Una nueva política rusa hacia el mundo árabe? Parte I: Intereses Económicos

Authors

  • Dr. Álvaro Artigas

Abstract

Una de las consecuencias menos abordadas por los medios internacionales, y que casi ha pasado desapercibida a la luz de las importantes reconfiguraciones geopolíticas en el mundo árabe, ha sido la revisión de la política árabe y del medio-oriente de Rusia. El desconocimiento que prima en Occidente en relación a esta importante dinámica de la región se explica tanto por el rol ambiguo que han jugado las autoridades del Kremlin, alimentado por la indecisión respecto al rumbo a seguir, así como la omnipresencia de una perspectiva occidental en estos procesos de rápida recomposición de los sistemas políticos en el Magreb y el Mashrek. 

Sin embargo, el rol real y potencial que podría jugar Rusia en la estabilización y orientación comercial de estos países no deja de ser significativo, dado un pasado de colaboración militar, política y cultural con numerosos regímenes de la región. Asimismo, el abandono progresivo de un rol de superpotencia militar a favor de otro más cercano al de un país emergente cercano de las preocupaciones de los nuevos gigantes del Sur (Brasil, India, China, África del Sur) ha suavizado la imagen del gigante ruso y conducido a una apreciación distinta de su papel en la arena internacional. 

Mencionemos, de partida, que el mundo árabe, lejos de ser una realidad abstracta para las autoridades del MID ruso, fue, durante largas décadas, un terreno privilegiado de cooperación técnica y científica, que permitió a las autoridades soviéticas expandir su influencia de manera continua. El fin del orden colonial en los 50 y 60, el antagonismo con las antiguas potencias occidentales favorecidos por movimientos de corte marxista nacionalistas (como los de Bourgiba o Nasser) fueron un terreno fértil a partir del cual una importante colaboración técnica, especialmente en el campo industrial y energético, permitió a toda una generación de profesionales formarse en las mejores universidades rusas, a la vez que confirió a muchos cuadros del PCUS un conocimiento de primera mano de la región.  

La represión e instalación de regímenes autoritarios en muchos de los países de la región, con el concurso beneplácito de los Estados Unidos y Europa, fue progresivamente limitando el campo de acción de las autoridades soviéticas, obligándoles a compartir en los 1980 una hegemonía de corte ideológico, como en el caso de Egipto. El resquebrajamiento y progresivo desmantelamiento de la URSS en 1991 asestó un golpe de gracia a este conjunto de relaciones con el mundo árabe, en parte debido a la incapacidad del Estado ruso por brindar condiciones tan favorables como en la época soviética – se acabaron así los acuerdos particularmente generosos o el trueque, ampliamente utilizados entonces, a favor de intercambios en moneda dura -. Otra de las razones no menos importantes, fue la crisis sistémica del Estado y la economía rusa que durante una década no cesó de retraerse y que perjudicó al comercio exterior, limitando su extensión geográfica y reduciendo las capacidades operativas de los ministerios respectivos en materia de misiones comerciales y personal consular. Intervino en este proceso, sin embargo, una decisión deliberada por parte del gobierno de Boris Yeltsin de no confrontar con los nuevos socios de Rusia –i.e. la Unión Europea y los Estados Unidos- manteniendo así los vínculos comerciales con países “molestos” tales como Irak, Siria y Sudán, dentro de límites aceptables. 

Esta orientación permitió sin duda a las autoridades rusas contar con el beneplácito de las potencias del mundo occidental y beneficiarse de un tratamiento preferencial; es así como las autoridades del Kremlin lograron hacer entrar a Rusia en el selecto grupo del G8 en 1997 y suavizaron en parte las exigencias occidentales respecto a las reformas de mercado en los programas de ajuste del FMI. 

Sin embargo, cabe destacar que a pesar de este repliegue comercial, las autoridades rusas nunca cesaron de estar presentes en el mundo árabe, con una red de acuerdos comerciales en los cuales el componente militar era predominante. Esta situación no derivaba de una voluntad beligerante de Rusiastricto sensu, sino de la preponderancia del consorcio militar-industrial en la matriz exportadora rusa. En un escenario de desorganización y recomposición de la industria rusa, el consorcio militar industrial (compuesto entre otros por la MIG Corporation y Rosoboronexport) conoció una relativa estabilidad que le permitió continuar la exportación de productos desarrollados por la ingeniería soviética, como los aviones MIG o la industria de armamento ligera, o incluso, desarrollar asociaciones estratégicas con socios no tradicionales de la historia rusa tales como  Israel. 

Esta última asociación ha conocido en la última década un desarrollo fulgurante que ha sido favorecido por un proceso de emigración masivo de comunidades rusas hacia Israel así como por un desarrollo tecnológico conjunto en materias de armamento y energía. Si la importancia relativa de esta colaboración podría haber aparecido como problemática a los ojos de las lealtades geopolíticas regionales con el mundo árabe, las autoridades del Kremlin se han encargado de sortear este escollo desolidarizando la retórica gubernamental –eminentemente pro-árabe y favorable a las autoridades palestinas del Fatah- de estas vibrantes relaciones comerciales. 

Esta estrategia ha sido fuertemente condicionada por una contracción del mercado accesible a las exportaciones de armamento ruso, que le ha dejado poca latitud fuera de su terreno de acción natural – como las antiguas repúblicas soviéticas y China- con algunas excepciones latinoamericanas tales como Venezuela y en una menor medida Ecuador. El mercado árabe ha constituido entonces un salvavidas indispensable a la supervivencia de esta industria en Rusia, aunque no ha sido sin riesgos, ya que a pesar que representa un porcentaje importante de las exportaciones de armamento (15 al 30 % según las estimaciones deRosoboronexport (1)), estas se han visto amenazadas en los mercados más competitivos, tales como Arabia Saudita, por poderosos consorcios europeos o norteamericanos.

El otro eje de las relaciones económicas rusas en dirección del mundo árabe ha sido el energético, en el que se destacan acuerdos de integración de mercados a partir de los consorcios de Estado más importantes, tales como el gigante energético Gazprom. 

Rusia ha sido un actor clave en el mundo árabe en el desarrollo de refinerías de costo intermedio así como en la construcción de oleoductos para exportar el recurso hacia mercados occidentales. Las colaboraciones con Argelia, Libia –donde un importante contrato de expansión de la capacidad productiva local quedó en punto muerto-, pero también con Egipto, han conocido una expansión continua, traduciéndose en la construcción de gasoductos que conectaran el gas egipcio con los mercados libaneses y sirios. 

Finalmente, el área atómica le ha permitido a RosAtom, el consorcio estatal ruso, proveer con transferencias de tecnología de enriquecimiento de uranio a la región, sin obviar a países calificados por Estados Unidos como perteneciente al eje del mal, tales como Irán y Siria. Si las exportaciones de centrales térmicas y atómicas de primera y segunda generación han sido formalmente destinadas a un uso civil, en el caso de la central atómica de Bushehr (2) la colaboración rusa con las autoridades iraníes ha puesto en duda la dimensión estrictamente comercial de este tipo de acuerdos, repercutiendo negativamente en la política exterior rusa con destino de Occidente. 

La ola de revoluciones en el mundo árabe ha abierto una página de incertidumbre en el desarrollo de estos ejes de la política exterior aquí mencionados. 

Por una parte, la posible –aunque nada segura- apertura democrática de países como Túnez, Egipto o Siria, conlleva el riesgo de una revisión de las condiciones en las cuales estos regímenes autoritarios atribuyeron concesiones, lo que podría abrir una caja de pandora indispensable para la ciudadanía local, pero que podría igualmente ser altamente embarazosa para las autoridades de Moscú. Más allá de estas revisiones, el Kremlin corre un riesgo real –aunque hasta ahora minimizado en la retórica gubernamental- de perder su ascendente frente a las nuevas potencias liberadoras, tal como fue el caso después de la guerra de Irak. En un  plano más estratégico, un cambio de régimen en muchos de estos países podría tensar las relaciones con Israel, y obligar al Kremlin a tomar un partido sin ambigüedades en relación al conflicto arabo-israelí. 

¿Pueden las autoridades rusas revertir estas tendencias? Si muchas de las variables no serán despejadas en el corto plazo, algunos ajustes de rango intermedio pueden contribuir a reducir la incertidumbre en relación a lo que viene. Estos ajustes deben entonces orientarse a una restructuración de los equipos de expertos del medio oriente, favoreciendo a Institutos con perspectivas globales y menos marcadas por la herencia soviética tales como el MGIMO que había formado a primeros ministros tales como Evgueni Primakov, expertos en el mundo árabe. 

De un modo más global, es importante que el Kremlin se decida de una vez por todas a llevar a cabo las transformaciones en el área del comercio exterior, arrastradas por más de una década: esto debería permitir a sus socios distinguir mejor la posición de los consorcios estatales o privados de los intereses geopolíticos de Moscú, muy a menudo opacos. Por último, en un mundo en donde la globalización entre países emergentes es ya una dinámica poderosa, cabe que Moscú se pregunte si es capaz de establecer relaciones comerciales sobre una base de bilateralidad real, lo que conlleva apertura de sectores rusos a las inversiones provenientes de estos países, o bien si destina a estos un trato cordial, pero como lo ha sido en estas últimas décadas,  marcado por un fuerte paternalismo.


(1) Consultar http://www.bigness.ru/articles/2011-02-22/vpk/122158/

(2) Cabe mencionar sin embargo que la colaboración con Irán en relación a esta central empezó ya en el año 1974.

 

*Doctor en Ciencia Política del Instituto de Estudios Políticos de Paris. 
Master en Política Comparada en Sciences-Po Paris y 
Master en Estudios Post-soviéticos del Programa IMARS (European University of Saint-Petersbourg/Berkeley). 
Actualmente es maestro de conferencias de la 
Universidad Americana-IES Paris y Sciences-Po Paris

Published

2011-09-22

Issue

Section

Política internacional