¿Hacia un “ciencia normal”? Problemáticas en la teoría política internacional contemporánea
Resumen
La idea detrás de Enfoques durante este primer año de vida fue acercar los clásicos debates de la teoría de las relaciones internacionales así como sus ramificaciones más actualizadas. Sin embargo, nunca se pretendió hacer una sección puramente teórica. La validez práctica de una teoría es central, aún si muchas veces suele ser dejada de lado en favor de esotéricos y “sofisticados” análisis, que en última instancia no tienen mucho que aportar al entendimiento de la política internacional. Es así que el objetivo principal ha sido profundizar el debate en torno a la alta agenda de política internacional recurriendo a análisis que vayan un poco más allá del formato periodístico -muchas veces más una causa de confusión que de real comprensión.
El ascenso de China, como uno de los fenómenos más relevantes para las relaciones internacionales en las próximas décadas ha sido discutido desde diversos ángulos y seguirá reapareciendo en Enfoques como fiel reflejo de la perspectiva que intenta dar la sección. La necesidad de administrar correctamente este ascenso es incalculable -aquel que dude puede recurrir a la historia para comprobar lo catastróficos que puede ser estas macro-transformaciones en el sistema internacional- y es en este tipo de ejercicios que la teoría de relaciones internacionales debe avanzar.
La disciplina debería ser capaz de ofrecer análisis sólidos y con capacidad normativa, de manera de ayudar a los policy-makers a navegar en las peligrosas aguas del cambio estructural. Lo preocupante es que, en efecto, esta joven disciplina no ha encontrado hasta el momento una base consensual desde donde partir. La teoría de relaciones internacionales no ha llegado a su etapa de “ciencia normal.” La interacción entre un economista -estando la economía sin dudas en un estadio mucho más avanzado que las relaciones internacionales- y un teórico de las relaciones internacionales es siempre ilustrativa: para los economistas es absurdo que los estudios teóricos en relaciones internacionales partan de supuestos tan diferentes.
Dos problemáticas centrales surgen de esta particular condición en que se encuentra la teoría política internacional. En primer lugar, la incoherencia en los supuestos básicos deja el debate en un estado de inconmensurabilidad entre las corrientes. Las diferencias en el basamento mínimo del que parten las teorías hacen que, avanzado el debate, la interacción entre ellas se haga una “conversación de sordos.” En este contexto es difícil que puedan discutir entre sí y menos aún que puedan complementarse y formar conocimiento de manera acumulativa. Por ejemplo, el realismo parte de la base de que la anarquía, como principio ordenador del sistema, “es lo que está ahí” –como diría un académico en la tradición germana de la historia diplomática- y por ende, nada que suceda en el sistema puede dejar de lado esta “realidad.” Por el otro lado, una de las ramas más dinámicas –aunque no necesariamente en un sentido positivo-, el constructivismo, parte del supuesto que la anarquía es un “concepto” socialmente creado. Salir de “la tragedia de la política internacional,” que los realistas ven como un proceso en cierta medida cíclico, es viable, quizás hasta sencillo, a través de un cambio en las “ideas” (preocupante es la falta de humildad de estos teóricos que pretenden analizar las relaciones internacionales sin la necesaria precaución –en términos maquiavélicos- que impone el estudio de la historia).
En segundo lugar, y derivado del punto anterior, la inconmensurabilidad en la variedad de enfoques deja en un comprometedor lugar a la disciplina para elaborar los análisis normativos de los que tendría que ser capaz. Tomemos algunas de las importantes cuestiones que siguen irresueltas en la disciplina:
¿Deberíamos ver la política entre grandes poderes como un tablero de ajedrez plano y estático o como un escenario dinámico en el que los poderes ascienden y descienden afectando la estructura de la política internacional? Para estudiar fenómenos como el ascenso de China parece obvio que se deben integrar conceptos dinámicos; pero esto está lejos de ser la norma. A su vez, ¿Se puede llegar a un concepto de equilibrio partiendo de análisis dinámicos? El balance de poder como “equilibrio” ha sido una herramienta muy beneficiosa para la política internacional; por ejemplo, ayudando a mantener un sistema plural a través de las acciones tomadas para prevenir que un estado consolide un sistema hegemónico/imperial. Sin embargo, no ha sido capaz de mantener la paz. La paradoja es que para mantener la pluralidad en el sistema la guerra puede ser la solución. Complementar la noción de equilibrio, entendiendo las fallas del balance de poder, es un camino que la disciplina debería tomar.
¿Cuál es el rol de los regímenes internacionales, si es que éstos tienen alguno? Comprender si los regímenes adquieren vida propia y así son capaces de mantener la estabilidad aún “después de la hegemonía” –como argumenta Keohane- o si estos son simples herramientas de los estados poderosos es de primera relevancia en casos como el ascenso de China. La utilidad de los regímenes puede definir macro-estrategias como la que actualmente parece ser unánimemente aceptada: el engagement de China al orden internacional.
El lugar de la política doméstica es otra área gris en la disciplina. Algunas proposiciones han cobrado un carácter casi consensual. La teoría de la paz democrática, con su impecable record empírico, ha demostrado que la ausencia de guerra entre democracias liberales es lo más parecido a una ley en las relaciones internacionales, parafraseando a Jack Levy. No obstante, no hemos avanzado en la relación entre democracias y no-democracias.
Por otra parte, si bien existen algunos estudios sobre la influencia de la política doméstica en la formulación de la política exterior, poca profundidad se ha alcanzado en los efectos que tienen los cambios estructurales en el sistema sobre la formulación de la política exterior –cosa que el neo-realismo no ha logrado ya que, partiendo de Waltz, el foco está puesto en la política internacional y no la política exterior.
Asimismo, los supuestos de racionalidad, que han sido muy útiles para el desarrollo de la disciplina, han sido llevados muy lejos. Los estudiosos de las relaciones internacionales deberían encontrar una serie de líneas rojas consensuales que marquen hasta dónde se puede aplicar racionalidad completa en la política internacional.
La pluralidad de debates que existe en el campo de la teoría política internacional es sin dudas interesante como debate académico. Sin embargo, expandir las ramas, alejándonos cada vez más del prospecto de pasar a la etapa de “ciencia normal,” no parece el camino adecuado. La principal tarea para los teóricos en los tiempos que vienen es encontrar una serie de bases consensuales que permitan empezar a formar conocimiento de manera acumulativa. Este es el único camino hacia una teoría de relaciones internacionales que tenga más que decir sobre la realidad y que sea efectiva en lo que debería ser su principal tarea: ayudar en el mantenimiento de la estabilidad, y de ser posible, la paz en el sistema internacional.
*Candidato a la Maestría en Estudios Internacionales, Universidad Torcuato di Tella, Buenos Aires, Argentina, y estudiante visitante en el School of Advanced International Studies (SAIS), Johns Hopkins University, Washington, DC.
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