionales (Time -1960 / The Economist -2009) alcanza para comprender el espectacular cambio de percepciones que se ha operado en torno a esta “problemática” a lo largo de nuestras vidas:
Time Magazine / enero de 1960 | THE ECONOMIST / noviembre 2009 Fertilidad declinante: Cómo el problema demográfico se está resolviendo |
La ONU nos presenta tres “escenarios” prospectivos, bastante dispares por cierto, lo que nos habla a las claras de las dificultades que tienen –y han tenido- los demógrafos para producir pronósticos medianamente fiables acerca de las futuras evoluciones de la población mundial:
Todo parece sin embargo indicar que las proyecciones tienden a ajustarse permanentemente “a la baja”, y es perfectamente posible –es incluso probable- que dentro de 90 años seamos bastante menos de los que somos ahora:
Teniendo en cuenta estos antecedentes, se comprende perfectamente que una sensación de “vértigo malthusiano” dominara a la comunidad internacional entre 1960 y 1990, cuando el crecimiento de la población parecía un tsunami imparable, que lo inundaba todo. Y ese fue el espíritu de la época que pautó la conferencia de Estocolmo en 1972, y la de Río en 1992.
La población mundial ya no crece exponencialmente, y ahora sabemos que probablemente alcance su máximo hacia mediados de siglo para luego decrecer de forma persistente.
Índice de fertilidad mundial: previsiones hasta el 2045-50 (UN Population Division)
Cuarenta y cinco años después de la publicación del libro de Paul Ehrlich, The population bomb (1968), sobre la tan temida “bomba demográfica” (4) podemos nosotros también exclamar con alivio:“Bueno, parece que aterrizó ¡Pero NO ha explotado!”
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Respecto al factor (A, que es el factor consumo): ¿qué decir?
Muy simple: la producción (PIB) y el consumo no han hecho más que crecer linealmente desde el inicio de la revolución industrial; a partir de 1900 bastante más rápido que el aumento de la población, por suerte.
En tal sentido, es conveniente saber que la “explosión demográfica” no se produjo porque empezamos a reproducirnos como conejos, sino porque dejamos de morir como moscas, lo que –en principio- no parece ser mala noticia para todas las almas piadosas, que amamos al prójimo. (5)
Como consecuencia, los índices de pobreza en el mundo han drásticamente disminuido en las últimas décadas:
Proporción de la población mundial viviendo en situación de pobreza extrema 1981-2008 (Banco Mundial)
Los altos niveles de producción y consumo que eran el privilegio de un puñado de países ricos / industrializados, se extiende de golpe al “resto” del mundo.
La mayor reducción de la pobreza se ha registrado precisamente en los países más pobres del planeta:
Reducción de la pobreza extrema en el mundo, discriminada por regiones (6)
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De acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), actualmente se produce en el planeta alimento necesario para satisfacer las necesidades de 12 mil millones de personas. Si consideramos que la población mundial se integra por aproximadamente 7 mil millones de habitantes, resulta casi inexplicable que alrededor del 15% de esta población siga padeciendo hambre. Sobran alimentos en el mundo solo que están mal repartidos.
Desde una perspectiva histórica, los alimentos, la energía y los materiales nunca fueron más abundantes que en estos días. La evolución de las expectativas de vida al nacer en el mundo refleja fielmente estas evoluciones (disponibilidad de alimentos / energía / bienes y servicios):
Evolución de la expectativa de vida al nacer en el mundo: 1950 - 2005
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Pero todo esto no es nada: falta aún mostrar el aspecto más espectacular de esta historia, y es el que se registra en el tercer término de la “ecuación ambiental”: nos referimos al factor tecnológico (T).
El economista norteamericano Kenneth Boulding acuñó una frasecélebre que sintetiza a la perfección el “sentido común” de nuestra época: “Quien crea que se puede crecer infinitamente en un mundo finito, está loco o es economista…”
Suena bastante convincente: ¿quién lo niega?, sobre todo proviniendo de un economista.
Sin embargo, este razonamiento –aparentemente de “sentido común”- resultó ser equivocado en grado extremo.
Para que el crecimiento infinito sea viable –o siquiera concebible- es preciso, en efecto, que exista un factor infinito en ese I=PAT, que sintetiza y contiene las variables básicas de la ecuación ambiental. Y ese factor efectivamente existe: es la infinita capacidad de imaginación e inventiva que posee el ser humano, que se traduce en un vertiginoso avance científico-tecnológico (tan vertiginoso que el otro día descubrimos el origen de la materia…). (7)
Si la producción y el consumo se siguen incrementando sin cesar (al tiempo que la población tiende a estancarse y decrecer), lo cierto es que el desarrollo científico-tecnológico se acelera y crece exponencialmente, mucho más vertiginosamente que cualquiera de los otros factores que se encuentran en juego en la “ecuación ambiental” (8):
Desde inicios de los años 90 empezamos sorpresivamente a constatar que existe algo así como una “transición ambiental”: a partir de un cierto nivel de desarrollo, los índices ambientales tienden persistentemente a mejorar (esto se observa en prácticamente todos los indicadores de calidad ambiental, menos en las emisiones de CO2). (9)
Parte de la explicación de esta historia es bastante obvia, y la encontramos en la gráfica que sigue (la llamada Curva ambiental de Kuznets):
Las economías “maduras” (post-industriales) el factor tecnológico decididamente juega a-favor del medio ambiente, contribuyendo a una mayor eficiencia energética y una mejor gestión de recursos materiales / ambientales (las famosas “tres erres” de la gestión ambiental: reciclar, reducir, reutilizar). La proliferación de nuevas tecnologías que reducen el impacto de la actividad económica sobre el medio ambiente se traduce en un paulatino “desacoplamiento” entre crecimiento económico y la degradación ambiental. (10)
La cantidad de materiales y energía por unidad de producto tiende a reducirse y, con ello, el impacto de la actividad económica sobre el medio ambiente
La producción tiende a “desmaterializarse” y el sector servicios -menos contaminante que la “vieja” industria- emerge como el principal sector de la economía.
Y en esta historia de saltos tecnológicos, nos encontramos en las puertas de una nueva revolución tecnológica (11), que tendrá impactos positivos y aún inimaginables sobre medio ambiente mundial en las próximas décadas.
CONCLUSION
El “progreso” –tal como lo conocimos en la segunda mitad del siglo XX- contribuyó a un grave deterioro del medio ambiente, pero nos aportó al mismo tiempo –y sin quererlo- los medios para solucionar los problemas ambientales (prevenir / “limpiar” / reparar los daños ambientales).
El crecimiento económico y el progreso científico-tecnológico, que desde los inicios de la revolución industria estuvieron en el origen del “problema ecológico”, se han convertido a partir de los años 90’ en parte imprescindible de cualquier solución a los problemas ambientales.
Las estadísticas muestran que –por una mezcla virtuosa de bienestar creciente, conciencia ambiental y diseminación de nuevas tecnologías-, muchos países emergentes exhiben índices de de calidad ambiental muy superiores a los países ricos, cuando éstos se encontraban en niveles similares de desarrollo.
De la misma manera en que la población de hoy no podría “sostenerse” ni prosperar con las tecnologías de ayer, la población del mañana no podrá “sostenerse” ni prosperar con las tecnologías de hoy. El desarrollo económico y científico-tecnológico nos ha permitido llegar hasta aquí, y será necesario mantenerlo para seguir avanzando hacia un mundo sostenible (un desarrollo en armonía con la naturaleza, que apunte al bienestar y a la “felicidad” humana).
La hostilidad del movimiento ecologista al crecimiento económico y al desarrollo tecnológico (la defensa pertinaz de modelos basados en el “crecimiento cero” o del “decrecimiento” económico; el ideal del auto-abastecimiento –esto es, la idea de proporcionarnos cada uno lo necesario para vivir sin recurrir a otros-; la vuelta al arado o a la bicicleta, etc., etc.) y su concomitante horror ante la vigorosa emergencia de los países hasta poco condenados a la marginación y la pobreza (China, India, África, América Latina), es una postura conservadora y reaccionaria, que merecería ser revisada a la luz de las evidencias.
El “fracaso” de Río+20 se debe a que el relato neo-malthusiano –que dominó el imaginario colectivo en la segunda mitad del siglo pasado- empieza a hacer agua por todos lados.
(1) “Las reacciones al documento de cierre de la cumbre Río+20 son negativas en su conjunto, y califican a la declaración como un fracaso absoluto”:
http://www.dw.de/dw/article/0,,16041543,00.html )
I= Impacto ambiental
P= Población
A= Afluencia / Consumo
T= Tecnología
*Ex Embajador; Master en Estudios del Desarrollo / Universidad de Ginebra, Suiza.
Miembro del Consejo Uruguayo de Relaciones Internacionales-CURI.
Docente de la Universidad ORT Uruguay
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