ELECCIONES BRASIL 2014: CONTINUIDAD VERSUS CONTRADICCIÓN
Resumen
Hasta hace un par de meses, las elecciones presidenciales brasileras parecían destinadas a ser un calco de las anteriores. La presidenta y candidata por el Partido de los Trabajadores (PT), Dilma Rousseff, se encaminaba a una lenta y previsible victoria por sobre el candidato del centro derechista Partido de la Social Democracia Brasilera (PSDB, los “tucanos”), Aécio Neves, senador de Minas Gerais y nieto de Tancredo, ganador presidencial que por su muerte no llegara a asumir. Se creía que el PSDB volvería a ganar en el próspero Sur, mientras el PT arrasaría en el humilde Nordeste, obteniendo este último una cuarta victoria consecutiva.
Nadie esperaba, no obstante, que el candidato que iba tercero en los sondeos, el socialista Eduardo Campos (Partido Socialista, PSB), muriera en un trágico accidente de avión en el puerto paulista de Santos. Como consecuencia de esto, el partido nominaría a la hasta entonces candidata a vice, Marina Silva. Y con este paso, comenzaron a rugir las alarmas en el partido de gobierno. Apenas proclamada, de repente Rousseff se encontraba, según las encuestas, en empate técnico en primera y segunda vuelta.
Este radical cambio en la intención de voto demostró que el favoritismo de la presidenta se basaba más en el voto incondicional al PT y el rechazo al PSDB que otra cosa. Antes de profundizar en la figura de Marina Silva, recordemos algunos hechos que podían comprometer la reelección y que regresaron a la memoria del electorado al enfrentar una alternativa carismática y -aparentemente- creíble.
Es menester recordar que Rousseff llegó a la presidencia apadrinada por Luis Ignacio Lula Da Silva como una administradora transparente, luchadora contra los escándalos de corrupción del partido como el mensalao, es decir, la compra de votos de legisladores, práctica bastante común en Brasilia y -por qué no- en Latinoamérica casi toda. Y los primeros dos años esto pareció ser cierto, con la televisión parodiando a la presidenta como una masculinizada e implacable gestora que retaba y echaba por teléfono a ministros y congresistas por corruptos o incapaces o ambas cosas.
Dicha imagen fue poco a poco socavándose, y en junio 2013 el pueblo brasileño -principalmente la clase media urbana- salió a las calles para protestar contra el precio del boleto primero, el derroche en la organización del Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro después, siguiendo por la falta de servicios básicos y, a continuación, finalizando con nuevos escándalos de corrupción. ¿El principal de ellos? El pago de coimas a legisladores, gobernadores y el círculo interno de la presidenta en adjudicaciones de PETROBRAS. Este tema es de nunca acabar, y la prensa derechista ataca edición tras edición con nuevas revelaciones. “¿No era “Dilma” la encargada de acabar con estas cosas?”: esa pregunta de la ciudadanía fue una de las claves del creciente escepticismo en cuanto a las capacidades de la Jefa de Estado.
Pero, por supuesto, tampoco podemos olvidar la economía, un tema que paradójicamente preocupa bastante a aquellos sectores que para el gobierno de Lula pasaron a engrosar las filas de la “clase media”. El milagro brasilero se ha visto truncado por la incapacidad de continuar a un ritmo de crecimiento como el de la década pasada y, en el presente año el país debió enfrentarse a la recesión técnica y la amenaza bajista de las calificadoras de deuda, sin olvidar el fantasma de una inflación creciente. Brasil había tocado techo y la reducción de exportaciones y la incapacidad de crecer en un mercado interno endeudado avizoraban espesos nubarrones.
Derroche, economía y corrupción: la capacidad de la presidenta se puso en entredicho, y sólo faltaba un candidato que le pegara a Rousseff -aparentemente- por la izquierda. Es aquí donde aparece Marina Silva. ¿Qué sabíamos de ella?
Por más que muchos hayan tratado a Silva como un fenómeno típico de outsider de la política, esto es todo menos cierto. Electa senadora dos veces por el distante estado de Acre (frontera con Bolivia y Perú), tuvo la oportunidad de ejercer como Ministra de medio ambiente durante el gobierno de Lula, cargo que desempeñara con brillo, éxito y reconocimiento nacional e internacional (transformándose en algo así como “la Juana de Arco de la Amazonia”). De orígenes muy humildes y analfabeta hasta su adolescencia, Silva era un ejemplo paradigmático del progresivo desarrollo social brasileño de las últimas décadas y, ya como política, una gestora transparente de fuerte personalidad y con dotes de liderazgo. En otras palabras: exactamente lo mismo que se esperaba que “Dilma” fuera.
Sus convicciones o su hambre de poder, o las dos cosas, hicieron que en el 2010 cortara lazos con el PT y se postulara, en plena rebelión, como candidata del Partido Verde. Su increíble performance (casi el 20% de los votos, el doble de lo esperado), obligaría a Rousseff a tener que concurrir a una segunda vuelta y ya desde entonces se la comenzó a calificar como una amenaza para la continuidad oficialista.
Volviendo a las presentes elecciones, las circunstancias -(mejor dicho, la ineficacia de las autoridades electorales)- quisieron que el nuevo partido de Silva (Red Sustentabilidad) sorpresivamente no lograra alcanzar el medio millón de firmas necesarias para auparla nuevamente como candidata a la presidencia. Esto explicaría que la popular ambientalista finalmente hubiese tenido que contentarse con una derrota segura como vicepresidenta de Campos en la fórmula del PSB. Claro que nadie esperaba el trágico accidente que la regresara a su destino como principal desafío al continuismo.
Habiendo establecido que la candidata en cuestión no era una desconocida, hay algunas cosas que cabe aclarar. La más fundamental: “Marina” fue una candidata de “izquierda” cuyas ideas -(y buena parte de sus votantes)- definitivamente no pertenecen a ese espectro ideológico. Esto provocó por un tiempo que muchos “tucanos”, jóvenes del sur de clase media consolidada, hayan cambiado su apoyo a Neves para aupar a la accidental nueva esperanza de librarse del PT… cosa que eventualmente no ocurriría. Busquemos razones.
Para ser de “izquierda”, las propuestas de Silva eran un tanto controvertidas y jugueteaba con ideas un tanto ortodoxas como la independencia del Banco Central, la disminución del déficit público para luchar contra la inflación y negociar tratados de libre comercio con toda nación que se cruce. De hecho, Marina terminaría convertida extraoficialmente en “la candidata de los mercados”.
La religión es otro tema a tener en cuenta. Silva se convirtió al evangelismo pentecostal hace ya varios años y esto rechina un poco con el relato “laico” de las reformas sociales que podemos encontrar en Argentina, Uruguay y México. De este modo, la presidenciable se vio obligada en los últimos días en tachar el apoyo al matrimonio homosexual del programa del PSB como “un error” y que de ninguna manera iría más lejos de las uniones civiles (hay que recordar que el matrimonio homosexual se encuentra vigente en Brasil pero por decisión judicial, no legislativa). El aborto, por supuesto, también fue anatema para la entonces desafiante. Hasta el derechista Neves se mostró más comprensivo en estos temas, y no fue en absoluto una mala jugada.
La campaña de Rousseff aprovechó estos elementos con astucia. Primero, atemorizando a las clases bajas del Nordeste con la tesis que “Marina” eliminaría todos los planes sociales que ha fomentado el PT en sus tres períodos de gobierno. Segundo, intentando acercarse a la juventud socialmente liberal mostrando a su contendiente como una fanática religiosa.
Continuamos, pues, con una situación de “mundo al revés”, donde evangélicos y banqueros impulsaban a la otrora senadora comunista, mientras el PT volvía a reconstruir su relato de “defensores de los pobres”. Y con esto, el resultado ha terminado siendo el más imprevisto de todos: tres días antes Aécio Neves empataba técnicamente en las encuestas con Marina. Un día después, la sorpresa se manifiesta en los resultados: Rousseff 41%, Neves 34%, Marina 21% (apenas un punto y medio más que las últimas elecciones). Otra vez el PT y el PSDB se consolidan como los grandes partidos. Veremos hacia dónde va el voto “marinista” y si la segunda vuelta será un trámite para Rousseff o una nueva sorpresa de Neves.
Marcos Rodríguez Schiavone es estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales
FACS-ORT-Uruguay
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