En Panamá se objetó la tendencia política de la región
Resumen
Dentro de todo lo que alguna vez se pudo leer años atrás, hay detalles que definitivamente permanecerán en nuestras mentes durante mucho tiempo. Precisamente hoy estaba recordando una de esas enseñanzas de los clásicos de la ciencia política. Nicolás de Machiavelo nos enseñó desde el siglo XVI que los hombres son volubles y que su naturaleza, si bien tiene unas características definidas, le muestra poco previsible ante su predilección por uno u otro príncipe. Algo que traído a nuestro tiempo, simplemente indica que unas elecciones, independientemente de las tendencias, sólo se ganan después del escrutinio final.
Ese párrafo introductorio puede ser útil simplemente para señalar que no es cierto que los partidos de izquierda tengan asegurado su triunfo en América Latina. Desde algunos meses atrás ya se había evidenciado que las elecciones en el país del Canal estaban claramente inclinadas hacia la derecha y que, seguramente, Ricardo Martinelli obtendría la victoria sin muchos contratiempos. La gran pregunta es: ¿qué pasó? Otras más serían, ¿acaso no hablábamos de una corriente de izquierda totalmente arraigada en la región latinoamericana? ¿No era, pues casi imbatible el pensamiento de izquierda en los estados latinoamericanos?
Habrá respuestas desde toda perspectiva posible. Sin embargo, tendrá que clarificarse también que durante el mandato de Torrijos en Panamá, éste no logró reducir los índices de pobreza lo suficiente para que se siguiera viendo en su partido una clara opción política que acercara el país al desarrollo. Hoy la pobreza en Panamá está por el orden del 29%. Además, el país sigue teniendo un 12% de personas en el nivel extremo de la misma, asunto que inquieta cuando se posee una población total de apenas 3’250.000 habitantes y cuando se tienen los altos ingresos que arrojan dos sectores tales como el turismo y el tráfico a través del Canal. Tomar las riendas del gobierno desde el Partido Democrático Revolucionario, miembro de la Internacional Socialista, no fue la solución para el alto grado de inequidad y la negada obtención de autonomía (llámese desarrollo si se quiere) para el total de la población panameña. Fueron cinco años los que transcurrieron anhelando resultados más efectivos en materia social y si bien, hay resultados positivos para mostrar –asunto innegable-, la población panameña ha reflejado su descontento hacia la izquierda y le entregó de nuevo el poder a un candidato considerado derechista.
Lo anterior nos lleva a preguntarnos si efectivamente la idea de pensarse desde una tendencia política marcada (izquierda o derecha) es lo realmente apropiado para sacar del estado de retraso en materia de desarrollo a la región. Sin duda, la respuesta es no, un NO categórico. Ahora los panameños acaban de dar un paso al costado en lo referido con las tendencias socialistas ofrecidas desde diferentes centros de poder latinoamericano. Le han dicho a Balbina Herrera que a pesar de pensarse socialista progresista, alineada con las propuestas dictadas por Da Silva, Vázquez y Bachelet (entre otros), su sentir los lleva a pensar, desde la corrección del desajuste neoliberal del momento, en -otra- una nueva búsqueda de opciones hacia el progreso. Pero, ¿se estará equivocando el pueblo con su elección? ¿Será cierto, tal como Atilio Borón ha insistido, que el neoliberalismo agoniza sin remedio? Tampoco lo creo. Lo que cada uno de nosotros debe advertir es que los modelos, como tales, eso son. Sin embargo las realidades son extremadamente complejas.
Izquierda, derecha, socialismo, neoliberalismo, todo eso no es más que una manera de complejizar la política doméstica e internacional. Los contextos todos, facilitan o dificultan la consecución de objetivos, sean estos de izquierda o derecha, llámense asistencialistas o laissefaristas. Lo cierto es que lo que está en el centro de la reflexión ahora es la seguridad del individuo, la satisfacción de sus necesidades elementales, el logro de las metas más triviales nunca visto, eso es lo que no se puede dejar pasar, y en ello ni socialismo ni liberalismo podrían jactarse de tener los resultados más deseados.
Por tal razón Panamá objetó la tendencia, porque arribamos al momento en el cual la incertidumbre se incrementa y los modelos tradicionales poco han podido lograr en la búsqueda de la felicidad del pueblo que, sin duda, es la razón por la cual se entrega el poder a un gobernante en la actual modernidad tardía.
Toda Panamá, desde sus más importante provincias hasta sus pequeñas comarcas indígenas, espera el primero de julio para dar la bienvenida a Ricardo Martinelli, quién se hospedará en la Casa Amarilla durante los próximos cinco años. En Martinelli, Panamá ha visto la perseverancia de quien desea lograr grandes sueños, la disciplina de quien se los ha trazado para efectivamente alcanzarlos y la capacidad de un maestro de la administración que, indudablemente, posee el bagaje para hablar del tema. No obstante, nada de eso garantiza su éxito en el gobierno si éste se olvida de entregar la felicidad a los panameños a través de empleo, equidad y riqueza, incluso en tiempos de crisis.
El autor es profesor de Relaciones Internacionales Latinoamericanas en la Universidad EAFIT de Medellín, Colombia. 2009
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