La noble tradición liberal y sus límites

Authors

  • Pedro Isern

Abstract

La democracia liberal ha enfrentado 3 etapas definidas en apenas 50 años. La primera etapa se consolida en las décadas del 50´ y 60 y tuvo su proceso final en los 80´.  Supuso el fin del comunismo como alternativa posible. La breve segunda etapa comienza en 1989 después de la implosión soviética y encuentra un punto de quiebre el 11 de septiembre de 2001. La posterior guerra en Irak refleja el límite del proyecto en marcha. Ese proyecto ha sido el intento de EE.UU. de exportar la democracia liberal como valor universal. La tercera etapa acaba de comenzar. Expresa y consolida los límites del liberalismo. Sin embargo, la pregunta central es si reconocer la existencia de límites supone un fracaso o, en cambio, una oportunidad. Primero nos preguntaremos por qué sería un fracaso. Luego nos preguntaremos por qué sería una oportunidad.

¿Por qué la imposibilidad de pensar la democracia liberal como valor universal sería (solamente) un fracaso? Porque, siguiendo a John Gray, una parte esencial del liberalismo consiste en definir la existencia de derechos individuales a-temporales. Paso seguido, si se demostrara la imposibilidad de esa a-temporalidad, luego, esa concepción filosófica política no podría ser local. Es decir, o sería universal o no sería nada. En esta lógica, el liberalismo como expresión solamente local devendría una contradicción u oxímoron. Si bien Gray ha desarrollado esta posición en su última etapa analítica, anteriormente había desarrollado mas convincentemente una alternativa. Las dos caras del liberalismo estarían expresadas en dos filosofías opuestas:  la tolerancia como medio o la tolerancia como valor en sí mismo. En palabras de Gray: “El Estado liberal se originó en la búsqueda de un modus vivendi. Los regímenes liberales contemporáneos son floraciones tardías de un proyecto de tolerancia que se inició en Europa en el siglo XVI. La tarea que heredamos consiste en reacondicionar la tolerancia liberal para que pueda guiarnos en la búsqueda de un modus vivendi en un mundo más plural. La tolerancia liberal ha contribuido inconmensurablemente al bienestar humano. No estando en parte alguna tan profundamente arraigada como para darla por descontada, es un logro cuyo valor no podría ser más alto. No podemos prescindir de ese ideal tardomoderno, pero tampoco puede ser nuestra guía en las circunstancias tardomodernas  actuales porque el ideal de tolerancia que hemos heredado encarna dos filosofías incompatibles. Vista desde un ángulo, la tolerancia liberal es el ideal de un consenso racional sobre el mejor modo de vida posible. Desde el otro, es la creencia en que los seres humanos pueden florecer en muchas formas de vida. Si el liberalismo tiene un futuro, este reside en el abandono de la búsqueda  de un consenso racional sobre el mejor modo de vida posible…” (1)

El liberalismo y sus límites como programa de investigación supuso para Gray dos etapas diferenciadas. Por un lado, la crítica a la pretensión liberal-iluminista de poseer una filosofía política con valor universal y su posterior re-significación local. Sin embargo, la segunda etapa supuso el intento de desarrollar un programa de investigación que revelara no sólo la imposibilidad del liberalismo como valor local sino, mas aún, lo positivo de ese fracaso definitivo (tanto local como universal). Mientras la primera etapa de la crítica de Gray al liberalismo era rigurosa y necesaria, la segunda etapa ha carecido de la rigurosidad de la primera y, consecuentemente, ha devenido polémica por lo dogmática (2).

¿Cómo podría explicarse este derrotero intelectual y analítico? En parte, por el papel histórico que, para Gray, ha tenido el iluminismo en la construcción de la idea de Occidente. Occidente, el liberalismo y la democracia liberal han expresado contemporáneamente “buenos” valores. Sin embargo, el racionalismo iluminista ha generado tragedias que han devenido inconmensurables (3). Es decir, la magnitud de las modernas tragedias, consecuencias tardías del iluminismo, han hecho moralmente imposibles la posibilidad de sopesar los “éxitos y fracasos” del mencionado proyecto iluminista. Para Gray, el liberalismo como proyecto universal es hijo moral del iluminismo europeo y, por ende, es en parte responsable de la tragedia (moral) de la Europa contemporánea. Es secundario que esta tragedia haya sido expresada por el fascismo y el comunismo, dos corrientes políticas en las antípodas del liberalismo. Mas aún, para Gray sería importante pero secundario que ambos totalitarismos hayan sido derrotados por la tácita colaboración inter-temporal de democracias liberales.

En segundo lugar, nos preguntamos: ¿Por qué la imposibilidad del liberalismo como proyecto universal sería una oportunidad? Porque generaría los incentivos para pensar las bondades analíticas y políticas de distintos desarrollos locales. Si el liberalismo es uno entre otros (entre tantos) modus vivendi, la real dimensión de su valor local lo dará la capacidad de esas expresiones de prosperar. Desde otro ángulo, podemos intentar responder la misma pregunta: la imposibilidad de realizar la aspiración universal no refleja los limites del liberalismo sino del iluminismo. En la misma lógica, podemos pensar que la imposibilidad de concretar la aspiración universal ayudará al liberalismo a percatarse que algunas particularidades locales tienen manifestaciones regionales inéditas en la historia moderna. El proyecto europeo es una de ellas. Por el momento, es la mas sofisticada expresión política de las virtudes humanas. La necesaria mención de las carencias y miserias que también posee el proyecto europeo probablemente lo haga, en parte, aún mas humano. El proyecto europeo y la idea de Europa se han convertido en un desafío analítico relevante para la filosofía grayeana: siguiendo su propia lógica, el liberalismo no solo demuestra tener vida local después de su muerte universal sino que, mas aún, se encamina, con avances y retrocesos, a consolidar una forma de buena vida regional.

La democracia liberal versus los Estados Unidos de Norteamérica

La democracia liberal ha tenido refugio político y analítico en aquello que denominamos Occidente. Mas particularmente, Europa, Norteamérica (EE.UU. y Canadá), Japón, Australia y Nueva Zelanda. El Primus inter pares ha sido EE.UU. Sin embargo, la democracia liberal como noble tradición filosófica-política ha encontrado un adversario en la calidad de las instituciones contemporáneas de los EE.UU.

Como ejemplos relevantes, podemos mencionar la ley patriótica o “Patriotic Act” (4), las violaciones a los derechos humanos en Guantánamo, los abusos en la cárcel iraquí de Abu Ghraih y el discurso xenófobo y provinciano del ala conservadora del Partido Republicano. El movimiento populista Tea Party ha sido la principal innovación político partidaria en la etapa posterior al 11 de septiembre de 2001. Después del triunfo de Barack Obama en noviembre de 2008, el Tea Party se ha consolidado como una opción de la coalición conservadora para, tanto desde dentro como desde fuera del Partido Republicano, influir en la dinámica del debate público. Particularmente, el movimiento ha sido exitoso en las elecciones de medio término en 2010, donde sus candidatos alcanzaron 60 escaños de un total de 435 (5). Dado que los republicanos han logrado la mayoría en la Cámara de Representantes, estos 60 votos son decisivos en las negociaciones. Ello se ha reflejado en el duro debate de julio y agosto de 2011, donde se alcanzó con mucha dificultad un acuerdo para elevar el tope de la deuda pública.

Independientemente de la coyuntura, es posible sostener que la calidad del debate en la democracia mas antigua del mundo continuará empobreciéndose. Para ello, influyen principalmente dos problemas estructurales: la captura que los grupos de interés han realizado del proceso económico y la creciente captura que los sectores radicales han realizado del proceso político.

Si esta dinámica es correcta y estable, la democracia liberal se enfrenta a la necesidad ética y política de redefinir el papel y significado que en el “Liberal Project” ha poseído y posee la inédita experiencia americana. Si la democracia liberal pudiera ser analíticamente asociada mas a la idea de Europa que a la realidad americana, podría recuperar parte del prestigio perdido en el irresponsable proyecto del siglo americano pensado por la administración Bush (2001-2009) (6), en el cual la aventura en Irak ha sido la expresión mas cabal.

La difícil realidad política y moral que enfrenta EE.UU. es una buena oportunidad para el liberalismo: esta noble tradición de pensamiento no tiene una obligación analítica de hacerse cargo de  la incapacidad de uno de sus modus vivendi. Si bien puede haber sido, en el pasado cercano, un modus vivendi particularmente relevante para el liberalismo contemporáneo, ha dejado de tener un valor analítico sustancial. Esto se explica por dos motivos: por un lado, en el camino de lo universal a lo local, la experiencia americana ha perdido preponderancia en tanto una de sus principales virtudes era, precisamente, informar al resto del mundo de las supuestas bondades únicas de una forma de vida particular. Por otro lado, una vez asumida la incapacidad de transformarse en una filosofía universal, la forma de vida local que ofrece América ha reflejado y refleja, sorprendentemente, demasiadas carencias.

EE.UU. ha dejado de expresar una aspiración universal. Una sorpresiva secuela de ello ha sido que su forma de vida local ha devenido también poco atractiva. Ello es una mala noticia para esa experiencia particular pero no necesariamente debe serlo para el liberalismo.


(1) Gray, John (2001): “Las dos caras del liberalismo. Una nueva interpretación de la tolerancia liberal”. Paidos. Buenos Aires-Argentina. Pagina 11. La obra de Gray es profusa y original. En esta particular línea de investigación podemos citar “Post-liberalism. Studies in political thought”, London: Routledge, 1993; “Liberalisms. Essays in political philosophy”, London: Routledge, 1989; “Straw dogs. Thoughts on humans and other animals”, New York: Farrar, Straus and Giroux, 2007; “Liberalism”, Minneapolis: University of Minnesota, 1995. Second edition; “Endgames. Questions in late modern political thought”, Cambridge: Polity, 1997. Una representativa selección de trabajos es “Gray's anatomy. Selected writings”, London: Penguin, 2010. Anteriormente, Gray había publicado biografías filosóficas sobre el pensamiento de Mill, Hayek y Berlin.
 

(2) Esta última versión, menos rigurosa, puede encontrarse en algunos trabajos del citado “Gray´s Anatomy. Selected Writings” y contraponerse a antiguos artículos publicados en la misma compilación.

(3) La Stanford Encyclopedia of Philosophy realiza una excelente introducción al inconmensurable pensamiento de Isaiah Berlin, una de las principales influencias intelectuales de Gray. Verhttp://plato.stanford.edu/entries/berlin/

(4) El Departamento de Justicia ofrece información relevante sobre la ley. Allí sostiene que
Congress enacted the Patriot Act by overwhelming, bipartisan margins, arming law enforcement with new tools to detect and prevent terrorism: The USA Patriot Act was passed nearly unanimously by the Senate 98-1, and 357-66 in the House, with the support of members from across the political spectrum.” Ver 
http://www.justice.gov/archive/ll/highlights.htm

(5) http://www.house.gov/representatives/

(6) Ver http://www.newamericancentury.org/

 

*Profesor Depto. Estudios Internacionales, FACS - Universidad ORT Uruguay.
Master en Filosofía Política, London School of Economics and Political Science.

Published

2011-12-01

Issue

Section

Enfoques