Relaciones América Latina y EEUU: ¿Una nueva era?
Resumen
Fluctuaciones importantes ha registrado la historia de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina. Hermanados por el coloniaje, por la lucha independentista y por la democracia liberal, las incipientes vinculaciones, ya como naciones nacidas a la vida independiente, se caracterizarían por el acercamiento, la estrechez y la mutua defensa. Sin embargo, esas primeras buenas disposiciones, experimentarían un acentuado distanciamiento en los inicios del siglo XX, de la mano de la polémica política del “big stick” (gran garrote) llevada adelante por el presidente republicano Theodore Roosevelt. A través de ella, pretendía consolidar a los Estados Unidos como el gendarme americano a fin de instaurar el orden y la seguridad americana. Postura que llevaría a los Estados Unidos a participar, en varias oportunidades, de intervenciones en gobiernos principalmente centroamericanos (como en Panamá en 1903, República Dominicana y Cuba en 1915, etc.). Discurso diametralmente opuesto adoptaría Franklin D. Roosevelt quien propugnaría, por la década de los treinta, la “buena vecindad” inter-americana; buena vecindad que no impediría el apoyo tácito a varios dictadores centroamericanos (Leónidas Trujillo en República Dominicana, Maximiliano Martínez en el Salvador, François Duvalier en Haití y Somoza García en Nicaragua). Ya en plena Guerra Fría, y en medio de la crisis de los misiles de Cuba, Kennedy trazaría una breve “Alianza para el Progreso” con el manifiesto objetivo de fortalecer la economía de estos lares. Episodio aparte merecen las relaciones a partir de los 70’ que, enmarcadas en la lucha contra el comunismo y contra la influencia de la Unión Soviética en la región, tendrán una tónica de fuerte tensión; sufriendo un fuerte y pronunciado desgaste.
Ya en el siglo XXI, no faltan quienes aseguran que la administración de George W. Bush desatendió las relaciones con Latinoamérica, sobre todo, luego del 11 de setiembre cuando los temas de la agenda exterior de los Estados Unidos tomaron nuevas prioridades: la lucha contra el terrorismo y la búsqueda de la seguridad nacional. Claro que esta situación fue negada rotundamente por la gestión Bush y, en especial, por la Secretaria de Estado, Condoleezza Rice, quien no se cansó de repetir hasta el cansancio que América Latina seguía ocupando un lugar central en los intereses de los Estados Unidos. Si bien nadie puede negar que la atención estadounidense fue efectivamente captada por el terrorismo, y sus subsiguientes derivaciones -la guerra de Afganistán y de Irak-, lo cierto es que hubo, para bien o para mal, un apreciable dinamismo en la reciprocidad de las relaciones durante la era Bush.
En materia económica, la administración se acercaría al continente a través de propuestas puntuales, como fueron los TLC ofrecidos y firmados con varios países (Chile, Perú, Colombia y varios países centroamericanos). En el campo político, sin embargo, fue notorio el deterioro de las relaciones desde los últimos años hasta acá. La creciente impopularidad del primer mandatario estadounidense permitió la legitimación y consolidación política de varios enclaves neopopulistas, cuyos discursos se articularon grandemente entorno a críticas y denuncias de la actitud paternalista e interventora de los Estados Unidos. A la propuesta del ALCA se le opuso, aunque sin mayor apuntalamiento político, la respuesta “bolivariana” del ALBA cuya influencia Bush tratase de contrarrestar y amainar con varias de sus visitas oficiales al continente y con las propuestas de TLC ya mencionadas.
La disminución del influjo estadounidense en nuestro continente fue propiciada por una doble vertiente: ya sea la reticencia de algunos países latinoamericanos de entablar diálogo con los Estados Unidos o por varias inhabilidades de Bush en el manejo de las relaciones (no hace falta señalar lo desatinado y controversial que resulta, en un mundo que se está globalizando, la construcción de un muro que refuerce la frontera con México).
En medio de este panorama asumió la nueva administración demócrata con Barack Obama a la cabeza. La figura de Obama despierta, en varios ámbitos, esperanza y renovación, ya sea porque aparece como “el salvador” en medio de una tormenta económico–financiera o bien porque representa un cambio de rumbo rotundo con respecto a la política y filosofía de su antecesor . En América Latina no es la excepción, y Obama aquí también genera, no sin cierto escepticismo, un entusiasmo optimista. Optimismo que se ha visto reforzado en los últimos meses tanto por varios gestos simbólicos puntuales, como pueden ser los nombramientos de hispanos en instituciones importantes de los Estados Unidos (el caso de María Otero, designada Subsecretaria de Asuntos Internacionales del Departamento de Estado, Ignacia Moreno, fiscal general adjunta de la División Ambiental y de Recursos Naturales del Departamento de Justicia, Sonia Sotomayor, juez federal del Segundo Circuito de Cortes de Apelaciones de Estados Unidos) o señales políticas explícitas.
Insistiendo en que su gobierno es distinto al de la era Bush, Obama ha vaticinado el inicio de una nueva relación EEUU- Latinoamérica y se ha mostrado dispuesto a escuchar a todos los países latinoamericanos y a resolver los conflictos históricos (entre los que se destacan el acercamiento con Cuba) y recientes (sobre todo, Bolivia y Venezuela). Retórica que Obama hizo patente en la V Cumbre de las Américas, realizada en Trinidad y Tobago, cuya carismática elocución, que puso el acento en la igualdad de los países, en el trabajo conjunto y en el olvido de las rispideces históricas, fue ovacionada por la mayoría de los mandatarios latinoamericanos. No cabe duda que el mayor desafío que deberá enfrentar Obama en la región es en Cuba. Conociendo esto, el gobierno norteamericano hizo mea culpa y, reconociendo el fracaso de la política del embargo al país caribeño, dejó la puerta abierta al diálogo, algo que fue bien recepcionado por Raúl Castro, quien se mostró dispuesto a transar en temas que históricamente La Habana se negaba a negociar con Washington, como los derechos humanos o la reforma democrática.
Habrá que atender a los cambios que potencialmente se pueden suscitar en la región si efectivamente se concreta el deseado acercamiento Latinoamérica- EEUU. Por una lado será interesante ver cómo se las va arreglar Chávez si su principal enemigo, al cual recurrió para sumar las simpatías del pueblo venezolano, deja de serlo. Otro factor importante a atender a cómo se van comportar Irán y, principalmente, Rusia frente a un posible “reencuentro” americano; países ambos que últimamente han estado coqueteando con los regímenes neopopulistas del continente y cuya mutua afinidad política se ha sustentado básicamente en un solo pilar (amén de intereses económicos secundarios): la enemistad hacia los Estados Unidos. Tema aparte es China, cuyo profuso acercamiento al continente se ha dado más por intereses económicos que por políticos.
Dejando el plano de lo especulativo, hay un conjunto de elementos básicos y vínculos reales que serán seguramente los que marcarán una agenda norteamericana en el continente ente los que se destacan el narcotráfico, la migración, las remesas, los problemas energéticos y el futuro de la OEA. Es probable que el gobierno de la potencia norteña habrá de encarar las relaciones optando por el bilateralismo, e indudablemente priorizará a las potencias regionales como México, y sobre todo, Brasil (con el cual Obama ha expresado una enorme simpatía y se ha concretado una buena reciprocidad).
Igualmente parece difícil que, atendiendo a las serias dificultades que Estados Unidos afronta por estos momentos, Latinoamérica pueda prontamente alcanzar un lugar prioritario en su itinerario. La situación de crisis económica y la guerra en el Medio Oriente no parecen ser problemas a resolver rápidamente.
Pese a las dificultades, es bueno ver cómo asistimos a verdaderos intentos de recuperación de un relacionamiento que históricamente ha sido intrincado, ambiguo y, a veces, errático pero claramente ineludible.
* Estudiante de la Licenciatura en Estudios Internacionales.
Depto de Estudios Internacionales.
FACS - ORT Uruguay.
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