LÁGRIMAS SOCIALDEMÓCRATAS
Abstract
En medio del fárrago de la campaña electoral española, se ha destacado particularmente un libro cuyo título retomamos, sin ninguna alegría, para esta página editorial porque su interés va más allá del marco de las elecciones en curso e, incluso, rebasa ampliamente el espacio de la política española.
”Lágrimas socialdemócratas“, el libro de Santiago González aparecido en España a inicios del mes pasado, constituye una lúcida radiografía, tanto de los dos gobiernos Rodríguez Zapatero, cuanto de un buen número de gobiernos socialdemócratas europeos que han ido desapareciendo, uno tras otro, sobretodo más ante una sucesión de “gestiones gubernamentales inocuas“ que frente a alguna innovación destacable del pensamiento de derecha.
Para comprender porqué ”Lágrimas socialdemócratas” debe ser leído como una fría y triste crónica de la crisis general del discurso socialdemócrata, es necesario apuntar que el texto tiene un transfondo auto-biográfico. Su autor es un personaje que ha recorrido un trayecto ideológico tan reiterado y paradigmático que nadie en su sano juicio puede dejar de constatar su repetición permanente desde la posguerra hasta la fecha. Comunista en su juventud, González se convertirá en socialista, luego matizará su autodenominación para transformarla en “socialdemócrata“ para, finalmente, desprenderse de toda relación con esa familia ideológica y poder publicar el melancólico, pero no por ello condescendiente, texto que tomamos hoy como excusa para estos apuntes editoriales. Ante este currículum político no podemos dejar de recordarle al lector que, ya al final de la década de los años 70, la intelectualidad francesa decía con sorna que la mayoría de ellos pertenecían ”…au plus grand parti politique français, les ex-communistes…“
Buena parte de la prensa internacional está llena de referencias al libro en cuestión cuyo éxito editorial en Europa ya está asegurado. “Este libro es la crónica de esa impostura centrada en la época en la que un grupo del partido socialista, creyéndose depositario de valores generacionales, se hizo con el poder en torno a Zapatero, perdiéndole el respeto a las palabras, a los números y a los hechos y ensayando una política incierta e imprevisible, en la creencia de su superioridad moral y en la idea de que el pasado puede ser modificado en función de sus necesidades de presente. Es, asimismo, la crónica de su fracaso, el relato de una decepción.
La socialdemocracia es un espacio privilegiado para la exhibición de los sentimientos, fenómeno que ha tenido especial relevancia en la España de Zapatero. Nunca como en estos siete años se ha sustituido en la política la acción de los gobernantes por la declaración de sus buenas intenciones, la ética de la responsabilidad por el enunciado de las convicciones, los hechos por las palabras y la realidad por la invocación del ideal.
Lágrimas socialdemócratas es la crónica de una impostación sentimental. No deben confundirse con las de cocodrilo, sino, en todo caso, con las perlas cultivadas. Para obtener unas buenas lágrimas socialdemócratas se mete una arenilla en un ojo progresista y se deja que la anatomía haga su tarea. Las lágrimas serán tan artificiosas como las perlas cultivadas.“
(De la ”Sinópsis“ de ”Esfera de los libros“,
http://www.esferalibros.com/libros/librodetalle.html?libroISBN=9788499700960).
Si esta cita no fuese particularmente explícita, concurra el lector al excelente artículo de Fernando Savater publicado en ”El País” de Madrid, y retomado por ”Le Monde” en el fin de semana, titulado ”Crépuscule du Zapatérisme“
(http://www.lemonde.fr/idees/article/2011/11/18/crepuscule-du-zapaterisme_1606027_3232.html - ens_id=1599028) donde el filósofo, todavía con más autoridad que el autor, señala como ”…ese tipo de socialismo...“ sólo exhibió “debilidad intelectual“, “mediocridad“, “buenas intenciones“ en lugar de políticas y, ante la llegada inminente de la catástrofe,no fue ”…jamás realmente autocrítico…“.
A nadie, por cierto, habrá de sorprender esto último. La absoluta impunidad de las acciones emprendidas en nombre de ”la izquierda“ es algo universalmente aceptado en base a la supuesta ”superioridad moral” que ella autoasume como ”natural” (desde la versión que sea, comunista, socialista, socialdemócrata, progresista, etc.).
Valga como ejemplo que siempre ha habido dos aritméticas en materia de represión y uso de la violencia estatal: de una manera se cuentan (restando) los millones de muertos de Mao, de Stalin, de Pol-Pot, de Ceasucescu, de Lenin, etc. y de otra se cuenta (sumando) los de Hitler, los de Franco, los de Pinochet, etc. El resultado aritmético siempre termina igual: las ”víctimas“ son de la izquierda, los “victimarios“ de la derecha. La tradición de “las lágrimas progresistas“ no la descubrió Santiago González.
Pero todo esto no arregla nada: que quienes pretenden seguir poblando el pasado lo hagan y veremos como les va. Lo que cuenta es saber qué hacer si pensamos en el futuro. En el Editorial de 11 de junio 2009 (Letras Internacionales No. 63), titulado ”Elecciones europeas: un premio al centro-derecha” y ante el resultado electoraldecíamos: “En resumen: una elección sin demasiadas sorpresas: una centro-derecha que se mantiene a pesar de la crisis, una izquierda tradicional que no termina de sacar las consecuencias de sus repetidas derrotas, un movimiento "verde" que parece avanzar hacia una cierta consolidación.“ El 30 de septiembre de 2010, (Letras Internacionales No. 105), bajo el título ”Una irresistible transformación política“, y aun sorprendidos por la contundente derrota sufrida por el partido socialista sueca, el más conspicuo de los partidos social-democráticos de Europa decíamos: ”La reciente derrota del más conspicuo y emblemático de los partidos socialdemócratas europeos, en un contexto de “derechización” de la política en ese continente, no puede dejar de convocar la pregunta sobre el futuro de la socialdemocracia. Y las respuestas son bastante desalentadoras. (…) Desde luego que esta pregunta, y las dudas que ella revela, pueden tener, en corto plazo (particularmente en las nuevas sociedades de Europa del Este), una respuesta distinta y menos escéptica; de hecho nadie puede, seriamente, descartar la emergencia de una renovación política de la mano de algún nuevo líder en (o heredero de) ”la mouvance” socialdemocráta. Pero la inquietud aquí planteada no es gratuita ni original. Son muchos los indicios que apuntan a un agotamiento del pensamiento socialdemócrata, al menos en su versión europea“.
“Raffaele Simone, lingüista y filósofo italiano, hombre de izquierda y autor de “La tercera etapa”, denunciaba hace apenas diez días en “Le Monde Magazine” a “…una izquierda que parece no haber entendido nada del verdadero cataclismo civilizatorio de la victoria del individualismo y del consumo..."; a una izquierda que, por ejemplo, “…hasta hace muy poco se ha negado a discutir de la inmigración masiva y de los clandestinos…”. “Todo hace pensar que habremos de volver sobre este tema.“
Y aquí estamos, efectivamente, nuevamente sobre el tema. Nada ha sucedido, en los 14 meses que transcurrieron desde la derrota de la socialdemocracia sueca, que venga a indicar que algún cambio en la tendencia señalada esté en marcha. La mayoría de los acontecimientos políticos ocurridos en este año largo transcurrido, confirman los temores expresados.
Las ”Lágrimas socialdemócratas“ de alguna manera se suceden y asistimos al debilitamiento de una de las corrientes ideológicas fundamentales en la política europea. Ello es algo, a la vez, trascendente e inquietante, porque la Unión Europa que conocemos, y la que estaba en marcha, era hija de la socialdemocracia y de la democracia cristiana. La primera no deja de empantanarse en la irrelevancia política y la segunda, aunque parece tener un mejor pasar, no puede tampoco ufanarse de exhibir una vitalidad desbordante. ¿Si no son estas dos grandes familias ideológicas “las madrinas“, quienes habrán de ser los promotores de la Unión Europea futura? La pregunta tiene por lo menos una respuesta que convendría evitar. En el marco de la crisis económica, y de seguir el escenario político como lo venimos percibiendo, no se ve claramente qué fuerzas políticas pueden tomar el relevo y, por ello, el proyecto europeo de integración no parece tener un futuro promisorio. Ojalá nos equivoquemos.
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