El Imperio Contraataca
Resumen
Las pistas vienen desde hace años. En el 2000, el gobierno de Vladimir Putin ordenó que una adaptación del viejo himno nacional soviético sustituyese al himno que Rusia se había dado tras su separación de la Unión Soviética. En 2005, Putin afirmó que la caída de la URSS fue “la mayor tragedia del siglo”. El año pasado, Rusia anunció que renunciaría al Tratado sobre las Fuerzas Convencionales en Europa, que regula el despliegue, cantidad y uso de fuerzas armadas convencionales –es decir, no nucleares- en Europa.
Esos y otros atisbos de la verdadera cara de la clase política rusa pasaron casi desapercibidos en su momento. Sin embargo, al considerar su acumulación queda un poco más claro por qué Rusia se comporta como lo hace ahora.
Esta misma semana, el General Anatoly Nogovitsyn –alto mando de las Fuerzas Armadas rusas- dijo lo siguiente: “Polonia, al desplegar el sistema, se está exponiendo 100% a un ataque (…) La doctrina militar rusa autoriza el uso de armas nucleares contra los aliados de países que tengan armas nucleares, si ayudan a estos de alguna manera”. Valen dos aclaraciones. En primer lugar, el “sistema” es el tándem de componentes militares de un sistema antimisiles que Estados Unidos está instalando en Polonia y la República Checa. En segundo lugar, que esto constituye nada más ni menos que una amenaza de ataque nuclear, en pleno tiempo de paz, a un país libre y que de ninguna manera provocó a Rusia. Amenazar con un ataque nuclear unilateral a un país que no tiene armas nucleares ha sido una suerte de tabú desde las épocas más oscuras de la Guerra Fría, incluso para los regímenes más grotescos de ese período.
También esta semana, Rusia amenazó a Polonia de la siguiente manera: “En este caso, Rusia se verá forzada a reaccionar, no sólo a través de canales diplomáticos”. Esta nueva amenaza sugiere, además de un ataque nuclear o convencional, el uso de la subversión y la desestabilización –como ya ha hecho Rusia en Estonia el año pasado. También sugiere la posibilidad de asesinatos brutales, como han experimentado muchos enemigos del régimen ruso, en particular Aleksandr Litvinenko. Este último fue envenenado en Londres con una cantidad mortal del mineral radioactivo polonio-210, que le mató en tres semanas tras una agonía terrible.
¿En qué está pensando Rusia? Su nuevo frenesí imperial va superando cada vez más etapas: reivindicación de la Unión Soviética, supresión de la oposición interna, asesinatos en el exterior, tensiones con la OTAN, invasión de Georgia y ahora amenazas de este tipo. ¿Pretende ese país realmente confrontarse con el mundo libre? Antes de responder a esa pregunta, es necesario despejar algunos mitos.
En primer lugar, lo que ocurrió en Rusia en los últimos veinte años no es culpa de Occidente. El caos de principios de los 1990s, en el que muchas empresas estatales y otras estructuras colectivistas se privatizaron de forma corrupta, no fue culpa de esos países, sino del propio sistema comunista que había arrasado con el país. La degradación de las Fuerzas Armadas y la sociedad rusa en general responden, además de a la herencia comunista, a la ineficiencia de la economía rusa, que aún hoy es más pequeña que la de Brasil. Si Rusia se siente “humillada” es por sus propias fallas y no por acciones de terceros. Este mito está muy difundido en el país, y se usa también como propaganda hacia el exterior para excusar sus acciones ahora.
En segundo lugar, Rusia no tiene derecho a tener “intereses” o “esferas de influencia” que involucren decidir cómo transcurrirá la vida de sus vecinos. El hecho de que autoproclame semejante noción no es más que eso: una pretensión arrogante. Muchos occidentales caen en el error de pensar que “históricamente” Rusia ha tenido la necesidad de “protegerse” estableciendo zonas de influencia más allá de sus fronteras. Claro que nadie preguntó a esos países vecinos qué opinaban de semejante doctrina, que por cierto no se le reconoce a ningún otro país del mundo. Lo que se demuestra “históricamente” es un largo prontuario de invasión, ocupación y hasta colonización de sus vecinos.
Por último, no es cierto que los países occidentales hayan descuidado sus relaciones con Rusia, como también se suele afirmar. De hecho, el inverso exacto es la realidad. Colectivamente es Europa Occidental quien más se ha preocupado por acercarse a Rusia por los canales equivocados. Por ejemplo, en la víspera de la invasión de Iraq en 2002-2003, Jacques Chirac y Gerhard Schröder se aliaron con Vladimir Putin para formar un frente antiestadounidense. Posteriormente, Schröder consiguió un empleo en Gazprom, la empresa estatal rusa que monopoliza la extracción de gas natural.
Sin embargo, personalmente es George Walker Bush quien cometió el error más grave respecto a Rusia, al decir en 2001 que vio algo bueno en el alma de Putin al mirarlo a los ojos. Durante toda su presidencia, Bush y su equipo han hecho un esfuerzo importante por cultivar a Putin y compañía, con los resultados nefastos que ahora se conocen.
Resumiendo: Rusia no es víctima de ninguna agresión. Fue cultivada cuidadosamente por el mundo occidental, que la invitó al G7, a la OMC e incluso a integrarse con la OTAN. Sus productos energéticos, desarrollados primero por empresas occidentales que luego fueron expulsadas del país, son muy bien pagos por los países de Europa. Incluso ante actitudes vergonzosas de Rusia que han sido cubiertas en otros artículos, como su venta de armas y apoyo a regímenes como el de Hugo Chávez, Bashar Assad, Mahmoud Ahmadinejad y otros, las democracias occidentales han demostrado paciencia.
Por lo tanto, esto no se trata de una “revancha” por actitudes de esta década o la pasada. Si hay una ideología o una gran estrategia detrás de todos estos movimientos rusos es más bien en revancha por su derrota total en la Guerra Fría. Después de todo, la mayoría de los integrantes del régimen de Putin, incluido él mismo, son siloviki – ex agentes del KGB, GRU y otros servicios militares y de inteligencia.
Si realmente hay un plan imperial a largo plazo de parte de Rusia, entonces las próximas víctimas (Polonia, Estonia y quizá Ucrania) deben prepararse y reforzar sus alianzas militares, como lo están haciendo. Si no existe un plan que abarque tanto y esto se trata solamente de espasmos de violencia de un régimen fuera de control, entonces las democracias deberán formar un frente unido para primero contener a Rusia y, posteriormente, desmantelar el régimen que la gobierna. Ya lo hicieron una vez.
* Lic. en Estudios Internacionales.
FACS. ORT- Uruguay
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