Crecimiento económico y Estado de Derecho en los últimos 15 años: Una relación inversa
Resumen
La economía mundial ha crecido a elevadas tasas en la última década y media. Ello ha contribuido a que millones de personas salieran de la pobreza. Sin embargo, ¿ha tenido sólo implicancias positivas el crecimiento económico? Podemos marcar que la prosperidad fortalece a actores y procesos políticos que con esa nueva legitimidad podrían abusar de ese poder adicional. En este artículo marcamos que ha habido una relación inversa entre crecimiento y Estado de Derecho. El mundo es hoy un lugar más rico pero con instituciones más pobres que hace 15 años. Más aún, el punto es que las instituciones más débiles son consecuencia directa de la bonanza económica.
Si bien es un concepto lo suficientemente amplio, el Estado de Derecho expresa un conjunto de mecanismos formales e informales que tienen las personas, particularmente los más débiles, para defenderse de los abusos de quienes detentan poder. El poder abusivo suele estar en manos del aparato estatal o de aquellos coaligados con ese aparato, que buscan capturar privilegios y violar derechos.
La oposición entre crecimiento económico y Estado de Derecho ha quedado graficada en el conflicto acontecido en 2014 en Hong Kong, entre los estudiantes y el poder político. Particularmente, la situación contemporánea de la propia Hong Kong es representativa en una pequeña escala del problema que intentamos presentar aquí: esta isla dejó de pertenecer como territorio de ultramar a Gran Bretaña en junio de 1997, pasando a ser un territorio, con statu especial, de China continental. Paulatinamente, Hong Kong ha pasado de ser una parte importante de la economía china (alrededor de 17% en 1997, en términos corrientes) a ser una parte dinámica pero crecientemente marginal (alrededor del 3% en la actualidad).
Nuestra descripción de la gravedad y complejidad del problema puede resumirse en este caso. ¿Cuáles son los actores principales aquí? Los estudiantes (los débiles), el poder político chino (los poderosos), las minorías dentro de China continental [otros débiles, aún más (mucho más) que los estudiantes], el poder político de las principales democracias liberales (otros poderosos) y la sociedad civil del resto del mundo (poderosos en el pasado, crecientemente débiles en la actualidad). Aquí, es importante notar que los estudiantes expresan a la sociedad civil de Hong Kong que, como marcamos, es hoy un actor débil pero que ha sido en el pasado un actor comparativamente poderoso. ¿Cuándo dejo de ser la sociedad civil de Hong Kong (hoy representada por los estudiantes en las calles) un actor poderoso o influyente para pasar a ser un actor al que le cuesta enfrentar al poder político chino? En algún momento posterior a 1997. Es decir, la creciente debilidad de la sociedad civil de la isla ha sido paulatina. Aquellos temores que había en 1997 sobre la pérdida de libertades o aparición de la censura fueron, en un principio, ilusorios pero, sin embargo, han demostrado estar retrospectivamente fundados.
Rachel Fu, editora de la revista Foreign Policy, ha escrito un artículo titulado “Resistance is futile, Beijing is emerging as the big winner from protests that have left Hong Kong's social fabric in tatters”, donde reflexiona sobre el oscuro horizonte que enfrenta la isla en el corto mediano plazo: “Worse yet, the movement has torn at the social fabric of Hong Kong, pitting parents against children, old against young, friends against friends. There are genuine disagreements among Hong Kongers over whether the blockage of roads, disruption of businesses, and provocation of the police are laudable, even if these acts were done in the name of pursuing democracy. The phenomenon of people taking to social media platforms like Facebook or WhatsApp to “un-friend” their acquaintances, sometimes even close family members, who do not share their views is one troubling bellwether of social dispersion… Everyone in Hong Kong will probably emerge from the Occupy movement a bit bruised, either physically or mentally, but some in Beijing might be smiling… Beijing has proven that it knows how to pull the right levers in Hong Kong to wield considerable influence — all of the local government officials toed the line, tycoons spoke out against the occupation, and grassroots groups staged counterprotests. … More importantly, Beijing has managed to discredit this brand of student-led protests in the eyes of many mainlanders.” (http://foreignpolicy.com/2014/12/04/resistance-is-futile-hong-kong-protests-beijing-wins).
Hemos mencionado el papel que le cabe a la desarticulada sociedad civil de Hong Kong y el papel que ejerce el cohesionado poder del aparato estatal chino. Debemos mencionar el papel que han jugado y juegan en este escenario, por un lado, los poderes estatales de las democracias liberales (particularmente el gobierno de los Estados Unidos y de los principales países europeos) y, por otro lado, las sociedades civiles de estas respectivas naciones. ¿Qué posición ha tomado el gobierno de los Estados Unidos ante los acontecimientos en Hong Kong? Una posición meramente formal. Más aún, semanas antes de la cumbre de noviembre pasado de la APEC (Asia-Pacific Economic Cooperation) en Beijing, el presidente Obama sólo hizo una mención protocolar, deseando una resolución del conflicto. Sin embargo, el problema más acuciante se encuentra en la incapacidad e indiferencia que demuestra la sociedad civil de aquello que denominamos Occidente. La inacción de ésta ante los abusos que los exitosos capitalismos autoritarios realizan en sus respectivos países descansa en una ingenuidad: creer que una próspera China o una próspera Rusia contribuirá a la prosperidad económica de las sociedades occidentales pero no supondrá una amenaza para la fortaleza de los derechos civiles y políticos. Según esta ingenua visión, una próspera China o una próspera Rusia sólo amenazan y amenazarán a sus propios ciudadanos. Eso es falso y ya es posible ver explícitamente esa falsedad en las calles de Ucrania y Hong Kong. Sin embargo, hay una dimensión no explícita de esa creciente debilidad de los derechos, cuyas formas veremos desarrollarse en el corto mediano plazo.
Si asumimos por un momento que la tendencia es igual o similar a la de la última década, será posible sostener que los derechos civiles y políticos de las personas de los países emergentes sufrirán crecientes limitaciones. Dentro de las personas pobres de los países emergentes ubicamos a aquellos que tienen una posición política e ideológica distinta a la del régimen dominante. China es el ejemplo por definición de los serios inconvenientes que enfrentará en el mediano plazo el Estado de Derecho en el mundo. Su creciente incidencia en el PIB mundial no sólo ha supuesto y supondrá una amenaza para las libertades de las personas que piensan distinto al régimen dentro del país sino, crecientemente, supondrá una amenaza para aquellos que piensan distinto al régimen fuera del país. A su vez, reflejará la decreciente capacidad del resto del mundo de defender los derechos civiles y políticos que son violados al interior de China. La creciente incidencia de los países donde no se respetan los derechos civiles ni las libertades políticas supone una amenaza y un desafío de una magnitud todavía no reconocida para las democracias liberales.
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