LAS TRIBULACIONES DE LA DERECHA FRANCESA

Autores/as

  • Germán Clulow

Resumen

Nunca es fácil ser el heredero, y menos aún en la historia de Francia. Desde la época de Clovis I, primer rey franco de renombre, el asunto de la sucesión se ha tornado en algo así como un rompecabezas en la política francesa. A la muerte del cacique Franco en 511, el reino se dividió en partes iguales entre sus cuatro hijos y 47 años debieron pasar para que uno de ellos, Clotaire, reunificara el reino en lo que grosso modo son hoy en día las fronteras de Francia. Otro gran rey, Charlemagne, fiel a la costumbre germánica, previó en 806 el reparto de su granimperio en tres partes, una para cada una de sus hijos. Finalmente uno solo de ellos, Louis I, sucederá a su padre. El imperio carolingio será finalmente dividido en 843en tres partes entre los nietos de Charlemagne. “Francia” perderá irremediablemente lo que es hoy el norte y centro de Italia, así como la parte oriental del reino, que devendrá el Sacro Imperio Romano Germánico. Philippe IV“El Hermoso”, otro ilustre en el panteón real, tuvo es cierto insigne descendencia pero, si hay que creerle a Maurice Druon y sus “Reyes Malditos”, esos reales muchachos acumularon más penas que glorias. Tres de sus hijos gobernarán sucesivamente y morirán todos sin herederos varones (poniendo fin a la dinastía de los Capetos), generando lo que se denominó como la crisis de sucesión, “reflotando” a la pasada la ley sálica para impedir el reinado de Isabel, hija de Philippe IV y hermana de los tres anteriores. Al haberse casado ésta con Edward II Plantagenet y al darle un heredero, Edward III, quien, como buen inglés (y mejor estadista) no reconocía ese embrollo de la dominación masculina, se dio inicioa un pequeño conflicto sucesorio entre las coronas inglesa y francesa, desembocando en la tristemente célebre Guerra de los 100 años (116 años para los que aprecian el rigor histórico).

No es necesario sin embargo remontar las crónicas históricas para deslumbrarse y apasionarse por los dramas sucesorios.La política francesa del último sigloha tenido ciertamente su lote de grandes hombres, estadistas de renombre y líderes carismáticos que han, en contrapartida, dificultado grandemente la emergencia y consolidación de “herederos políticos” capaces de brillar con luz propia. Talvez debamos encontrar en la distribución aleatoria de los talentos humanos, combinada a un parcoursindividual que forja un carácter de excepción, la razón que explique la unicidad de los grandes hombres. O quizás simplemente detrás de todo gran hombre hay un gran publicista (anteriormente conocido como biógrafo). Sea como sea, huelga decir que la Francia de la V República, para acotarnos en el tiempo (1958 en adelante), ha tenido grandes líderes…y de los otros. Pompidou y Giscard d´Estaing, presidentes de valía ciertamente, palidecen frente a la imagen mítica, y casi mística, del General de Gaulle. ¿Y qué decir de los socialistas? Prácticamente 20 años para descubrir al digno heredero, y hasta ahora único, de François Mitterand, para encontrarse finalmente con un Jefe de Estado que debe en parte su presidencia a la libido incontrolable, incorregible e imperdonable del ex director del FMI y, dirán las malas lenguas, a unadieta draconiana que lo hizo pasar de “bonachón simpático” a figura austera y firme, capaz de enderezar el barco en tiempos tormentosos. Indudablemente que el más que cuestionable balance de la presidencia Sarkozy explica igualmente el triunfo socialista y el ascenso de François Hollande, figura conciliadora pero indudablemente falta de carisma, a la cúspide del poder.

Pero la cuestión que nos ocupa hoy se encuentra en tiendas contrarias a las socialistas, a saber en ese conjunto heteróclito de fuerzas y agrupaciones vivaces y un tanto rebeldes de la derecha, en particular desde la “reclusión” autoimpuesta del último gran caudillo de la derecha republicana, Nicolas Sarkozy. No afirmo aquí, ni mucho menos, que Sarkozy esté destinado a ingresar al panteón de los grandes presidentes franceses. Sin embargo, su presidencia y su carrera política han estado marcadas por ciertos rasgos propios de los estadistas de renombre: un culto exacerbado a la persona y un placer no disimulado por la auto-idolatría, una cierta tendencia a la megalomanía y, en tanto que Presidente, un deseo de realzar la imagen francesa y reposicionar a la nación como un actor relevante en la escena internacional. Es innegable que la vida política francesa, y la de la derecha en particular pasó, no sin sobresaltos, de los mansos años Chirac a la actitudvoluntarista y casi frenética de Sarkozy.

Tras su derrota en 2012 Sarkozy decidió alejarse de la escena política, provocando considerablesmovimientos de rebalanceo entre las fuerzas de la derecha, donde todos buscaron posicionarse y afirmarse en ese nuevo escenario de poder acéfalo. Sin embargo, el ganador de esa contienda no emergió dentro del sarkozismo ni desde sus aliados próximos sino, inesperadamente(o quizás no tanto), desde una fuerza política opuesta al sarkozismo: la extrema derecha, en la persona de Marine Le Pen y el Front National(FN). Pero vamos por partes.

Recordemos que ya en la campaña presidencial del 2007 el FN había acusado al sarkozismo de recuperar una parte importante de su electorado, asegurándose así una fácil victoria frente a la candidata socialista SégolèneRoyal. El discurso de Sarkozy habría, según sus detractores, apelado a la fibra íntima de los votantes de derecha más conservadores, lo que explicaría igualmente el mal resultado del FN en dichas elecciones: 10,7%, cuando tanto en 2002 como en 2012 rondó el 17%. Desde entonces, la estrategia del ex-presidente y de toda la derecha republicana (entiéndase como toda la derecha con exclusión delFN) había sido de rechazar cualquier tipo de alianza con y desmarcarse claramente del Front National. Así fue durante el quinquenio Sarkozy y esa fue siempre la consigna electoral tanto en las elecciones presidenciales como en las diferentes elecciones cantonales o municipales. La línea del partido fue la de no dar consignas de voto en caso de contienda entre un candidato del PS y uno del Front National, la llamada “línea Ni-Ni”, ni PS ni FN. Conviene recordar que al utilizar Francia principalmente un modo de escrutinio mayoritario, la constitución de alianzas es a menudo una condición obligatoria para obtener la o las bancas disponibles.Este sistema mayoritario ha impedido que un partido menor, y claramente antisistema como el Front National, cuente con la representación que sí tendría en un sistema proporcional. La dificultad de concertar alianzas políticas con otras fuerzasde la derecha claramente limita el impacto del Front National en los diferentes ámbitos ejecutivos y legislativos.

Dentro de las fuerzas “tradicionales” de la derecha, la sucesión de Sarkozy como jefe del principal partido de derecha (UMP) se dirimió entre dos de sus más cercanos allegados: François Fillon, ex primer ministro durante todo el quinquenio (en muchos aspectos claramente opuesto y en ruptura con Sarkozy) y Jean François Copé, un intimo del círculo sarkozista. En noviembre de 2012 la lucha entre estos dos hombres por la presidencia del UMP terminó en escándalo, con un resultado incierto durante varios días, acusaciones de fraude y de recursos y contra-recursos judiciales. Finalmente, una semana más tarde, Copé fue declarado vencedor con el 50,28% de los votos. François Fillon, en una maniobra de presión, llegó a crear un grupo disidente del UMP, Rassemblement-UMP, en la Asamblea Nacional (este grupo dejó de existir en enero de 2013). Mientras tanto, Sarkozy, más preocupado por sus asuntos judiciales relacionados al financiamientoilícito de su campaña, permanecía estoicamente silencioso ante la lucha que desgarraba su partido.

¿Porqué todo esto resulta hoy de actualidad? Simplemente porque hace poco más de dos semanas, el 11 de junio, François Fillon provocó un pequeño seísmo político al echar por tierra la línea histórica de su partido y entrever, si bien tímidamente, la posibilidad de futuras alianzas con el FN. En efecto, el ex primer ministro habría llamado a elegir entre dos sectarismos, uno de izquierda (PS) y uno de derecha (FN), dando a entender que un acercamiento a la derecha radical no resulta inimaginable. Estaafirmación provocó vivas críticas por parte de reconocidas figuras de la derecha republicana. El fondo del asunto es aquí doble.

En primer lugar, ese comentario demuestra un cambio de postura en un aspecto que la derecha (y también la izquierda) ha tardado en comprender, a saber que la estigmatización permanente de los votantes del FN ha perjudicado más que beneficiado a la derecha tradicional. Cualquiera que haya seguido la política francesa en las últimas dos décadas ha podido constatar el dudoso juego ético que consistió en intentar deslegitimizar al Front National y a sus dirigentes, al mismo tiempo que los partidos de la derecha tradicional intentaban recuperar sus electores (lo no ético no es el intento de deslegitimizar al FN, sino el coqueteo con votantes que son vilipendiados, no directamente pero si indirectamente a través de la descalificación de sus líderes, y todo a fines electorales). Nunca fue tan evidente este fenómeno como durante la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2012. El cambio de posición y de discurso hacia los electores FN por parte de Sarkozy, pero en cierta medida también de Hollande, fue radical y hasta por momentos embarazoso. Esto demuestra la clara incomprensión de la clase política francesa (también suiza, griega, italiana, belga, etc.), sobre un fenómeno altamente preocupante como es el de la radicalización política de la sociedad. Fenómeno que ameritaría una reflexión y discusión mucho más seria y que desgraciadamente sólo reemerge en época de contiendas electorales.

Al entreabrir la puerta a una posible alianza, la estrategia (si acaso lo es) de Fillon es por un lado desmarcarse de sus competidores e intentar reencauzar a los votantes tradicionales frustrados que han emigrado hacia los extremos del continuum izquierda-derecha, y por otro lado (aunque esta es probablemente más una conjetura de este autor que otra cosa), al incorporar al FN al debate, limarlesus principales armas políticas, a saber su radicalismo, su crítica vituperante al conjunto de la clase política y su “aura” de partido anti-compromiso, debilitándolo en consecuencia a los ojos de su electorado.

La segunda cuestión, más importante a futuro, es que efectivamente la sucesión, o la lucha por la investidura presidencial de 2017 está mas abierta que nunca, sobre todo si consideramos que Hollande, y la izquierda en general, enfrentan un panorama electoral bastante negativo. La postura tradicional de Fillon, más próxima al centro político que a la derecha fuerte no pagó dividendos, como lo demostró su fracaso en la lucha por la presidencia del UMP.Esto explicaría en parte su giro político.

Es indudable que el conjunto de la derecha francesa se ha radicalizado en la última década. En este sentido, el Front National ha actuado como una fuerza centrífuga, alejando a la derecha tradicional del centro político. La otra razón que explicaría este cambio político es que, como era de esperar, el exilio autoimpuesto de Nicolás Sarkozy parece llegar a su fin y esto preocupa tanto a contrarios socialistas como a ex aliados ahora tornados rivales políticos. El ex presidente ha confirmado efectivamente que su retorno a la arena política es una realidad futura. En hábil estratega decidirá seguramente su retorno en el momento que maximice su impacto sobre rivales y “amigos”. La clara incapacidad del UMP, y de la derecha en general para encontrar un liderazgo fuerte y una figura retórica capaz de contrarrestar el juego del FN, ha hecho que la candidatura de Sarkozy en 2017 sea prácticamente una necesidad. Al fin y al cabo, no hay mejor heredero de sí mismo que….uno mismo.
 

Germán Clulow - Universidad ORT-Uruguay

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Publicado

2013-09-26

Número

Sección

Política internacional