Reflexión

Autores/as

  • Adriana Aguirre

Resumen

En prestigiosos foros internacionales, en reuniones de amigos y almuerzos familiares las nuevas tecnologías han captado en los últimos años buena parte del tiempo de debate.

Partidarios y detractores hablan sobre flamantes modelos de teléfonos celulares, sobre computadoras portátiles que pueden hacer (o deshacer) lo que sea, comentarios todos ellos orientados de una forma u otra a las indiscutibles repercusiones que estos hallazgos fascinantes tienen en la sociedad.

Las denominadas nuevas formas de narrativa son un ejemplo de las transformaciones sucedidas como consecuencia de la invención de estos adminículos que caben en un bolsillo.

Frente a lo que puede verse como un presente-futuro catastrófico digno de viejas películas de ciencia ficción ---–donde una persona puede ser potencialmente ubicada en cualquier parte del planeta las 24 horas los 365 días del año, donde los niños pueden enfermarse por recibir en sus oídos las "emanaciones" de aparatos maléficos– otras modalidades narrativas surgen como la otra cara de este lado oscuro, como un bálsamo capaz de aportar sensaciones reconfortantes y aun placeres hasta ahora inexplorados.

En Uruguay, Ancel organizó el concurso "T Cuento Q", cuentos cortos escritos por mensaje de texto, con un máximo de 160 caracteres (contando los espacios entre las palabras). En su convocatoria, la telefónica estatal citaba ejemplos de este género. "Al dormir, me doy vueltas en la cama para que el sueño me dore parejo.", de César Fernández Moreno. "Salió por la puerta y de mi vida, llevándose con ella mi amor y su larga cabellera negra", de Guillermo Cabrera Infante.
Los relatos de Augusto Monterroso, célebres por su brevedad, son la Biblia comparados con esta literatura fugaz de principios del siglo XXI que sin embargo existe desde siempre; pueden recordarse muestras maravillosas de antiguos escritores de Oriente.

Algo menos de treinta palabras equivalen a esos 160 caracteres. Se abrevian palabras, se eliminan otras, se fusionan sonidos, todo hace pensar en una reducción, en una condensación. Se limita la extensión. Este tipo de consigna da lugar a relatos sintéticos donde cada palabra, cada letra y cada punto cuentan.

La dinámica de la web 2.0, donde el internauta ya no sólo consume contenidos sino que los produce, va bien con una narrativa que reverencia menos al “Escritor” con mayúscula. Esa narrativa se siente absolutamente capaz no sólo de crear textos sino de difundirlos, sin falsa modestia y sin límites en cuanto al soporte, al lugar geográfico de procedencia y a la identidad del autor.

Como un giro inesperado a la multiplicación de estos “nano relatos” (uno de los términos acuñados), con un perfil casi malévolo, como una especie de revancha a la limitante en la cantidad de palabras, se escriben en Japón novelas en teléfonos celulares. Se cita el caso de Koizora, una historia romántica escrita por una nipona joven que no ha revelado su nombre y es de suponer que hasta el boom de Koizora no era ninguna celebridad en el mundo de las letras. Cielo de amor, así se traduce el título. 25 millones de personas han leído en pantalla Koizora. 

Muchas de las novelas de origen celular, por así llamarlas, han pasado a la celulosa, al papel. Y sin embargo, en este punto preciso, esto no es lo medular desde el momento en que cientos de miles de hombres y mujeres leen novelas en las pantallas de sus móviles. Tampoco importa en el tema que nos ocupa el eventual traslado al cine y/o a la televisión de este tipo de producciones.
Como es de esperar, mucho se cuestiona el nivel de escritura de las "keitai soshetsu", de estas novelas a través del móvil, salpicadas de emoticons y aparentemente muy edulcoradas. 

Pero así como los relatos de una sola frase no son nuevos, tampoco son novedad las novelas rosa. Lo que cambia en este último caso es el soporte, lo distinto es Corin Tellado en formato sms.
Parecer ser que en la historia reciente, donde nuevos aparatos conectan a amigos y familiares, a la vez que se propagan con la impunidad de un virus, las nuevas (o viejas en definitiva) formas de narrativa se enfrentan a los desafíos de siempre. La extensión y el soporte son independientes de la calidad. Con un blackberry en el metro de París o en un banco de plaza de Montevideo el asunto es leer. O escribir.

* Periodistas, narradora
Licenciada en Comunicación por la UCUDAL,
Estudios de postgrado en Traducción Literaria por la Universidad de la República

 

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Publicado

2009-07-02

Número

Sección

Culturales