EL DEBATE SOBRE LA INSERCIÓN INTERNACIONAL DEL PAÍS: ¿Mucho ruido y pocas nueces? - Parte II

Autores/as

  • Germán Clulow

Resumen

En un anterior artículo repasaba las aparentes opciones de inserción internacional del país, a través del MERCOSUR y por fuera del mismo. En este artículo, por tanto, pretendo entrar en detalle en algunas de ellas y analizar lo que ofrecen a un país como Uruguay.

Como punto de partida parece inevitable que, al analizar las opciones de inserción del Uruguay, debamos referirnos a la dicotomía teórica: MERCOSUR si/ MERCOSUR no. Digo teórica (y podría agregar filosófica) porque resulta algo fantasioso imaginarse que cualquier gobierno uruguayo (independientemente de su corte ideológico) tome en algún momento de nuestro futuro la decisión de abandonar el MERCOSUR.

El MERCOSUR es una realidad desde hace más de 20 años. ¿Qué beneficios podrían derivarse de abandonar un ejercicio con la historia de este proceso de integración?, ¿Cómo mantendría Uruguay los beneficios que el MERCOSUR ha aportado si abandonara el mismo o incluso pasara a tener un rol de Estado Asociado?

El análisis es complejo porque involucra no solo la realidad sino las “ilusiones rotas” de muchos uruguayos. Hoy por hoy es difícil desconocer cómo percibimos al MERCOSUR desde el más pequeño socio del bloque: como uruguayos percibimos al MERCOSUR, o a alguno de los países que lo componen, como el origen de muchos de nuestros males recientes. Es decir, este proceso que inició como la panacea de la integración subregional, hoy parece más un ancla para los planes de desarrollo nacional.

No olvidemos que, en sus orígenes, el MERCOSUR fue planteado como un instrumento para alcanzar el loado objetivo de la libre circulación de bienes, servicios y personas. Hoy parece difícil imaginar al MERCOSUR de la libre circulación de algo. Basta referirse a la prensa en los últimos 10 años para reconocer que, desde los primeros conflictos por las pasteras sobre el Río Uruguay y los subsiguientes cortes de los puentes internacionales, hasta los más recientes conflictos comerciales, el proceso de integración en el Cono Sur no ha sido color de rosa.

Frente a esta realidad que algunos podrán disfrazar pero que todos percibimos en el día a día, las alternativas no parecen muchas. Si bien es seguro que el autor de este artículo no es el único que imaginó con una sonrisa en el rostro, el momento soñado en el que Uruguay anunciara su “no va más” y saliera de la sala de negociación dando un portazo, la realidad regional y la política exterior uruguaya difícilmente puedan permitirse una decisión de tal peso.

Caminos intermedios como pasar a un estatus de Estado Asociado (como el que tienen países como Chile, Perú o Colombia) no tienen demasiado sentido: ¿Cuál de todos nuestros generosos socios nos dejaría gozar de los beneficios actuales (abstrayéndose del momento actual en el que cuesta recordar que hay beneficios) sin las obligaciones que hoy nos “atan” a la región?

Por ello, la alternativa más realista no implica abandonar el MERCOSUR, sino perseverar en un eterno intento de mejorar sus características para que las mismas sean, finalmente y en todos sus ámbitos, beneficiosas para Uruguay. El error sería considerar que esta alternativa implica inacción.

Cambiar al MERCOSUR no es un objetivo sencillo de lograr, más aún cuando el MERCOSUR que queremos construir no es igual para Uruguay, Argentina o Brasil. Siendo un socio pequeño en un mundo de decisiones por consenso, proponer, empujar, impulsar e incluso insistir no son sinónimos de lograr. Por el contrario, los negociadores uruguayos tienen un largo historial de propuestas nunca concretadas. ¿Por qué? sencillamente porque lo que Uruguay quiere para el MERCOSUR no es lo que los socios grandes quieren.

Por tanto, incluso esta alternativa altruista de continuar impulsando un mejor MERCOSUR requiere acciones firmes y, por sobre todas las cosas, un debate de alto nivel en el que ciertos acuerdos queden registrados definitivamente.

Si los Jefes de Estado no son capaces (en sus mediáticas Cumbres semestrales) de instrumentar al menos una serie de decisiones sustantivas, más allá de grandes declaraciones políticas de solidaridad con la crisis regional, o con el “Presidente regional víctima” de turno, el MERCOSUR se transformará, cada vez más, en un ámbito de concertación política, en el que las decisiones comerciales quedan olvidadas, violadas y demoradas de acuerdo con la voluntad de los gobiernos de turno.

Es evidente que, para lograr el MERCOSUR que queremos, existe un primer grupo de decisiones a tomar en dos planos diferenciados: por un lado, es necesario modificar la dinámica comercial interna; por otro, debe repensarse la capacidad de interactuar con el mundo. Hoy por hoy el MERCOSUR no es garantía de mercados ampliados, como originalmente fue concebido. Peor aún, el MERCOSUR no es tampoco plataforma para la inserción internacional ni para la atracción de inversiones.

Modificar la situación comercial intra-MERCOSUR parece ser, con los planes desarrollistas e industrialistas argentinos y, en menor medida brasileños, tarea para el futuro. Por ahora la herramienta disponible parece ser la “bilateralidad” y la “informalidad”, la primera, para aprovechar que la buena relación con Brasil puede concedernos algunas ventajas no-MERCOSUR, la segunda para llamar informalmente y pedirle al amigo de turno buena voluntad para solucionar los problemas circunstanciales. Ambos opciones pueden antojarse pragmáticas en la coyuntura actual, cuando en realidad no hacen más que erosionar la institucionalidad del MERCOSUR.

Sin embargo, la solución a la inserción internacional a través del MERCOSUR parece considerablemente al alcance de la mano. No se trata de abandonar el MERCOSUR y lanzarse en una carrera desenfrenada para firmar acuerdos de libre comercio a diestra y siniestra. Se trata de reconocer que, de la misma forma que Argentina necesita sus planes de desarrollo, su apoyo a la industria local, sus licencias no automáticas o sus detracciones a la exportación, algunos otros necesitamos al mundo para sobrevivir.

Y este no es un debate nuevo para el MERCOSUR. El ejemplo más claro es la negociación con México. El MERCOSUR firmó un Acuerdo Marco a partir del cual cada uno de sus socios pudo avanzar a su propio ritmo en acuerdos más o menos ambiciosos con el país latinoamericano. Y como consecuencia de ello el MERCOSUR no desapareció, el arancel externo común no está más perforado de lo que estaba y el mundo no dejó de girar!

Sin llegar a ese extremo, el MERCOSUR ha negociado con varios socios comerciales regionales y extra-regionales, con los cuales permitió ciertas flexibilidades para sus socios (para proteger productos que eran sensibles solo para un socio o a fin de obtener un mejor tratamiento para productos de interés de uno o varios, pero no de todos). Tampoco en ese caso puede hablarse de la muerte del MERCOSUR.

Es claro también que cuando hablamos de negociar con la Unión Europea, EE.UU o China, los temores se duplican. Pero parece ser la hora de sentarse y discutir seriamente las alternativas para que, quienes quieran y estén en condiciones, puedan avanzar en acuerdos comerciales con socios de su interés. Este es el debate que nos deben los Jefes de Estado; este es el debate que nos anuncian desde hace un par de años; este es el debate que no llega nunca y, finalmente, este es el debate que podría cambiar la realidad de la inserción internacional del Uruguay.

Es posible que ello haya intentado forzar Uruguay al pedir estatus de observador en la Alianza del Pacífico, al concurrir a la última Cumbre de ese grupo, al mencionar que considera la posibilidad de pasar a un estatus más activo en el proceso. Que esas acciones son una pequeña muestra de que Uruguay está mirando al mundo, que está analizando sus opciones y que reconoce que el MERCOSUR, por sí y en sí, no es suficiente.

Sin embargo, desde una perspectiva más pesimista es posible pensar que han existido innumerables oportunidades para discutir el rol del MERCOSUR como “corsé” en las negociaciones comerciales del Uruguay. Por tanto, si no hemos capitalizado ni una de ellas es porque no estamos verdaderamente interesados en este debate… o al menos no tan interesados como para dejar de lado cuestiones esenciales como el espionaje internacional y el asilo a Snowden.

Mientras tanto, sin embargo, la vida continúa. El mundo negocia.

Hasta los eternos reacios comienzan a recorrer el camino de los acuerdos comerciales bilaterales. China se suma a ejercicios negociadores. Rusia cierra un proyecto de Unión Aduanera con Bielorrusia y Kazajistán, al tiempo que comienza a buscar sus primeros contactos a través de negociaciones comerciales. Estados Unidos y la Unión Europea se aprestan a lanzar el mayor ejercicio que ha conocido la historia de las negociaciones comerciales. Los países de la Alianza Trans-Pacífica (TPP) continúan su intenso ritmo de negociaciones. Más cerca aún, la Alianza del Pacífico da sus primeros pasos ante la atenta mirada del mundo y la región, con grandes promesas y una responsabilidad muy importante: deberá demostrar que además de los grandes compromisos, abultadas agendas de negociación y declaraciones de más alto nivel, generará resultados reales en materia de integración comercial.

Mientras tanto, sin embargo, el aletargado MERCOSUR ni siquiera reflexiona.


Germán Clulow - Universidad ORT-Uruguay

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Publicado

2013-08-15

Número

Sección

Comercio y economía internacional