La Canciller de todos los alemanes

Autores/as

  • Ernesto Messano

Resumen

Ese fue el anhelo y el proyecto que dijo tener la recientemente reelecta mandataria alemana para su próximo período luego de tomar conocimiento de su victoria. Y es que la realidad revelada por las elecciones del parlamento alemán del pasado domingo no fue sorpresa alguna, el partido de la actual Canciller Ángela Merkel (CDU y su aliado CSU) volvió a repetir como el más votado de toda Alemania. No hubo mayores sorpresas dado a que el resultado fue, tal como se pronosticaba, similar al obtenido en los comicios alemanes para el parlamento europeo, consolidándose una mayoría de los conservadores y la derecha.
            
El cambio relevante producto del nuevo escenario electoral es que el FDP de Guido Westerwelle se configuró como la tercera fuerza política y alcanzó una cantidad de escaños suficiente para formar la llamada coalición negro-amarilla (por los colores que representan al partido conservador y a los libre demócratas) desplazando al SDP del poder. Esto permite ponerle fin a la incómoda gran coalición de izquierda-derecha que estaba gobernando para dar lugar a una alianza que los conservadores deseaban abiertamente.

Se trata de dos aliados naturales que habían compartido ya el gobierno bajo la Cancillería de Helmut Kohl entre 1985 y 1998, y ahora pueden volver a formar coalición. La prioridad de ambos partidos es comenzar cuanto antes las conversaciones para la constitución de un nuevo gobierno con Westerwelle como Vicecanciller y al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores, cargo que en la tradición política alemana se le acostumbra dar al socio menor de la coalición de gobierno.

Es conveniente hacer un breve análisis del impacto que causaron los comicios en la situación política de Alemania. Lo primero a señalar es la baja votación, que fue de un 70,8%, en un país donde el voto no es obligatorio. Si se contrapone con el anterior 77,7% puede apreciarse una caída considerable. Pero además, se trata del valor más bajo desde la fundación de la República Federal ya que en 1949, la concurrencia a las urnas había sido de un 78,5% de la población. Es posible cuestionarse si efectivamente se está presenciando un proceso de creciente desinterés por la política, que puede haber sido potenciado en gran parte por falta de ideas y confrontación en la campaña, así como la criticada estrategia de Merkel para generar apatía y abstención entre los votantes opositores.

En el plano partidario, tenemos a un CDU/CSU cuya votación cae en un pequeño porcentaje respecto a las anteriores elecciones (votó en un 33,8%, cayendo 1,4 puntos porcentuales) pero aún así continua como el partido más grande y se mantiene en el gobierno como era predecible. Igualmente, el partido obtuvo la segunda votación más baja de su historia y no logra recuperarse de la caída de 1998 cuando bajó del umbral del 40% y no ha podido volver a superarlo desde entonces. También es importante señalar que el liderazgo de Merkel genera cierta reticencia en algunos dirigentes del partido, que también ven en ella una de las causas de la baja en la votación. Y es que Angie no es un miembro típico del partido, se trata de una protestante nacida en Alemania Oriental que tendrá una dura tarea en dirigir al país que intenta salir de la crisis, y además enfrentar un fuerte cuestionamiento de su liderazgo político.

Por otro lado tenemos a los grandes ganadores de esta elección, uno de ellos son los liberales del FDP. Lograron aumentar su caudal y pasar de uno a dos dígitos para transformarse en el nuevo aliado para un gobierno de centro derecha (aumentó 4,8 puntos porcentuales para colocarse en el 14,6%). Es importante también mencionar que el desempeño electoral del partido fue particularmente bueno en las regiones más prósperas del país, que son las que más contribuyen al producto bruto interno alemán; deja entrever que los ciudadanos que generan la mayor riqueza del país se cansaron y opusieron a otra gran coalición. 

El otro gran ganador es La Izquierda, que también aumenta considerablemente su apoyo y consigue una votación que confirma su éxito como partido reaccionario creciendo hasta el 11,9% (un aumento de 3,2%). El partido se benefició por la caída del SDP, recibiendo gran parte de los votos que éstos perdieron. La Izquierda es la fusión entre un sector escindido del SPD (Oskar Lafontaine, uno de los principales dirigentes de La Izquierda, supo ser el líder del SDP en otros tiempos), y el Partido del Socialismo Democrático, que es en realidad el heredero del partido comunista que gobernó en Alemania del Este.

El gran perdedor de la elección es el SDP, que además de caer en la peor votación desde la Segunda Guerra Mundial, también pierde su papel de socio menor del gobierno de Merkel. Es que el caudal electoral disminuyó en 11,2% desde la elección pasada, recibiendo apenas un 23% de los votos. Los socialdemócratas entraron en una crisis, pero no solamente a nivel local, sino también a nivel europeo, perdiendo terreno ante los conservadores. En lo que refiere a Alemania, deberán ponerse en el papel de oposición por primera vez en once años y tratar de sobreponerse a esta baja votación, que parece que le costará su cargo al presidente del partido Franz Müntefering.
Aparece también por allí Los Verdes, con un aumento del caudal de votación pero manteniéndose en el último lugar  de los grupos políticos con representación parlamentaria. Este partido de centro pero con cierta tendencia hacia la izquierda, ya ha sabido gobernar de la mano del SDP, pero dada la baja votación de los socialdemócratas difícilmente pueda repetirse en un futuro próximo. Ahora tienen la posibilidad de patear el tablero y romper con lo establecido, buscando acercarse a la nueva coalición en vez de unirse a su antiguo aliado en la oposición. Igualmente, si bien la opción esta planteada, los analistas dudan de que el partido asuma los riesgos de tomar esa orientación.

No hay que dejar pasar el hecho, de que estamos ante una caída en el caudal de los dos partidos tradicionales del país (los cristiano-demócratas y los socialdemócratas) que viene siendo tendencia desde hace años, pero que en estos comicios se ha visto acentuada. Los partidos tradicionales aglomeraban más del 90% del electorado en la década del 70 y ahora apenas logran superar el rango del 50%. Esto es importante en función de que su decrecimiento es en favor de otros partidos menores que vienen teniendo cada vez mayor presencia parlamentaria

A pesar de que se logró  la mayoría tan anhelada por el CDU/CSU y el 
FDP, no todo es color de rosa en este nuevo escenario electoral, y la conformación del nuevo gobierno no será nada fácil para los partidos. Ambos deberán negociar y ceder en muchas de sus propuestas de campaña para poder llegar a un acuerdo, lo que hace pensar que no tendrán lugar reformas radicales en Alemania. Los resultados preliminares arrojan que la coalición tendrá 332 escaños en un parlamento de 622. La mayoría se logró producto del complicado sistema electoral alemán, por el cuál se efectúan dos votos, el primero por un candidato, y el segundo por un partido. Los partidos que tienen un desempeño destacado en el voto al candidato terminan por recibir más escaños que los que recibirían de acuerdo a la proporcionalidad de votos al partido. En este caso, el único en recibir estos escaños fue el CDU/CSU con un total de 24 escaños adicionales.
            
Uno de las medidas que se supone que ambos acordarán será la prolongación en el período de cierre de las plantas nucleares propuesta para el año 2020. También hay una coincidencia en el tema tributario, ambos propusieron en la campaña un recorte de impuestos, aunque la idea del FDP es una reforma un tanto radical, y deberá hacer algunas concesiones. Inevitablemente los liberales buscarán la aprobación de políticas pro empresariales como la relajación de algunas normas de derecho laboral, aunque se prevé una fuerte resistencia por el ala más de izquierda de los conservadores. Es muy importante evaluar como se armonizarán las visiones en materia de relaciones exteriores de los cristiano-demócratas con la postura de Westerwelle, que dirigirá el ministerio en la materia. Es de suponer que el nuevo gobierno se orientará a proponer un calendario de retiro de las tropas en Afganistán, en una guerra ampliamente desaprobada por la opinión pública alemana. Vale mencionar también que el partido de la Canciller se opone a un ingreso de Turquía a la Unión Europea.

Resta por ver el éxito en las negociaciones políticas entre esta nueva mayoría alemana, y si en la próxima reunión del Consejo Europeo en Bruselas el 29 de octubre, Merkel ya estará acompañada de Westerwelle como nuevo Ministro de Relaciones Exteriores. Esto demuestra que Alemania es verdaderamente un país liberal que pasará a estar dirigido por una mujer y un homosexual, dos minorías históricamente oprimidas que encabezarán un gobierno que, no hace mucho tiempo atrás, era inconcebible.



*Estudiante de la Licentura en Estudios Internacionales. 
Facultad de Administración y Ciencias Sociales. 
Universidad ORT-Uruguay.

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Publicado

2009-10-01

Número

Sección

Política internacional