UN MUNDO MEJOR

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  • Letras Internacionales

Abstract

Quienes se preocupan por seguir la actualidad internacional saben que las malas noticias abundan. Son numerosos los analistas, periodistas y comentadores, en particular en nuestra región, que afirman que el mundo está cada vez peor: es más inseguro y más injusto, dicen, que hace tiempo atrás. 

Proliferación de armas y mayores posibilidades de accidentes nucleares graves; guerras por doquier; mayor pobreza extrema explicitada en conmovedoras imágenes; cambio climático irreversible; tráficos internacionales de drogas y armas que benefician a unos pocos y dañan a muchos; terrorismo ciego: todas dimensiones que vendrían a explicar el auge de este extendido sentimiento pesimista, y hasta apocalíptico, con relación al futuro de la Humanidad. 

Sin embargo, a poco que se analice la misma realidad con un poco de perspectiva, lo que de veras ocurre es bien distinto a lo que esta visión cree convencida.

En primer lugar, desde el punto de vista material y económico. Entre 1981 y 2005, por ejemplo, el número de pobres en el mundo – quienes tienen un ingreso menor a 1,25 dólares por día - disminuyó en 500 millones de personas: eran 1.900 millones a principios de los ochenta; son 1400 millones a principios del siglo XXI. Algo más importante aun, es que su proporción pasó del 52% del total de la población mundial al 26%: una mejora sustancial, rápida y de gran escala. 

Por supuesto, entrar en detalles regionales mostrará que el gran salto hacia delante fue dado sobre todo por Asia, y que África subsahariana sigue estando relegada. Y también es cierto que el número total de personas que viven con menos de 2 dólares por día en el mundo se mantuvo incambiado en estas décadas, y llega aproximadamente a 2500 millones en total. 

Pero no es menos real que el analfabetismo está en regresión en el mundo; que la esperanza de vida progresa; que la mortalidad infantil y materna baja; que la población que sufre desnutrición en porcentaje del total es menor hoy que en 2000; y que incluso en los últimos años, ha habido una sustancial mejora en los índices de pobreza en la zona más relegada de todas: África subsahariana pasó del 58% de pobres al 51% en los quince años que van entre 1990 y 2005.

¿La evolución más reciente es negativa por causa de la crisis en los países económicamente centrales? Para nada: nunca hubo tanta ayuda internacional al desarrollo como en 2010. Los cinco países que donaron más ese año fueron los Estados Unidos, con más de 30.000 millones de dólares; Reino Unido con cerca de 14.000 millones; Francia y Alemania con cerca de 13.000 millones cada uno; y Japón con más de 11.000 millones de dólares (para recordar una cifra de referencia: el total de las exportaciones de Uruguay, por ejemplo, es poco mayor a 6.000 millones de dólares). Medido en porcentaje de la riqueza de cada país, Noruega es quien más dona dinero, con 1,1% de su riqueza, en un promedio de 0,49% para el total de los países que forman la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). En total, fueron más de 128.000 millones de dólares los donados por los 23 países de la OCDE en 2010, cifra que superó en 6,5% la del año anterior (el total de las exportaciones de Argentina, por ejemplo, es de unos 70.000 millones de dólares). 

En segundo lugar, hay menos guerras y son menos mortíferas hoy en día que en el pasado. El Stockholm International Peace Research Institute estima incluso que los conflictos armados hoy son la mitad de los que había hace veinte años en el mundo: las guerras entre Estados disminuyeron ya hacia los años setenta, y las guerras civiles están en regresión desde los años 1990. 

Es cierto que esta evolución no ha logrado disminuir una sensación de inseguridad que se mantiene en los principales países del mundo y que obedece, entre otros factores, a la multiplicación de atentados terroristas y al auge de movimientos políticos violentos. 

Si bien la amenaza es real - según la Europol, fueron 294 los atentados terroristas en la Unión Europea (exceptuando Reino Unido) en 2009 -, también es cierto que está relativamente controlada: en 2009 los atentados fueron 33% menos que en 2008 en Europa. La inmensa mayoría de ellos, además, no fueron perpetrados por musulmanes islamistas extremistas como cualquier lector de prensa distraído podría creer, sino que fueron llevados adelante por grupos separatistas, sobre todo en Francia y en España. 

El auge de los movimientos políticos violentos es también preocupante. Solamente en Rusia, el ministerio del interior cree que hay activos más de 150 grupos neonazis. Los crímenes por causas étnicas, raciales y/o religiosas pasaron de 356 en 2007 a 548 en 2009, y en 2010 siguieron aumentando con relación al año anterior, sobre todo en la zona de Moscú. En las últimas semanas, atentados de grupos anarquistas griegos ocuparon la primera plana internacional. Pero, claro está, estos fenómenos, aunque graves, no son comparables con las terribles consecuencias que cualquier guerra internacional trae aparejada.

Finalmente, en tercer lugar, los miedos maltusianos sobre la evolución de la población mundial no parecen tener asidero real. Desde la época del neolítico que la población mundial crece exponencialmente. La Humanidad era de 1.000 millones hacia 1800 y este año llegaremos a los 7.000 millones. Los cálculos de la ONU es que alcanzaremos la cifra de 10.000 millones de habitantes en 2050, pero también se prevé que la población mundial se estabilice luego en el entorno de los 11.000 millones. Hay países que están disminuyendo su población, como Rusia y Japón; mientras que otros controlan desde hace décadas fuertemente su crecimiento – China en particular -; y en otros, se multiplica rápidamente – Benín o Yemen, por ejemplo -.

Este panorama no pretende negar los problemas que existen y que están vinculados, justamente, al gran desarrollo económico que ha vivido la Humanidad, principalmente en la segunda mitad del siglo XX, y sobre todo sus consecuencias sobre el equilibrio ecológico del planeta. 

Sin embargo, ante nuevos y sustanciales desafíos, los hombres siempre han sido capaces de plantear nuevas y creativas respuestas. Sin ir más lejos, la inquietante amenaza hacia las reservas naturales de peces, por el formidable aumento del consumo mundial, ha generado también un formidable desarrollo de la acuacultura que representa, hoy en día, más del tercio del total de la producción de peces y crustáceos para consumo en el planeta. 

La crisis de la Humanidad y los negros nubarrones sobre su futuro forman parte de un discurso y un talante que no son nuevos. Raymond Aron, en sus Memorias de 1983, ya señalaba que siempre los hombres creen vivir tiempos de cambios y rupturas: “hay pocas generaciones que no hayan tenido la sensación de vivir una “crisis” o incluso de vivir un tiempo de encrucijada”. Es solamente con la perspectiva del paso del tiempo y el análisis ponderado y de mediano plazo, que evita la sobreexposición informativa llena de lugares comunes, que se logra un fecundo entendimiento de la realidad internacional. Es bueno tenerlo presente en épocas en que pululan los Casandra de un apocalipsis que parecería ser, de acuerdo a esos augurios, estaría esperándonos, siempre, a la vuelta de la esquina.

Published

2011-08-04

Issue

Section

Editorial