¿Por qué fracasó el “neoliberalismo?

Autores/as

  • Lic. Hernán Bonilla

Resumen

Veinte años han pasado de que en América Latina se comenzara a hablar de las reformas “neoliberales”. Mucha agua ha corrido bajo el puente, al punto de que al ciclo “neoliberal” le ha seguido, una vez más, un nuevo ciclo populista. Lo más lamentable del caso es que con los distintos tipos de políticas ensayadas América Latina sigue siendo mayoritariamente subdesarrollada, desigual y violeta. La distancia a la que estamos, además, del primer mundo parece cada vez mayor. No es casual que los títulos de dos libros recientes señalen el hecho de que “quedamos atrás”: Left Behind es el de Sebastian Edwards (The University of Chicago Press, 2010) y Falling Behind el editado por Francis Fukuyama (Oxford Univesity Press, 2008). Parecería que en América Latina han fracasado gobiernos de izquierda y derecha, “neoliberales” y populistas, revolucionarios y conservadores.

Vamos a preguntarnos entonces que fue lo que pasó con las reformas “neoliberales” de los noventa ¿Por qué fracasaron? ¿Qué reformas se hicieron y cuáles no? ¿Cómo fue que pasamos del “neoliberalismo” al populismo? Vayamos por partes.

¿Qué es el “neoliberalismo”?

Es difícil hablar del “neoliberalismo” dado que no existe una definición académica precisa. Más bien es un término usado en forma peyorativa por quienes están en contra del mercado. Se suele identificar con el Consenso de Washington, una serie de recomendaciones elaboradas por el economista John Williamson que no van mucho más allá de lo que indicaría el sentido común. El propio nombre lo hace fácil blanco de crítica, ya que los autodenominados antiimperialistas lo rechazan simplemente por venir de Washington, aunque nada tengan que ver con su formulación las instituciones que normalmente se asocian a la capital de los Estados Unidos. Los 10 puntos centrales del Consenso son: tener un presupuesto equilibrado, focalizar el gasto público en los sectores más pobres de la población, reformar el sistema tributario para hacerlo más justo y eficiente, liberar la tasa de interés, evitar apreciaciones artificiales de la moneda local, reducir el proteccionismo, alentar la inversión extranjera, privatizar las empresas públicas ineficientes, facilitar las transacciones y las decisiones de inversión y mejorar la protección de los derechos de propiedad.

Bajo el paraguas de “neoliberal” entran cosas demasiado diferentes como para que pueda decirse que su aplicación fue uniforme. Sin embargo, sí hubo un intento conciente en varios países por dejar atrás el populismo que nos había caracterizado en las décadas anteriores y, al menos en el discurso, la intención de poner las cuentas en orden, integrarse al mundo y promover la inversión. Eduardo Lora estudió cuánto había avanzado América Latina en las reformas estructurales, encontrando que sólo las vinculadas al sector comercial y financiero habían sido importantes. En un índice que va de 0 a 1 (siendo 1 el máximo avance en las reformas) el promedio continental era 0,341 en 1985 y pasó a 0,583 en 1999. Un avance modesto. (1)

En síntesis, las reformas fueron sólo parciales, algunas muy mal hechas y, muchas veces, (el caso más conocido para nosotros es el de Menem) bajo el rótulo de “neoliberalismo” en realidad se dio un gobierno típicamente populista.

El fracaso “neoliberal”

Aunque parciales, las reformas deberían haber traído alguna mejora en el desempeño económico. ¿Cómo fue entonces que México, Argentina, por ejemplo, terminaron sufriendo crisis muy severas? En primer lugar porque las reformas fueron extremadamente parciales y áreas claves quedaron absolutamente incambiadas. Sebastian Edwards afirma que las reformas económicas “fueron incompletas y se estancaron antes de transformar a América Latina en una región competitiva. A pesar de toda la conmoción y la atención mediática, el Consenso de Washington sólo rasgó la superficie del rumbo de América Latina. De hecho, la mayoría de las economías latinoamericanas todavía están entre las más reguladas, distorsionadas y proteccionistas  del mundo.”(2)

En segundo lugar, las crisis que sufrieron los países de América Latina no fueron el resultado de las reformas propuestas por el Consenso de Washington, sino del sistema cambiario adoptado. Si bien en varios países fue exitosa la política antiinflacionaria basada en la fijación del tipo de cambio, también provocó lo que popularmente se conoce como “atraso cambiario”, precisamente una de las cosas que el Consenso decía que debía evitarse. Pero los adversarios de las reformas promercados lograron que la opinión pública asociara el sistema cambiario con el “neoliberalismo” las privatizaciones, la corrupción y todos los males habidos y por haber. El sistema cambiario resultó insostenible en muchos países producto de los desequilibrios macroeconómicos. De allí a saltar a la conclusión de que el mercado fue el problema y el Estado la solución hay un abismo insalvable.

El tercer punto es que la principal reforma nunca fue realizada en ningún país de América Latina, excepto en Chile; la del fortalecimiento de las instituciones que permiten que las personas creen, inventen, inviertan, ahorren y trabajen conociendo de antemano las reglas del juego. En una expresión, fallamos a la hora de establecer un verdadero Estado de Derecho.

En resumen, durante los noventa sólo se lograron avances parciales que no lograron cambiar los problemas de fondo, de índole cultural e institucional, que siguen siendo los mismos de siempre. Las principales características de América Latina a principios del siglo XIX son las mismas de mediados del siglo XX.

Las tres velocidades de América Latina

En la primera década del siglo el “neoliberalismo” ha quedado atrás y hemos entrado en una nueva caracterizada por una variedad de casos que hace más difícil que en los noventa precisar cuál el rumbo que siguen los países. Sebastian Edwards piensa que hoy por hoy América Latina tiene tres grupos de países distintos, dependiendo de la velocidad con la que procesan las reformas necesarias para alcanzar el desarrollo.(3)

El primer grupo serían los países que han dado un giro populista. La calidad de sus políticas públicas, argumenta Edwards serán muy malas, no tendrán avances en las áreas claves como mejoras institucionales o del sistema educativo, crecerán muy poco y su final no es nada prometedor. Incluye dentro de este grupo a países como Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, y se pregunta si no caerá dentro también México.

El segundo grupo estaría integrado por los países que no van a caer en las políticas populistas más clásicas, pero que tampoco van a avanzar en la implementación de las políticas que conducen al desarrollo. Ubica en este grupo, con algunas dudas, a Argentina y Brasil. En nuestra opinión, sin embargo, Argentina tiene más a estar en el primer grupo y no perdemos la esperanza de que Brasil pueda encarar algunas reformas significativas.

El tercer grupo sería el de los países que lleven adelante las reformas y logren alcanzar una senda de crecimiento importante y sostenido. El único caso claro en este grupo es el de Chile, que notoriamente la ha sacado una buena ventaja al resto de los países de América Latina. Edwards piensa que es posible que se sumen Perú, Colombia y Costa Rica.

En síntesis el futuro de nuestro continente va a presentar casos bien diferentes por lo que se va a volver crecientemente difícil hablar de América Latina como una unidad. Del Chile de Piñera a la Venezuela de Chávez hay un mundo de diferencia. Quizá los ejemplos palpables de cómo logra crecer, reducir la pobreza, buenos salarios y niveles de vida un país integrado al mundo como Chile, y de cómo se hunde en la falta de los bienes más básicos, apagones y vías de comunicación rotas Venezuela, logren abrir los ojos de los latinoamericanos más temprano que tarde.

(1) Para ver todos los datos puede consultarse Eduardo Lora, Structural Reforms in Latin America: What has been reformed and how to measure it, IDB, WP Nº 466, 2001.

(2) Sebastian Edwards, Left Behind, The University of Chicago Press, 2010, p. 72. Traducción propia.

(3) Ver Sebastian Edwards, op. cit., capítulo 10: A Three-Speed Latin America for the Twenty-first Century.



*Licenciado en Economía.
Director Instituto Manuel Oribe
Vice Presidente Fundación Libertad

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Publicado

2010-07-01

Número

Sección

Comercio y economía internacional