VOLVER A ROUSSEAU (1712-1778)
Abstract
El próximo 28 de junio se cumplen 300 años del nacimiento de Jean-Jacques Rousseau en Ginebra, 1712, y de la muerte de su madre en el mismo episodio. Hijo de un relojero, colaborador de Diderot en la Enciclopedia, autor de El contrato social y elDiscurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombresentre otros removedores textos, la vida y la obra de Rousseau han suscitado todo tipo de enconadas discusiones. A modo de homenaje, y como nota introductoria de futuros desarrollos, comenzaremos hoy por consignar opiniones muy variadas sobre al autor, de modo de invitar a revisitar su producción, tan lejana en el tiempo y tan cercana a la vez. El inefable crítico Josep Pla (1897-1981) ha sostenido por su parte que vio “decapitar” a Rousseau“por primera vez en la Facultad de Derecho en 1915. Después, cada año, uno u otro le han dado por muerto, decisiva y definitivamente. Lo cierto es que cada día está más vivo, es más importante y más leído (…) He leído una infinidad de veces las Confesiones. Es uno de los libros franceses no aburridos, que se pueden leer siempre. La fascinación de las Confesiones ha sido, para mí, constante”. (Diccionario Pla de literatura, edición de Valentí Puig, Ediciones Destino, Madrid, 2001, pág. 564). Un autor que sigo queriendo mucho, Carlos Vaz Ferreira, manifestó en Fermentario algo con lo cual oportunamente me permitiré discrepar: “Este trabajo continuo de la humanidad sobre ciertas teorías: ‘exposición y refutación’ de tal doctrina, ‘distinguir la parte de verdad y la parte de error’ de tal tesis; todo esto, es una especie de rumia: la manifestación de una asimilación penosa o imposible. El ‘contrato social’, la educación ‘natural’ de Emilio, como la República de Platón, la ley de Malthus, las construcciones de Fourier y otros grandes utopistas ¿qué son, en resumen (sin perjuicio del fermento genial, en mayor o menor proporción), sino formidables ‘bolos’ ideológicos que se le han indigestado a la humanidad?” (Fermentario, edición de la Intendencia Municipal de San José y la UTU, Montevideo, 2008, pág. 181). Con estos variopintos comentarios ya tenemos alguna base para movilizar lecturas personales. Con la excusa reverencial de un aniversario, ¿qué puede decirse hoy de un pensador quien, al parecer, no sería ni original ni riguroso, y que a lo sumo habría expresado con vigor las ideas de otros hombres? ¿Quién será Rousseau que se le reconoce apenas un carácter fascinante, “no aburrido”? ¿Quién será, si en todo caso su perduración se debería a que se le ha atragantado como un “formidable bolo ideológico a la humanidad”? Para dejar flotando cierto clima crítico en nuestra primera nota sobre Rousseau, agreguemos algo más. Por ejemplo, Bertrand Russell también ha sido muy categórico, acerca de nuestro autor: “Cualquiera que sea nuestra opinión sobre sus méritos como pensador, tenemos que reconocer su inmensa importancia como fuerza social. Esta importancia procede principalmente de su apelación al corazón y a lo que en su tiempo se llamaba la sensibilidad. Es el padre del movimiento romántico, el iniciador de sistemas de pensamiento que deducen hechos no humanos de emociones humanas, y el inventor de la filosofía política de las dictaduras pseudodemocráticas”. (Historia de la filosofía occidental, Espasa- Calpe, Madrid, Tomo 2, pág. 308). Pese a estos duros registros, creo que el autor de El contrato social merece ser discutido en un plano académico, filosófico y político a la vez. En una próxima entrega procuraré partir de esta otra afirmación de Russell y levantar, si es posible, alguno de los cargos que se le formulan: “La libertad es la meta nominal del pensamiento de Rousseau, pero de hecho es la igualdad lo que él estima y trata de asegurar, incluso a expensas de la libertad”. (Ibídem) |
* Profesor de Cultura y Sociedad Contemporánea FACS, Universidad ORT Uruguay |
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