RECICLANDO GUERRA FRIA
Resumen
El régimen de Corea del Norte, si no estuviese armado hasta los dientes, si no insistiese en desarrollar militarmente el arma nuclear y si no contase con la connivencia de la China, sería una caricatura. Políticamente es una satrapía hereditaria, económicamente es incapaz de alimentar, vestir y alojar a su población e ideológica y culturalmente cohabita, entre las telas de araña del archivo de la Guerra Fría, con un puñado de totalitarismos que vegetan en las orillas de la historia. Su posición no es cómoda en el concierto internacional y, menos aún, en el regional. Su enemigo de antaño, Corea del Sur, en los últimos 60 años se ha transformado en la 13ava. economía del mundo con un producto per cápita que ya superaba los U$ 25.000 hacia el año 2007.
En este contexto la dinastía de los Kim insiste en intentar convencer a su sufrida población de la superioridad del régimen comunista. Aunque la opacidad de las cifras es casi total, hay indicios para creer que, en realidad, los norcoreanos se alimentan con mucha dificultad (1/4 de ellos declararía que algún familiar ha muerto de hambre en los últimos años) y cuando lo hacen es gracias a la ayuda alimentaria china y sudcoreana.
Por qué razones, el 23 de noviembre, el ejército de Corea del Norte procedió a atacar la isla sudcoreana de Yeonpyeong, es algo de difícil interpretación. Es cierto que los norcoreanos vienen mostrándose incrementalmente agresivos desde 2007 cuando probaron su primer misil de largo alcance, luego procedieron a una explosión nuclear subterránea, a inicios de 2010 hundieron un barco sudcoreano y, ahora, proceden a este bombardeo que, al desatar la respuesta del régimen del sur, pareció por unas horas un “remake” del escenario de los años 1950.
Una cosa es segura. La comunidad internacional reaccionó casi unánimemente y con vehemencia a un ataque que es de los más graves desde que la guerra se “congeló” en 1953. Los EE.UU., Gran Bretaña, Japón, Rusia, Alemania, España, Canadá, Brasil, etc., así como las Naciones Unidas condenaron, con energías diversas, el ataque norcoreano. Pero, quien se limitó a mostrar preocupación y a instar a las partes a “la mesura” fue China, es decir, una forma ni siquiera elegante de endosar la agresión de su satélite.
Los analistas han esgrimido varias hipótesis para explicar este incidente y, todas ellas, parten de un mismo supuesto: que la reciente agresión tiene su explicación en la situación interna de Corea del Norte. Una de estas hipótesis tiene que ver con la creciente carencia de alimentos ya que, ante la escalada de agresividad norcoreana los vecinos del sur han disminuido los aportes humanitarios. Otra interpretación se vincula al inminente cambio de “líder” que ya se ha anunciado en el país. Estando Kim Jong II debilitado en su salud, hace algún tiempo decidió ungir a uno de sus hijos, Kim Jong-Un, como su heredero y la asunción de este nuevo “líder” requeriría de una “demostración de fuerza”. Esta tesis tiene a su favor el hecho de que, el 12 de noviembre pasado, el régimen norcoreano prácticamente “invitó” a un especialista nuclear norteamericano a visitar su nueva (y hasta ese momento secreta) planta de enriquecimiento de uranio en un notorio acto de desafío a los EE.UU. y a la comunidad internacional. En otros términos: una fanfarroneada más destinada a decirle al mundo “sepan que, aunque cambiamos de “líder”, no tenemos arroz, pero sí bastante uranio enriquecido”. Hay, por otra parte, también una tercera hipótesis que intenta vincular el incidente con la inminencia de maniobras aeronavales conjuntas (en los hechos en el momento de publicarse este editorial ya se habrán llevado a cabo) entre Corea del Sur y los EE.UU. El nexo es imaginable pero dichas maniobras estaban previstas y anunciadas de larga data y si algún nuevo elemento hubiesen de incorporar, ello estaría seguramente vinculado al reciente ataque norcoreano.
Han pasado 6 días desde que se llevó a cabo el bombardeo iniciado por Corea del Norte y hasta ahora, los dos bloques en disputa juegan a “subir” la apuesta lo que, dentro de ciertos límites, forma parte del juego. Pero también es cierto que el tiempo ha pasado y el conflicto tiende a “instalarse” en este nuevo escalón de agresividad.
Pero quizás, para intentar comprender mejor el “nuevo” conflicto, exista un segundo enfoque que conviene traer a colación porque supone una aproximación más “macro” del incidente que es, al mismo tiempo, una interpretación más “actual” de lo que está sucediendo. Aunque tiene el inconveniente de marginar casi totalmente el papel del régimen norcoreano del desarrollo de los acontecimientos, posee al mismo tiempo la capacidad de explicar la clara negativa china a proceder a la condena de su aliado. En otras palabras, este segundo enfoque parte de la base que el problema que detona el incidente no es Corea del Norte sino que, en realidad, el verdadero problema es la China.
En las últimas semanas, y aunque la opinión pública no haya reparado demasiado en ello, la administración Obama procedió a dar dos pasos estratégicos de importancia en el sentido de una potencial redefinición significativa del escenario político internacional. Y estos dos pasos hubieron de desencadenar, con toda seguridad, un enorme malestar en la China.
En efecto, en la reciente reunión de Lisboa donde se comenzó a discutir sobre el reperfilamiento de la OTAN, finalmente parece haberse avanzado en el viejo problema de encontrar algún modelo de “asociación” de Rusia a lo que algún día será la nueva organización del Atlántico Norte. Los lectores recordarán que este tema lleva casi 2 décadas (en realidad desde la caída del Muro de Berlín) sin avance alguno. De confirmarse este tema, el cambio en la configuración de fuerzas entre EE.UU, Europa y Asia sería muy significativo.
Y ello no es todo: al mismo tiempo conviene recordar que, a inicio de este mes, el presidente Obama declaró (en un seguramente muy meditado arranque de “sinceridad”) que “deseaba” ver a la India, con su veto en mano, sentada en el Consejo de Seguridad de la ONU.
En resumidas cuentas, los EE.UU., además de sus reiterados y conocidos reproches a la China en los temas comerciales y monetarios, están desplegando una muy amplia estrategia de “contención” de la creciente influencia de la China en el mundo y todo indica que esta última ya ha registrado la importancia de los movimientos diplomáticos norteamericanos.
Utilizar a Corea del Norte para recordarle a Obama que consultar la opinión de la dictadura china (en temas fundamentales como los arriba citados y que, además, involucran a dos de sus grandes y tradicionales contendientes históricos en Asia) es fundamental, no deja de ser una hipótesis a considerar muy seriamente.
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