Eficacia versus transparencia - La nueva lógica de la política argentina
Abstract
Argentina ha vivido inéditos 28 años de democracia. En ese lapso, la dinámica política ha consolidado una falsa dicotomía: la gobernabilidad es asegurada por quienes son capaces de ponerse por encima de las reglas. Es decir, se ha afirmado la oposición entre eficacia y transparencia.
Podemos sostener que la mayoría de la opinión pública argentina acepta que el peronismo es capaz de gobernar y es poco transparente y, por otro lado, que una parte de la dirigencia opositora ha sido y es honesta pero incapaz de gobernar o generar gobernabilidad (1). ¿Cómo se ha construido esta premisa? ¿La ausencia de Estado de Derecho es causa o consecuencia de esta creencia? A su vez, cuando una creencia de este tipo deviene mayoritaria, ¿No se consolidará posteriormente como una profecía auto-cumplida?
En principio, asumimos que el momento To (1983) encuentra a una Polis con poca transparencia. Los sucesivos gobiernos confirman esta creencia. La administración Alfonsín (1983-1989) fue mayoritariamente percibida como honesta e ineficiente y la administración Menem (1989-1999) fue percibida por largo tiempo como corrupta y eficiente. Por su parte, la administración De la Rua (1999-2001) era al principio honesta e ineficiente y terminó cayendo (como desarrollaremos mas adelante) por la incapacidad de devenir deshonesta en su intento de generar gobernabilidad, cuando una pata principal del armado(el Frepaso, un frente de centro izquierda formado en 1993 por un grupo de diputados peronistas y no peronistas críticos de la corrupción de la administración Menem) renunció a la vicepresidencia por una denuncia de sobornos. Por último, las 3 administraciones Kirchner fueron percibidas en su inicio como honestas y eficientes (2003-2005), pasaron a ser percibidas como opacas y eficientes (2005-2010) y, luego de la muerte del ex presidente Néstor Kirchner (ocurrida el 27 de octubre de 2010), han vuelto a ser percibidas como eficientes con algunos crecientes problemas de corrupción. Este último cambio en la percepción se debe (mas allá de la empatía que generó la viudez de la Presidenta Cristina Kirchner) en parte a la propia percepción de ingobernabilidad que genera la oposición. Por ejemplo candidatos honestos como Hermes Binner y Elisa Carrió han sido y son ampliamente percibidos como incapaces de generar gobernabilidad. Ante ello, es posible que una parte del electorado haya transformado, inconscientemente o no, en honestos a deshonestos con capacidad de gobernar.
La relación inversa entre eficacia y honestidad se ha consolidado en Argentina. Esta perniciosa dinámica empobrece a la Polis en un punto que hasta podría ser estructural: es posible que la percepción de honestidad en si misma sea causante de percepción de ingobernabilidad. Es decir, es posible que la política argentina haya entrado en un peligroso punto donde aquellos honestos son percibidos como incapaces de gobernar justamente debido a su honestidad, ya que ésta es percibida como debilidad. En la percepción de un sector de la opinión pública aquél político honesto devino honesto por haber sido primero débil. En esta lógica, los débiles habrían devenido honestos para suplir la falta de carácter que se necesita para gobernar un país que vive al margen de la ley (2).
Es posible que este haya sido en parte el caso de Carrió, López Murphy y Binner. Parte de la opinión pública identifica que un candidato honesto será menos capaz de generar gobernabilidad que un candidato opaco. Paso seguido, es posible ver que las elecciones competitivas se llevarán a cabo entre candidatos o fuerza políticas opacas. Los candidatos honestos devendrían así testimoniales y la opinión pública percibiría que la verdadera gobernabilidad solo podrán generarla aquellos que, cuando sea necesario, estén dispuestos a pasar por encima de las reglas para generar, justamente, gobernabilidad.
Un ejemplo de ello lo ha dado a finales de diciembre de 2011 un intelectual cercano al oficialismo, José Pablo Feinmann, quién justificó de alguna forma el aumento patrimonial de la familia Kirchner ante la eventualidad de tener que exiliarse porque, justamente, la administración Kirchner había enfrentado y enfrenta intereses poderosos. Es decir, a los intereses poderosos sólo se los puede enfrentar estando fuera de la ley o estando dispuesto a estar fuera de la ley.
Por su parte, Elisa Carrió representa el ejemplo mas significativo de la decadencia moral de la clase política argentina. Carrió, un actor político ambicioso con capacidad y convicción para alcanzar el poder, fue crecientemente percibida como incapaz para gobernar cuanto mas exponía las notables falencias éticas del menemismo y el kirchnerismo. Haber hecho sistemático hincapié en el papel de la ética (su lema de campaña en 2007 era “el contrato moral”) generó una percepción en la opinión pública: Carrió hablaba de ética porque no tenía capacidad para hablar y hacer política. La búsqueda de la transparencia en la política no era mas que una “coartada” para ocultar la incapacidad de construir una fuerza política influyente (con capacidad de “gobernar”) a nivel nacional.
En esta dinámica, es posible comprender la lógica opuesta: aquél o aquellos que demostraran capacidad para generar gobernabilidad adquirirían la prerrogativa tácita de no tener que demostrar honestidad. Dado que estos actores lograban generar la percepción de gobernabilidad, eso asumía que ya eran deshonestos o iban camino a serlo. Es decir, el deshonesto que demostrara capacidad de gobernar y el eficiente que demostrara deshonestidad han devenido conceptos analíticos y políticos ligados, que la opinión publica se ha resignado a aceptar. Como mencionamos, el concepto analíticos es tal (y deviene político) porque su contracara también es cierta: para una parte de la opinión pública el honesto es tal porque ha sido ineficiente o porque demostrará serlo. Así, tan nocivo como creer que un actor político (como Carrio) es y será estructuralmente incapaz de gobernar es creer que un actor deshonesto es o será por ello eficiente en el ejercicio del poder. En esta fatídica lógica, el honesto no solo recibe el pre-juicio de ser ineficiente sino que el deshonesto recibe el pre-juicio de ser eficiente. La honestidad no solo la hace ineficiente a Carrio sino que (la deshonestidad) hace eficiente a cualquier caudillo del peronismo, en una provincia del noroeste o en el conurbano.
Es posible ver aquí la existencia de un círculo vicioso entre honestidad y eficiencia.
Si es estructural, el problema no se soluciona con la aparición de un líder y una administración honesta y eficiente. Si bien es difícil pensar la aparición por azar de una administración honesta y eficiente, su sola aparición no necesariamente podrá imponer sus pautas en los distintos niveles de gobierno. Este es un punto central de la democracia argentina contemporánea. En el sistemático proceso de des-aprendizaje que ha vivido a lo largo de estos 28 años, la democracia argentina ha aprendido (es decir, des-aprendido) que la honestidad y la gobernabilidad son conceptos políticos opuestos, donde la presencia de uno supone o supondrá la ausencia del otro.
Es necesario reiterar los 3 ejemplos mencionados, describir determinados hechos y profundizar en el análisis. Las principales referencias para ello han sido y son Elisa Carrio, Ricardo López Murphy y Hermes Binner. Carrió surgió como actor político relevante en la Asamblea Constituyente de 1994. Militante originaria de la Unión Cívica Radical, Carrio se ha caracterizado por un fuerte y coherente discurso ético. En ese momento gobernaba Argentina Carlos Menem (1989-1995, 1995-1999) quién había impulsado la reforma de la Constitución con el objetivo de introducir la posibilidad de reelegirse en el cargo (cosa que hizo en 1995). Cuando triunfa el gobierno de la Alianza entre radicales y frepasistas, Carrió desde el comienzo fue muy crítica de este nuevo proceso político y rechazó ser parte del mismo como ministro de Fernando De la Rua (1999-2001). Parte de la creencia sobre la incompatibilidad entre eficacia y transparencia en Argentina se termina de consolidar en este período de gobierno: De la Rua llega al gobierno con la promesa de luchar contra la corrupción estructural que acosaba al gobierno anterior. Ante la dificultad creciente de mantener una caja de conversión entre el Peso Argentino y el Dólar, la administración De la Rua es la primera que confunde su debilidad política como consecuencia de un hipotético discurso ético, es decir, como consecuencia de su supuesta incapacidad de negociar opacamente con otros factores de poder.
Paso seguido, ante la creciente crisis socio-económica que enfrentaba el país, el gobierno negoció con la oposición peronista un ley de reforma laboral. Inmediatamente surgieron denuncias de pagos de soborno para la aprobación en el Senado de la Nación de dicha ley. Por ello, el 6 de octubre de 2000 renunció el vicepresidente Carlos Alvarez (líder de la otra fuerza política de la coalición, el Frepaso).
Es necesario marcar aquí que la relación que establece y consolida la Alianza entre eficacia y corrupción tuvo implicancias políticas y analíticas relevantes. Por un lado, primero la Alianza se posicionó como opción ante la administración Menem que había sido percibida, al menos hasta 1998, como eficiente y corrupta. Así, la apuesta por eficiencia y transparencia fue rápidamente percibida por la propia administración De la Rua como un síntoma de debilidad. Posteriormente, la decisión que toma es buscar la opacidad para recuperar fortaleza política. Sin embargo, lo importante aquí es remarcar que, si bien el supuesto pago de sobornos en el Senado fue el comienzo del fin de De la Rua, la posterior caída del gobierno de la Alianza en diciembre de 2001 no se debió a la percepción de opacidad que generó en la opinión pública sino a la percepción de ineficacia para lidiar y resolver (opacamente) la sanción de una ley sensible. Es decir, retrospectivamente analizado, el acontecimiento refleja la creciente normalidad con que la opinión pública asumía la corrupción estructural del menemismo y su creciente insatisfacción ante la ineficiencia.
El próximo paso será reflexionar sobre cómo en las 3 administraciones Kirchner (2003-2015) se ha generado un vinculo analítico y político necesario entre eficiencia y opacidad.
(1) Las principales referencias para ello han sido y son Elisa Carrió, Ricardo López Murphy y Hermes Binner. Carrió ha sido Diputada Nacional y candidata en tres ocasiones a Presidente de la República. López Murphy ha sido Ministro de Defensa, de Economía y dos veces candidato a Presidente. Binner ha sido Diputado, Gobernador de la Provincia de Santa Fe y candidato a Presidente. En la actualidad (2012) sólo Binner continua siendo un actor político relevante
*Profesor del Departamento de Estudios Internacionales
FACS, Universidad ORT Uruguay
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